jueves, 29 de agosto de 2019

Darío Oliva-Argentina/Agosto de 2019


Quiero saltarme este día
para entrar en otros
menos pesados
sin tanta neblina y frío
sin tanta ausencia
ocupada en sumar ladrillos
al muro desnivelado
del silencio
y garabatear letras con el dedo
en la humedad del vidrio
con sus ojos de ventana
o espejos mustios
y acariciar al gato en fuga
que alguna vez
arañó mis sueños
de niño quebrado por la afasia
y recomponer escenas
de trenes en marcha
caminos sinuosos
hasta la dársena en verano
el croar de las ranas en la piscina
el olor a pinos en el Hogar Escuela
y recuperar los lentos
firmes pasos de abuela
en la casa, mate en mano,
con el sol de su sonrisa
iluminando los cuartos
y lo que era mundo
en su tangible forma
de pera o de durazno...
Quisiera que el tiempo
concediese certezas
a mis viejos desganos
para dejar de preguntarme
por esta piedra de toque
en el corazón humano
(hablo de palabras
o su mano de viento
en mis bolsillos
su mano invisible
sobre mi piel de greda)
Quisiera no ser poeta
para que el mundo
no se vea obligado
a dar cuerda
cada vez que lo convoque
esta locura afiebrada
de nombrar sus huesos
sus veladores
sus semáforos
y no alcance para hacer una fogata
y beber con vino
su endiablado invierno...
No sé si soy claro. No creo
que quiera morir en el intento.
Poco importa sonar
como clavo oxidado
en cualquier puerta.
Para expresar esta inestable
condición de abeja
basta el zumbido
de mi voz de lluvia...
Quisiera no ser
esto que soy ahora.
Y tal vez lo sea.
Tal vez me lea
en el aroma de café
sobre la gris monotonía
de una vidriera.-

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