viernes, 23 de agosto de 2013

Gonzalo Carabajal-Buenos Aires, Argentina/Agosto de 2013



Mirada pendiente

Se oyen unos pasos en el interior de una calle solitaria… solitaria por donde se la mire. Un caminar lento y apaciguado descubre a un hombre con un destino fijo. Sus ojos y su mente llevan el mismo pensamiento.
Al encontrarse con un edificio antiguo, el hombre desvía su mirada hacia él con un sentimiento de culpa y vergüenza; sus manos empapadas en sudor comienzan a  temblar y su alma desesperada se encontraba pendiente y a la expectativa de lo que podría ocurrir en el instante que él y Belén (que vivía en el edificio) volvieran a encontrarse después de su triste separación.
Mientras que en el interior del edificio, cinco pisos arriba y en el pequeño departamento “E”, Belén sin pensar en su futuro inmediato, se encontraba sentada en su sillón preferido.
Recoge su pelo salvajemente peinado y tira para atrás de su frente las mechitas rebeldes que no llegan a conectarse con la hebilla, se recuesta en el sillón y observa la pared…, silenciosa, en la cual se reflejan pequeñas manchas de humedad en su parte superior. Ella, pensando en una respuesta por la cual, la vida de los dos había tomado caminos distintos e irregulares sin reconocer el momento de su reencuentro.
El hombre, cruza el portón e ingresa por un pasillo oscuro, porque tuvo que ayudarse con sus manos, interminable, porque justamente en ese instante su cuerpo se sentía pesado y deprimido…. Las puertas del ascensor estaban duras, porque tuvo que hacer fuerzas para abrirlas y cerrarlas.
Sus pensamientos revolucionaron su mente, dibujando solo un momento, el momento en que su corazón fue destruido; por una simple mirada, un simple gesto que sin decir nada pudo describir todo.
La pared observada detalladamente por la mujer, señalaba una silueta que trataba de descifrar una imagen dispersa.
Ya en el quinto cerro la última puerta tijera con cautela y angustia, sus piernas le pesaban como si estuviera aguantando el mundo sobre sus hombros…. Rápidamente comenzó a ser presa fácil de un pánico que recorría todo el contorno de su temeroso cuerpo. Caminó hasta el mono-ambiente acompañado por las luces poco claras que se iban extinguiendo a medida que llegaba a destino.
Se escucharon dos golpes secos y tímidos del otro lado de la puerta, Belén despertó vagamente del sueño en el que estaba envuelta, y al sentir el sonido por segunda vez, dejo su sillón y acelero sus movimientos para atender. Su asombro no fue tan grande como el que Franco esperaba ver en sus ojos delicados
·         ¿Puedo pasar? Pregunto tímidamente.
Sin una respuesta, observó la pared, volvió a su amado y entreabrió la puerta.
En el instante en que Franco cerro sin trabar la puerta. Los dos intentaron premeditar su dialogo y trataron de observarse el uno al otro pero sus miradas no llegaron a cruzarse,
Ella, memorizando momentos vividos con la persona que hasta ese instante seguía amando,  volvió al pasado con imágenes recorridas como un flash en fracción de segundos.
Él, arrogante como todo hombre que quiere comenzar la charla y no tiene motivos suficientes para romper el silencio tan pacíficamente creado en el lugar.
Los dos, inocentemente levantaron sus cabezas para observarse como si fuesen movimientos ensayados y se dieron cuenta que sus miradas no eran las mismas como cuando se encontraban juntos.
- Perdón¡¡¡¡ Se le escucho decir a Franco.
- No hay porque perdonar, las cosas tenían que suceder así. Se le escuchó decir a Belén
Y dolorida por lo que dijo conscientemente corrió hacia la ventana con lágrimas naciendo en sus mejillas enrojecidas. Franco sin saber que hacer quiso acompañar a su amada pero en la mitad del camino detuvo su marcha y dijo:
-No puedo verte llorar, si te lastimo estando contigo será mejor no vernos.
Belén, dio vuelta su mirada hacia él, mientras que su cuerpo sufría de ganas de ir a abrazarlo y su orgullo trataba de frenar sus movimientos.
-No quiero volver a sufrir. Suspiro desgarradamente.
Un manto de silencio invadió el lugar como si los ruidos fueran desconocidos para ese par de personas mirándose y buscando culpabilidad a una relación inexplicable… Hasta que la armonía fue quebrada por un movimiento brusco de Franco, quien se apuro para abrir y cerrar la puerta, bajar por el ascensor, recorrer el pasillo y cruzar finalmente el portón que tanto le había costado hacer al entrar.
La mujer desde la ventana divisaba el alejamiento del hombre corriendo por la calle solitaria  hasta que le fue imposible, luego se sentó en su sillón con unos movimientos lentos y su garganta se sintió anudada como si la estuviesen ahorcando internamente.. Encendió uno de sus cigarrillos que siempre guardaba en el bolsillo derecho de su camisa descosida y permaneció fumando y pensando como en tan poco tiempo, admiro sus momentos de gloria y sufrió repentinamente este desastre de prisión en su cuerpo.
Minutos después cuando la brasa del tabaco quemaba sus dedos cerró los ojos y vació sus pulmones de aire contaminado con una exhalación interminable, abrió rápidamente sus ojos, rezó interminablemente para que nunca más su alma volviera a sufrir y trato de detener su corazón…… su ruego fue cumplido en el momento que su mano caía flojamente del apoyabrazos del sillón y la colilla del cigarrillo se soltaba de sus dedos.
Cruzando una esquina un hombre irritado y llorando tristemente sentía la ausencia de algo que su cuerpo no podía descifrar, un hombre que tomo un camino y nunca podrá determinar si fue el correcto.

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