sábado, 21 de mayo de 2022

Rolando Revagliatti, Entrevista-Argentina/Mayo de 2022


 


Tomás Watkins: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Tomás Watkins nació el 20 de junio de 1978 en Neuquén, capital de la provincia homónima, donde reside, República Argentina. Ha recibido primeros premios y otras distinciones, integrado jurados de concursos y participado en Festivales y Encuentros de escritores en su país y en Chile. También tiene su recorrido como gestor cultural, de manera independiente y desde el Estado. Entre las antologías soporte papel en las que fue incluido, citamos “Desorbitados. Novísimos poetas del sur de la Argentina” (2009), “Si Hamlet duda le daremos muerte” (2010) y “Poesía por Mariano Ferreyra” (2013), así como la de soporte digital Máquina sur. Poesía actual de la Patagonia” (2013). Poemarios publicados: “Grito” (2003), “26” (1ª edición en 2004; 2ª edición en 2007), “Mitología” (2012), “Hora blanca” (2015) y “Bien de consumo” (2015).

 

 

 

          1 — ¿Abundaban los libros en tu infancia?

 

          TW — De todo tipo, afortunadamente: desde la colección Robin Hood de mi padre hasta enciclopedias ilustradas y volúmenes de historia de mi madre. De chico nace primero la sospecha sobre los libros antes que la lectura. También me convertí en un ferviente lector de cómics e historietas: con mi hermano devorábamos cualquier cantidad, porque canjeábamos en librerías de usados, ya prácticamente extintas en mi ciudad; pasábamos las tardes de los sábados entre el fútbol y la lectura. Esto siempre llamó la atención: cómo había tiempo para leer y para hacer las otras cosas que hacen los chicos. Macanas, cirujeadas, jugar a la pelota en la plaza, organizarnos para ir a las bardas o para correr carreras de carritos de rulemanes. Parece otro milenio, pero éramos nosotros.

          Conservo la impresión de haber pensado alguna vez: “¿Qué hay en los libros que incita a los adultos a que tengan la cabeza metida en ellos tanto tiempo?” De ahí la sospecha, la benigna sospecha que luego se transformó en constatación. Interesantes esos procesos cuando todavía es el tiempo del “durante”, antes de cualquier posible reflexión. Ahora se me ocurre que los asuntos que perduran nacen o se llevan en las entrañas.

          Y en mi juventud: el mismo hogar, la misma sospecha sobre los libros. Había algo ahí que hacía sucumbir a toda la familia. Cambiaron, eso sí, algunas lecturas. Ahora alcanzaba, literal y no tanto, los estantes superiores de las bibliotecas. Di de frente con varias obras del Divino Marqués. La memoria, en estas lides, efectúa recortes. Hay tantos autores y tantas obras que querría traer ahora, pero me quedo con que Marco Denevi fue el autor argentino que más había leído hacia mis dieciocho años. Otro autor que frecuenté es Michel de Montaigne. Leía con fruición sus ensayos, aun sin comprenderlos del todo. Estaba “eso” en las palabras, a veces tan difícil de definir. Me parece que fue Adolfo Bioy Casares quien adujo que, en general, de los libros nos quedamos con una sensación por haberlos transitado, más que con tramas o argumentos. Denevi significó un norte y un reino de mi adolescencia, hasta que conocí a Borges alrededor de los veinte años. Creo que hay un antes y un después de Borges en mi vida (y en la de muchos, o en la de todos). Él fue el apuntalamiento de este lector que lee por placer casi malicioso, casi perverso.

 

 

          2 — Y por entonces habías ya recibido algunos reconocimientos.

