lunes, 19 de octubre de 2020

Rosa Esther Moro-argentina/Octubre de 2020


  LOS JUEGOS CON EL MALO

 

Cuando atravieso las malezas del tiempo  por una hendija de luz logró ver a la niña que fuí; reconozco que ella sabía de muchas cosas que este yo de ahora olvido.Conocía entre otros entes, el idioma del sol cuando anuncia las estaciones, sabía según su posición  cuando empezaban o terminaban algunos juegos.

Había juegos del día y de la noche.

Juegos del frío y el calor.

Con la llegada del otoño y los primeros fríos, al comenzar la escolaridad, llegaban los juegos con lo invisible, "los juegos con el malo"  según el decir de la nona Dominga.

Tardes frías, con cielos quejumbrosos eran las ideales para jugar a las voces del otro lado y a los miedos.

La veo llegar, trenzas y delantal blanco,abrigada de lana y bufanda, con mi mamá llevándola de la mano a esa casa donde se podía jugar de verdad, según decia la que fuí.

Era una casa descolocada en el tiempo de la ciudad, imponía otras épocas, otro mundo dormía en esas estancias  de techos altísimos

Muy larga se entraba por Carlos Pellegrini y se podía salir por Suipacha,atravesaba la manzana. Tenía una higuera y un pozo de agua.

Allí vivían los Romualdi, bajo el dominio de la implacable nona Dominga y su cocina guardiana de  aromas que despertaban las papilas gustativas en esos días y horarios que las mujeres arremetian con sus artes culinarias.

La cocina era el reino de las mujeres de la familia, cálida y olorosa.Las hermanas,las cuñadas,sobrinas,tías lejanas y cercanas. Todas enormes y gordas convivían en esa cocina donde mi madre, pequeña y menuda, desaparecía entre esa enorme humanidad donde se sentía muy querida.

Ella, me quitaba el delantal y alguna de las tías me servia la merienda; preguntaba entonces por Jorge, mi amigo, y pedía permiso para ir a buscarlo, atravesaba dos o tres habitaciones consecutivas y mal ventiladas que olían a edredones de pluma y kerosén de las estufas, hasta llegar hasta la de Jorge, donde se encontraba haciendo la tarea.

El muchachito le proponía jugar a las figuritas u otros juegos similares, los juegos de ella no lo entusiamaban pero al final siempre accedía ir en busca de los piratas, los tesoros, pero sobre todo el encendido festival de los ruidos, que sabían comenzar con un imperceptible ruidito.

Así  era que con el descuido de las entretenidas mujeres, salían al anochecer frío en busca de la centenaria higuera que se erguía tenebrosa en la mitad del largo patio de la casa.

Jorge indeciso la seguía, ella audaz siempre tomaba la delantera.La higuera los esperaba con sus ramas deformes extendidas hacia ellos.

Ambos corrían alrededor de la higuera, intensificando la energía en cada vuelta, la mayor de las veces lo hacía ella sola

Ese era el ritual que desencadenaba la la vida oculta de la higuera, cuando finalizaban la ceremonia subian por una escalerita que los llevaba a un pequeño torreón así lo llamaban,pero era un pequeño baño tal vez de servicio. Era una construcción inesperada en ese lugar del patio, pero en esa casa sin igual todo era de esperar.

Allí se quedaban inmóviles, esperando a que comenzaran los gritos, los lamentos, palabras de entonaciones extrañas, a veces cánticos venidos de ese cielo nuboso cada vez más bajo y derrumbandose sobre ellos, mientras un sonar de cadenas los ensordecia.

Tomados de la manos, expectantes y muertos de susto, hasta que la nona Dominga hacia su aparición  muy enojada y con su fuerte voz gringa ahuyentaba a los seres de la higuera, e inmediatamente dirigiendos a ellos con gestualidad contundente,les recriminaba: "basta ya de jugare con el malo, es pelicroso,va vía pronto a la casa" decía esto haciendo aspavientos con los brazos y a los gritos.

Jorge, aprovechaba la aparación de la vieja para salir despavorido, alejandose de esa situación y de ella.

En cuanto a la que fui, bajaba dignamente por la escalerilla y con la nona se miraban fijamente a los ojos e iba en busca de mamá.

La vieja nunca le dijo una palabra. Sólo la miraba, muy seria.

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