martes, 20 de octubre de 2020

Liz Rodríguez-Argentina/Octubre de 2020


 Gata Con Rayas de Ópalo

 

Dedicado a mí fiel amiga Minchi.

Te extraño mucho

 

 

La pequeña gata marrón con rayas de ópalo sobre su frente duerme plácidamente sobre las estrellas del infinito, ella no recuerda cómo es que llegó ahí, ni cuánto tiempo ha pasado, sus siete vidas se hicieron pocas hasta que el beso de la noche eterna le besó los bigotes en su camita de terciopelo rojo. Pero antes de eso, las fuerzas le fallaron, no de a poco sino de una vez, una tarde en la que descansaba sobre la cama de sus compañeras de dos piernas y un sudor frio le invadió desde su cuello adornado con manchas negras en forma de estrella hasta la punta de su cola, vomitó y lo supo, quizás no debía de haberse comido ese adorno tan gracioso que colgaba del árbol de navidad sin que sus dueñas lo notaran.

“Minchi” le rogaba su humana más joven “No te mueras, no me dejes, eres mi única amiga, te amo” ella lo intentaba, el ronronear o pararse, pero le era imposible, luego vino un hombre nuevo que ella jamás había visto, la chuzó con algo puntiagudo, aunque no sentía mucho, le dio un bebedizo amargo, pero la noche eterna ya la rodeaba “Perdóname” le dijo a su humana joven con su mirada cada vez más borrosa “no puedo quedarme” era el llamado que todo gato escucha al finalizar su estancia “te amo” le había dicho a ella, luego a la mujer mayor que la arropaba cada noche y pedía a San Francisco que la sanara.

“Minchi” recordó la gata, al mismo tiempo que las caras tristes de sus dos humanas le recorrían la mirada, se estiró sobre las estrellas que le servían de cuna y comenzó a bañarse su melena marrón adornada con manchas de ópalo en forma de estrella y líneas gruesas a modo de brazaletes en sus cuatro patas. Aun siendo una gata etérea debía estar limpia, observó un cometa cruzar raudo el horizonte, junto con otros felinos se lanzó en su persecución cómo solía hacerlo tanto tiempo atrás cuando le hacían bolitas de papel brillante, ¡cuánto las echaba de menos!

Alcanzó el cometa, se lamió los bigotes y rodó sobre su lomo suave en señal de felicidad, sus amigos entre maullidos la vitoreaban “Minchi” de nuevo ese nombre que con tanto amor fue pronunciado la hizo recordar los momentos de reposo en la cama de las humanas, sus caricias y el modo en que ronroneaba cómo si no hubiera un mañana, el sabor de la comida y esos sobres que tanto disfrutaba, las tardes en la ventana y las caricias del sol sobre su pelaje. Y decidió volver a verlas por última vez.

Se deslizó rauda por los luceros nocturnos, asechó cometas y estrellas, saltó contenta entre nubes de color vainilla y jugó un rato entre las gotas de arcoíris hasta llegar a aquella casa acogedora que la había hecho a ella “Minchi” se acercó a la ventana observó a sus humanas ¡Cuánto habían cambiado! la joven yacía despierta con la mirada clavada en la negrura del cuarto, “soy yo, soy yo” le dijo la gata a punto de saltarle sobre el regazo, pero ella parecía no oírla, su cara estaba triste y desmejorada, pero la gata con rayas de ópalo no se rindió, se acercó más hasta rozar sus bigotes con el rostro de la joven quien pareció sobresaltada “Minchi” musitó ella con los ojos llenos de lágrimas “Te amo” susurró la gata lamiendo su mejilla, después ronroneó sobre el pecho de su dueña mayor quien sonrió entre sueños.

Y fue cómo antes, sintió aquellas manos acariciarle el alma, fue de nuevo “Minchi”, pero antes que la noche muriera ella debió partir, se llevó las palabras dulces de sus humanas y aún en noches oscuras rompe el silencio para verlas, ahora las acompaña un nuevo gato, uno de rayas y puntos oscuros muy parecido a ella, y eso la alegra mucho, porque para eso nacieron los gatos para amar sin medida aún después de los besos mortales de la noche eterna.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

LLORÉ QUE ESCRITO MÁS BELLO

Anónimo dijo...

beautiful story

Enrique Hernández dijo...

Los gatos van al cielo

Christian dijo...

Hermoso