 

          TW Tuve buenos incentivos. A los dieciocho años, en las categorías de Relato de Vida, Poesía y Cuento, en concursos organizados por la “Casa del Neuquén 2020”, perteneciente a la Secretaría de Estado del COPADE (Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo). La presidenta del jurado era ni más ni menos que la gran Irma Cuña [1932-2004]. Fue un hito en mi vida aquel concurso; me fue enseñando que tenía un destino literario al que no podría obviar. A los veinticuatro conocí a varios poetas con quienes conformaríamos el grupo músico-poético “Celebriedades” (denominación que adoptamos del libro “Celebriedad”, del ecuatoriano Edwin Madrid). Recorrimos, entre 2003 y 2007, gran parte de la Patagonia argentina y la región de la Araucanía, en Chile, ofreciendo un espectáculo de poesía, música y humor. Éramos Miguel Ángel Sabatini, Raúl Mansilla, Pablo Betesh, Carlos Blasco, Juanse Villarreal, Cristian Carrasco, Sebastián González y yo: más de una veintena de presentaciones. Fue el lapso de mayor creatividad hasta ahora, de “estar en poesía”, como decía la poeta Macky Corbalán [1963-2014]. Las presentaciones “celebrias” eran más bien caóticas, no siempre hacíamos lo mismo. Empezábamos leyendo nuestros textos de manera “convencional”, uno por vez, en línea, parados y sentados…: como cualquier mesa de lectura. Con el tiempo nos fuimos despegando de ese formato porque nos aburríamos e inferíamos que el público también se aburría. Incorporamos histrionismo, improvisación —como la inolvidable versión del poema del brasileño Affonso Ávila [1928-2012] que Carlos Blasco y Raúl Mansilla hacían en vivo, o el “Poeta Universal DJ Ámbar” que ponía yo en escena disfrazado de bailarín de danzas contemporáneas— e instrumentos musicales. De ahí que, hacia el final, dimos forma a una puesta tutelada por la noción de espectáculo, algo ameno, entretenido y divertido. El grupo, más que durar, ardió (en términos barthianos), y hoy nos queda el bello e hiriente recuerdo.

          En 2004, con veintiséis años, publiqué mi primer libro en la editorial El Suri Porfiado, dirigida por el poeta y docente Carlos Juárez Aldazábal, y además obtuve el Primer Premio de Poesía del último concurso literario organizado desde la UNCo. Importante en lo íntimo porque el primer ganador de un certamen convocado por esa institución fue Raúl Mansilla, en 1984: él abrió y yo, veinte años después, clausuré. Todo en casa (je). Raúl es mi compadre de casamiento y del alma, o sea que hay cosas que pueden mutar, pero no desaparecer.

          Cuando el fuego “celebrio” hubo sido trasplantado a sus respectivas ánforas domésticas (imagino que cada integrante debe tener un espacio especial para su porción ígnea), yo incursioné en radio y actividades culturales de manera individual o colectiva. Realicé, en 2009, un segmento denominado “El maridaje Watkins” —libros, vino y música— dentro de un programa radial de abundante audiencia, llamado “Rudasmacho”. Gustó tanto el segmento que después fue pedido para ser utilizado como separadores de un programa de Radio Del Plata, en Neuquén. Tras varios años de añorar aquello, durante 2015 trabajé en 88.5 FM Capital, de la Municipalidad de Neuquén, con mi programa “Tigres de Papel”.

 

 

          3 — “Celebriedades” organizó festivales de poesía.

 

          TW — Dos. Que por su magnitud fueron extraordinarios; y esto no lo digo yo, sino que figura en “Un referente fundacional”, del poeta y narrador Ricardo Costa: un libro importantísimo para comprender el devenir literario en mi provincia hasta el 2005. Se llamaron “Confluencia Literaria” (1 y 2): participaron escritores de toda la Patagonia, de Chile, Ecuador y Brasil. En ambas ocasiones logramos algo que desde la gestión pública no se venía haciendo; es más, estábamos ante un estancamiento notable en lo cultural (2003-2004), y, salvo nosotros y el grupo reunido en torno a la Editorial Limón, no había mucho más movimiento que yo recuerde. Una satisfacción enorme que, tiempo después, pude dimensionar, dado que la crónica no permite reflexiones al fragor de los hechos.

 

 

          4 — Trabajás en el Estado.

