miércoles, 23 de abril de 2014

Alejandro Drewes-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2014

Ejercicios de tinieblas

I
Sólo se escribe al extremo del acantilado, donde ruge una mar furiosa. Y luego uno simplemente se arroja.

II
Alguno  ha de merecer el poema: ante los otros se cierra de pronto, como la puerta  de un sueño.

III.
Y   eso es cuanto queda después, astillas de noche incendiada, silencio a lo lejos, este roto espejo de mundo.

IV.
Pedir un vuelo final de palabras en la  nave mayor del  silencio. De este mismo  trepidante silencio.

V.
La escritura del agua que gasta paciente su roca milenaria.

VI.
Verso que de vez en vez ilumina el alto sol de la noche.

VII.
Arduo transitar de tantos cuerpos en el viento y luego arden como la estopa o la paja.

VIII.
Por entre las grietas del follaje de los pinos, hacia dónde  se deslizan las constelaciones.

1 comentario:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Alejandro: cuántos hemos escrito en el agua y, luego de hacerlo, hemos visto cómo se deslizan las palabras con la espuma de compañía. Hermoso...un saludo,