domingo, 23 de junio de 2013

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2013

ESTELAS


Subió al bote y se fue remando por el Curubica con rumbo desconocido.
Llevaba su valija vieja.
Caía la tarde sobre el Delta. Las nubes rojizas se pavoneaban sobre el cielo celeste que estaba a punto de volverse azul oscuro.
Brillantes lucecitas comenzaban a encenderse en las islas, parpadeando como luciérnagas madrugadoras de la noche.
Ya casi había cesado el ruido de las lanchas, alborotando el agua y el silencio.
Me senté en las maderas resquebrajadas del quejoso muelle.
El agua acariciaba sus patas, con el característico ruido de chapoteos.
Me quedé pensando en esa historia tan increíble de la muchacha y vos.
¿Cuánto tiempo estuvieron juntos? ¿Seis meses? ¿Quizás siete?
Me había encariñado con ella. Vino a reemplazar en mi vida a la hija que perdimos con cinco meses de gestación en el vientre de tu madre.
Vos eras chiquito. Tenías  tres años, por eso no recordás. ¡Fue duro!
Luego no vinieron más hijos ¡vaya a saber! ¡Dios sabe lo que hace!
Después que tu madre partió, nos convertimos en seres huraños.
Un día apareciste con Estela: pelo corto, ropa vieja y la valija de cartón.
Nunca pregunté donde la habías conocido.
Tampoco me lo contaste.
Poco a poco fue encajando en nuestras vidas hasta llegar a volverse imprescindible.
La casa relucía de limpieza y empezamos a respirar calidez.
La mesa nos ofrecía todos los días humeantes sopas de verdura, guisos,  pan crujiente en panera de mimbre, mantel de colores, ventanas abiertas y flores en la jarra azul.
Conversábamos. Nos reíamos y algunas veces ella canturreaba algo mientras lavaba los platos en el viejo bombeador.
Después de tus gritos e insultos de aquella noche, todo cambió.
Ella fue otra. Su mirada se volvió huidiza como cuando llegó.
Un día, noté  una mancha violácea en su pómulo.
Otras veces sus brazos aparecieron llenos de moretones.
No me animé a  hablar con vos.
Cuando subió al bote, me miró y me dijo:
 - Espero que lo que llevo en mí,  herede solo lo bueno.
Un remo y otro más se los llevaron, dibujando una estela de soledad en el agua.


1 comentario:

Unknown dijo...

Relato preciso y muy cálido, con imágenes de un estilo mágico.
Felicitaciones, por tu desarrollo literario
Abel Espil