 

          TW Sí, desde los 21 años. Y en el mismo lugar desde entonces, el Centro de Documentación e Información Educativa “Alicia Pifarré”, dependiente del Consejo Provincial de Educación de Neuquén, y ocupando diversos puestos. Ahora, por ejemplo, estamos aventurándonos en la puesta en funcionamiento de un organismo editor propio del Centro de Documentación. En 2015 fui convocado para desempeñarme como referente del área de Letras de la, entonces, Dirección Provincial de Cultura. Actualmente, ese organismo fue jerarquizado como Subsecretaría Provincial de Cultura, y ese cargo lo ocupa la poeta y profesora Carina Rita Medina. Es interesante y movilizador laburar desde el Estado apuntando al grupo de pares. Siempre habrá críticas, pero lo importante es otra cosa. No es extraño para mí recorrer pasillos y golpear puertas para que presten atención a lo que tengo para proponer. Bueno, así fue que con Carina comenzamos a coordinar, a partir de 2016, el proyecto biministerial “Puentes”, un grupo de acción literaria que opera con entidades gubernamentales y no gubernamentales en procura de concretar objetivos vinculados a las letras y los libros producidos desde y en Neuquén. Además de presentaciones literarias, como parte de una línea de trabajo que comenzó en 2015 y que continúa, ahora bajo el formato de ciclo, pusimos en marcha actividades como el Programa de Desarrollo Profesional “Dar de leer”, junto a los poetas y profesores Romina Olivero y Carlos Duarte, fundamentales en este grupo maravilloso que tengo la suerte de integrar. El “Dar de leer” apunta a reparar la práctica lectora de literatura surgida en Neuquén, así como su inclusión en la currícula. Otras acciones del Proyecto Puentes son “Autores a la carta”, la posibilidad de que lectores de Neuquén puedan contactarse con sus autores, la Feria Trashumante del Libro: una locura que se lanzó emulando el pastoreo del tipo trashumante, que consistió en llevar los libros, las editoriales y las librerías a reunirse con sus lectores del interior de la provincia en una suerte de inversión de la lógica que centraliza la muestra acá, en la Capital. Creemos en las acciones que emprendemos porque consideramos que es necesario volver a evaluar las literaturas producidas en las provincias, y vemos que no estamos errados: hay un nuevo auge, al menos en Patagonia, de repensar las realidades regionales, en tanto contextos de surgimiento de la literatura actual. La región literaria debe ser (i)limitada por los hitos dispuestos por la palabra, no por la geografía, sin folclorismos ni accesorios inútiles. Cambiar el sentido a cómo se entiende la tradición, la herencia: la literatura de calidad siempre pondrá en valor su contexto de enunciación.

          También fui convocado a trabajar en la posibilidad de reactivar el Fondo Editorial Neuquino: una gran falencia y deuda que el Estado provincial mantiene con la comunidad. No sé qué pasará con estas acciones, hay factores que no dependen de uno, pero me entusiasma lo que está en curso desde 2015, orientado a agitar el avispero, y todo lo que encaramos en un año de transición o de desguace como lo fue el 2016.

 

 

          5 — Bien del presente es ese otro proyecto denominado “Almacén Literario”.

 

          TW Efectivamente. Es un banco de datos multisoporte sobre escritores neuquinos, que obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes en dos oportunidades. Multisoporte, porque posee material audiovisual y en formato pdf de lxs autores incluidos: Macky Corbalán, María Cristina Venturini, Eduardo Palma Moreno, Raúl Mansilla, Miguel Ángel Sabatini, Héctor Ordóñez, Mariano Villegas. Llevamos cuatro años desarrollando la plataforma Almacén Literario, y esperamos en breve poder retomar el trabajo junto con mis adláteres Cristian Carrasco y Bruno Revello. Hay mucho por recorrer, muchxs autores que registrar.

          Algunos videos del Almacén Literario fueron exhibidos en distintos puntos del país. Recuerdo ahora la inclusión del video de Macky —probablemente el último registro en vida de una de nuestras mayores y más queridas poetas— en el Festival de Poesía organizado por el Centro Cultural Kirchner, en Buenos Aires, en 2015. Tuvimos el enorme placer de que el poeta Gerardo Burton haya presentado el video en esa oportunidad.

 

 

          6 — ¿Y la revista “Coirón 2.0”?...

