jueves, 29 de agosto de 2019

Juan Carlos Vecchi-Argentina/Agosto de 2019


LA HISTORIA DE TICCIANO VISCONTI

“El talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad”.
(Frase popular).

En el campo La Totora, donde relincha el peludo, vivió aquel popular e inolvidable hombre de campo con suerte en desgracia: Ticciano Visconti, apodado el “pararrayo”, porque fue alcanzando por sendos y deslumbrantes rayos en once oportunidades, entre los años 1966 y 1970, aunque ninguno de ellos logró matarlo.
Desde entonces, pocos vecinos se le acercaban, ni pensar en abrazarlo en esas tres obligadas fechas del calendario: cumpleaños, nochebuena y fin de año.
Cuentan que, cuando el rayado Visconti andaba de buen ánimo, algunos vecinos tomaban coraje (pero no todo el pueblo, aclaremos), y lo saludaban a la distancia gritando cariñosamente su nombre mientras agitaban con estornudado frenesí un pañuelo modalidad zamba de mi esperanza; otros algunos, desde màs lejos, saludaban a nuestro pobre personaje con megáfono en mano y agitando un cartel de señalización de tránsito que decía: “Prohibido estacionar acà, compadre Ticciano, te queremos mucho pero fumà y seguì participando...”.
Claro que en pueblo chico el infierno es grande y cuando habìa que recargar una baterìa de tractor o si andaba tosiendo feo el generador en el club "La Totora", los viernes a la noche en la festejada ocasiòn del bailongo semanal, el marginado Visconti era el paisano super reclamado y ovacionado.
Como sea, dicen que en sus ùltimos dìas al electrificado Ticciano lo vieron con un aire demasiado cargado.
Tambièn dicen que por ese motivo, en los primeros bostezos de la mañana del 16 de noviembre del 1978, jornada inolvidable para el pueblo porque se registrò la mayor humedad en toda su historia, es cuando el caìdo en desgracia Ticciano Visconti muere electrocutado al acariciar la nuca de su fiel perro de rancho, el Sòcrates Fonseca (aquel amanecer el noble y fiel can se habìa levantado con una peluca de rocìo jurado cubriendo su peluda cabeza), al disponerse ambos a compartir unos mates hùmedos con choclos recogidos, y al toque en la bolsa escondidos, un rato antes de una chacra vecina.

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