 

          TW — Es un mítico órgano de difusión cultural post-dictadura que otorgó visibilidad a las producciones del Centro de Escritores Patagónicos, un ardid que rápidamente prendió fuego y ganó adeptos en aquel momento histórico. Muchxs escritores patagónicxs se situaron bajo la tutela del CEP. La revista es dirigida desde entonces por el escritor chileno Eduardo Palma Moreno, arribado a nuestro país “becado” por Pinochet, como él dice. Fue uno de los primeros instrumentos que en los ‘80 recorrieron la Patagonia literalmente, dado que Palma Moreno, junto con los poetas Raúl Mansilla y Sergio Sarachu —integrantes del Consejo de Redacción del organismo—, surcaron el territorio en busca de corresponsales con apenas una carpa que nunca abrieron, según cuenta la leyenda, dada la hospitalidad y el cariño de lxs pares que los recibían en cada ciudad. Eduardo lo ha mencionado en alguna oportunidad como “Poesía patagónica a dedo”, lo que ahora parece ciencia ficción, con tanto dispositivo comunicacional bien o mal intencionado. Lo cierto es que la “Coirón” le torció el brazo al lema de que las revistas culturales no superan los cuatro números: en efecto, fueron cuatro en su primera época, y desde su resurgir como “Coirón 2.0”, en 2012, lleva más de diez números. Con Cristian Carrasco también estamos juntos en esta aventura de representar la revista en Neuquén.

 

 

          7 — ¿Qué otras actividades o grupos integrás actualmente?

 

          TW — Formo parte desde sus inicios del ENIE, Encuentro Nacional Itinerante de Escritores. Movimiento, movida más que encuentro convencional, que reúne poetas y narradores de todo el país, vinculados por intereses literarios comunes, por lo general, y que nos fuimos conociendo en los márgenes de otros encuentros. Por eso, la naturaleza del ENIE, además de su carácter itinerante, es la de disponer horizontalmente las relaciones, los vínculos, el trabajo. Desde 2008 venimos recorriendo este camino y hemos visitado localidades de las provincias de San Luis, San Juan, Mendoza, Neuquén, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, Formosa, Córdoba y Santa Fe. Un placer integrar ese colectivo atravesado por todas las realidades disponibles, las personales, las provinciales, políticas, ideológicas, de edición, de circulación.

 

 

          8 — Si encomillo “El mundo del trabajo” te retrotraerás a 2009.

 

          TW — Me llevás al momento del concurso lanzado por la CTA. Yo integré la comisión de lectura, junto a los escritores Rafael Urretabizkaya, Pablo Yoiris, Gabriela Grünberg y Guillermo Saccomanno, además del maestro Nano Balbo, en este certamen convocado por la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Neuquén, para elaborar la edición de un volumen que compilara relatos y poemas escritos por trabajadores. “El mundo del trabajo”, como bien señalás, fue el título. Labor de una satisfacción enorme, porque ejercieron la palabra quienes conocen el mundo del trabajo desde adentro, ésa era la consigna, no pararse desde la observación y, ajeno, describir, sino que la cuenten desde adentro lxs protagonistas. Nietxs que entrevistaron abuelxs, personas que contaron alguna anécdota laboral, hubo de todo. Se pudo publicar la antología y se les entregaron, en una emotiva presentación que tuvo lugar en el Salón Azul de la Universidad Nacional del Comahue, varios ejemplares a cada unx de quienes habían participado del proyecto. Había poemas, relatos, crónicas y alguna que otra nota denunciando maltrato por parte de alguna patronal. Una experiencia inolvidable.

 

 

          9 — Además de la isla Watkins y de un navegante irlandés (Patrick), tu apellido es el de, por lo menos, un músico, un director de cine, un deportista, un pintor, un dramaturgo, un director de televisión y fotografía, un actor…

 

          TW — En un poema llamado “Lilíada”, dedicado a mi hija Lila, menciono que la isla Floreana, del archipiélago de las Galápagos, era el lugar de residencia de un pariente mío, el navegante Patrick Watkins. Hace unos años pude conocer la cueva que hacía de hogar de este bucanero que trocaba carne y grasa de tortugas gigantes por ron, armas y municiones. Los Watkins somos una gran familia.

 

 

          10 — Has sido incluido con criterio antológico también en publicaciones que no eran exactamente libros.

 

          TW — Sí, he recibido varias invitaciones a participar de muestras colectivas. Yo me crié leyendo antologías de todo tipo. De poesía latinoamericana, de narrativa, hechas por los mismos autores, selecciones a veces afortunadas y otras no tanto. Pero lo cierto es que leí con entusiasmo las que cayeron en mis manos. Y cuando me llegó el turno de sumarme a varias propuestas colectivas, no lo dudé ni un instante. Bueno, los premios de los dos concursos que gané en Neuquén consistieron en mi inclusión en antologías. Hay una plaqueta cuyo título es “16 Poéticas” (2004), que integré junto a poetas de la Editorial Limón, dirigida por Andrés Kurfirst, y quienes estábamos en “Celebriedades”, entre otras y otros poetas. Están las antologías del Taller “Ananga Ranga” de Corrientes, convocadas por Tony Zalazar; “Confluencia”, que editara Cristian Carrasco con poetas de Neuquén y Río Negro; “Desorbitados. Novísimos poetas del sur de la Argentina”, con selección a cargo de Cristian Aliaga, para el Fondo Nacional de las Artes; “Antología federal de poesía” (región Patagonia) del CFI (Consejo Federal de Inversiones); el maravilloso “Álbum de poesía Brasil 2014”, que se repartió por miles en los estadios de fútbol brasileños durante el campeonato mundial en ese país, y seguro que me olvido de varias.

          Otros casos han sido los de las muestras antológicas que aparecieron con revistas literarias, como las mexicanas “Blanco Móvil” y “Círculo de Poesía”, la pampeana “Museo Salvaje” de Sergio De Matteo, la sanjuanina “Champa”, comandada por Damián López, y “Chirlo”, la muy buena revista cultural federal que organizan poetas de Tierra del Fuego residentes en tu ciudad. Algunas de ellas también vieron la luz en formato impreso, y la mayoría aprovecha las bondades de las comunicaciones actuales para su difusión.

            Considero que las antologías, en tanto muestrario, recorte, selección, deben motivar la aparición de más antologías, con lo aparentemente excluido. Esto lo digo como lector, pensando en el beneficio de descubrir más y más autores con la esperanza de dar con algunos de nuestro agrado.

 

 

          11 — Así comienza un párrafo del relato “El maestro de escuela de pueblo” de Franz Kafka: “La mayoría de los viejos se conducen con respecto a los jóvenes de una manera algo confusa, un tanto engañosa.” ¿Cómo te resuena…?

 

          TW — Lo primero que se me viene a la mente es algo que leí hace poco, “El héroe de las mil caras” de Joseph Campbell. En el prefacio, Campbell introduce una cita de Freud que establece que hay toda una tradición en decirle la verdad a los niños, pero camuflada de símbolos. Al desconocer qué significa ese andamiaje simbólico, el niño tiende a desconfiar de los mayores; que ahí radica el inicio de una desconfianza y hasta una hostilidad hacia el mundo adulto.

          Por otra parte, estimo que la vejez puede tornarse un lugar común: la etapa donde ocurre el olvido de que alguna vez se fue joven. No creo que sea algo que pueda generalizarse, no acepto que ninguna edad presente trabas para las comunicaciones.

          Me queda una tercera resonancia, una que va por el lado del parricidio literario. Como autoficción, no me parece que se justifique; sí creo que es fundamental en casos donde el supuesto padre funciona como punto de fuga; tuve la fortuna de aprender mucho de los mayores “escritores del barrio”, como sugirió Ernest Hemingway.

 

 

          12 — ¿Habrás leído alguna novela una segunda vez inmediatamente después de haber concluido su lectura? ¿Tenés o tuviste algún tipo de práctica de lectura que pudiésemos denominar “peculiar”?

 

          TW Me pasó con una sola, “El perfume”, de Patrick Süskind. La leí varias veces, incluso dos en un par de semanas. Me atraparon las descripciones e imágenes olfativas. Me enganché mucho con esa obra, a pesar de que no con el autor. Ésa es la novela que más leí, junto con “Los infortunios de la virtud” del Marqués de Sade. Pero, en general, soy del tipo de lector salteado, como categorizó Macedonio Fernández. Hay algunos libros siempre en curso, una pila sobre la mesa de luz: vamos picoteando.

 

 

          13 — ¿Qué aspectos humanos te parece que están sobrevalorados?

 

          TW — Si entendemos como aspectos aquellos atributos o talentos que podrían resultar naturales o inherentes a la especie, pienso que hay varios que merecen una revisión. La libertad, por ejemplo, la fe o la bondad. Porque hemos tejido la historia muchas veces con hilos falsos, es decir, con hilos impuestos. Todo aspecto condicionado por dogmas, como el religioso, está sobrevalorado.

 

 

          14 — ¿Cuál fue el disparador de tu “Perfil de usuario” en “Bien de consumo”?

 

          TW — “Perfil de usuario” es el extenso primer texto de “Bien de consumo”, libro que apareció de manera inesperada ya que no responde a un proyecto escriturario como los otros, sino que es una antología no tan prematura (no es un repaso sobre mi obra; no me atrevería a cometer tamaña trampa del ego). Tuvo un fin específico: compendiar los textos que formaban parte de las puestas en escena de “WATMAN”, una propuesta bastante delirante que pergeñé con Raúl Mansilla luego de “Celebriedades”. El poema es una especie de burla al modo en que una mayoría de hacedores de versos se paran ante su creación. Lo digo al comienzo: que aún no estamos cansados de los textos en primera persona que son un canto a la primera persona...; mi ego intentó burlarse del ego, del que nadie escapa. Fue escrito con el fin preciso de ser dicho —mayoritariamente leído— en público, de sacarle una sonrisa a la gente.

 

 

          15 — “El vértigo es algo diferente del miedo a la caída”, establece Milan Kundera en su novela “La insoportable levedad del ser”. ¿Algo tuyo querrías transmitirnos respecto de tus vértigos o percepción de ellos, y de tus eventuales miedos a la caída?

 

          TW — El vértigo puede resultar placentero, como el mareo y la embriaguez. No se me ocurre ahora una sola circunstancia en la que el miedo pueda tener signo positivo, salvo brindando alarma. Pero no genera bienestar en tanto goce. El vértigo de la lectura, de la escritura, el vértigo de los sentidos alterados, la vida y la obra en vértigo. El vértigo de posar los pies en el aire, como dice el poema de Jorge Spíndola. He sabido darle el suficiente vértigo a mi vida. No me arrepiento.

 

 

          16 — Puesto a elegir: ¿en qué cuatro poemas se expresa nítidamente la naturaleza de tu poética?

 

          TW — Me cuesta discernirlo dentro de ese margen. Desde los primeros ejercicios, o tal vez sobre todo en ellos, mantengo una recurrencia sobre un par de asuntos que considero esenciales. Esenciales no sólo porque dominan la dimensión de las reflexiones, sino porque también encarnan en texto. El tema más frecuente es un repensar hasta el hartazgo, hasta la incomunicación, hasta la producción de textos que sería difícil su ofrecimiento a la lectura, en qué es escribir, qué es la palabra y sus poderes o atributos casi mágicos e invocatorios.

          Ya en la adolescencia escribí bastante sobre la metaescritura, sobre la metapoesía, impulsado por una convicción casi mística sobre la posibilidad de escribir. Aún la conservo, a pesar de la diferencia de intensidades que un pensamiento puede ejercer en el tiempo.

          Un poema inédito finaliza de la siguiente manera: No entiendas, escuchá:/ el sentido aparece al oído.” Intento conducirme por ese sendero para interpretar la poesía: hay que oír y otorgar sentido prescindiendo de la comunicación.

 

 

          17 — Animales legendarios: ¿Centauro, grifo, hipogrifo, basilisco o dragón?

 

          TW — Centauros, sin dudas. Poderosos centauros capaces de las más altas proezas físicas e intelectuales y de las más bajas aberraciones como la violación y el saqueo. Son un claro ejemplo de que el poder implica una responsabilidad no siempre presente. Dicha carencia puede conducir a la desmesura, con sus consabidas consecuencias. En “Mitología” les dedico un poema.

 

 

          18 — ¿Te sería posible trazar un mapa de lo que podríamos llamar campo cultural en tu provincia durante las últimas décadas?

 

          TW — Neuquén tuvo una importante afluencia de artistas hacia fines de la última dictadura cívico-militar. En general, toda la Patagonia se había convertido en receptora de gente que elegía escapar (o debía hacerlo) de sus ciudades. Gracias a esos arribos hubo un auge del teatro, la plástica y la literatura. Había una vida cultural tremenda en los ‘80. Sé que muchos se dirigieron a Neuquén dado que el obispo, Jaime de Nevares, no compartía la posición pro-dictadura de la iglesia católica, sino todo lo contrario: acompañaba a los que necesitaran contención. Por eso también vinieron artistas exiliados chilenos y uruguayos, varios de los cuales tuvieron incidencia directa en la gestación de asociaciones culturales y gremios de artistas. Podría decir que no hubo parricidio dado que todo estaba fundándose y maestros y alumnos trabajaban juntos. Había grupos antinómicos, por supuesto: estaba la Sociedad Argentina de Escritores y el Centro Sanmartiniano, vinculados a la iglesia y a la derecha y, por otro lado, el Centro de Escritores Patagónicos, el Teatro del Bajo, organizaciones que apuntalaron el teatro, los títeres, la pintura y la literatura incluso en el interior de Neuquén. En la ciudad de Zapala, por ejemplo, se constituye el embrión de la recurrente revista “Coirón 2.0” en medio de procesos dificultosos, de condiciones precarias, ya que no había editoriales y todavía se publicaba en otras provincias. El CEP fue importante no sólo para Neuquén sino también para el desarrollo e intercambio cultural de toda la Patagonia.

 

 

*

 

Tomás Watkins selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

 

 

comenzó a llover a tiros

el barro disuelve la tarde

calle abajo

 

la ciudad

humillada en los charcos

 

su cuerpo mudo sangra

bajo las ráfagas

 

 

                                   (de “26”)

 

*

 

 

el cielo se encapota y todo truena

bebo del vaso negro

hasta las últimas consecuencias

hasta que se cansan las ventanas

en la otra orilla

de esta cabeza doliente

 

yo vi a Li Po bajar por el Limay

con su sonrisa implacablemente ebria

con su viejo morral

de poeta gastado

 

esperaba una muestra de cariño

 

Li Po

nunca lo sabremos

el crepúsculo nos sorprende así

despacio

y para siempre

 

 

                                              (de “26”)

 

*

 

 

Kadmos

 

 

Alfabeto entre los dientes

del dragón que nos condena

al futuro de los actos

 

Sueñan griegos y tebanos

en las fauces que devoran

la palabra empeñada

 

 

                                    (de “Mitología”)

 

*

 

 

Ícaro

 

 

Quiero para mí

la voluntad de la gota

que cae sin lastimarse

ni hacer daño

 

 

                                      (de “Mitología”)

 

*

 

 

Sade

 

 

Pocos hombres

al reverso

del espejo

son lo mismo

 

 

                                           (de “Mitología”)

 

 

*

 

 

Celebriedades

 

 

Llevamos el vino a la práctica.

 

No fuimos tan jóvenes y daban

las 12 al sol de aquel diciembre.

Un auto con los ejes averiados,

 

nuestro techo alegre y todo

suelto ahí en el aire, cien colores

del río carnaval, y fue tanto

 

que florecen huellas crueles

cuando arrecia el apetito

del amor emocionante

 

 

                                                   (de “Hora blanca”)

 

 

*

 

 

Fluidifica

Gris y terca la ciudad incendia

cada noche; sosténganse, almas sedientas,

el agua dejará correr la vida por sus muertes.

 

 

                                                  (de “Bien de consumo”)

 

 

*

 

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Neuquén y Buenos Aires, distantes entre sí unos 1100 kilómetros, Tomás Watkins y Rolando Revagliatti.

 

 

 

 

                                                                                                        

 

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