martes, 13 de diciembre de 2022

Ana Bisignani-Argentina/Diciembre 2022


 

BUSCANDO A LÓPEZ

 

El día se presentaba con sol, sin viento; como entregado. Estuve desde temprano dispuesta a tomarlo. Las noticias de España eran buenas, los alumnos vendrían en horario apropiado. Hacía este repaso cargando las bolsas en las que llevaba las pesadas resmas A4 que había conseguido en oferta.

Pasé por la Casa de la Cultura, en Olivos, donde siempre hay carteles anunciando tal o cual cosa. Me atrajo un hombre que miraba uno, especialmente ubicado. Me olvidé de las bolsas y quedé enganchada en la imagen. El hombre que se mira a sí mismo, me digo. Las noticias anunciadas durante la semana decían que medía un metro setenta. Traté de compararlo conmigo...  y sí, el tipo era de mi altura, el pelo blanco y el perfil semejante al que tantas veces había visto en televisión o en los panfletos de la calle. Pero no podía ser. La actitud no era la de un hombre perdido, ni desprendido de su memoria. Antes bien, alguien demasiado interesado en la foto y el breve texto exhibido. La expresión del cuerpo estaba alerta, como a punto de arrancar pero, curiosamente, sin apuro. Volví la cabeza varias veces. Por suerte nadie lo advirtió porque esa actitud no sería la esperable para una señora estilo “ya estoy retirada”  y a esas horas de la tarde. Pero no lo observaba para buscar su atención sino porque para mí era López, el hombre al que buscaba el país entero.

La intuición, el análisis de su actitud frente a lo que parecía ser un ”sí mismo”, me hicieron decidir que era pura casualidad que se pareciera tanto. El hombre del cual hablaba la prensa no podría ser ése. Nadie puede mirarse de ese modo casi ostentoso como diciendo: “miren soy yo el de la foto, ¿no ven? salí igual”. Contando además, que dicho hombre estaba desaparecido, tal vez secuestrado, enfermo y que sufría de lagunas mentales o como se diga. Si su intención fuera llamar la atención, no daba con el perfil anunciado. Si por el contrario, se encontrara perdido lo hubiera envuelto la inseguridad y su persona demostraría, por empezar, signos de falta de higiene. Si lo hubieran soltado los secuestradores, tampoco se exhibiría de esa manera... No podía llegar a que él fuera el de la foto, salvo por el inmenso parecido. No me decidí, no llamé a Emergencias. Tenía para mí que el noventa por ciento no le pertenecía a pesar de que se aproximara un noventa por ciento. Seguí dos cuadras más y me olvidé del tema hasta que vinieron los alumnos.

Se los comenté, quedaron perplejos por eso que percibí de la imagen dudosa.

Pasaron dos días, creo, y al oír que hablaban en el noticioso de la televisión sobre un señor muy parecido a López que habían encontrado maniatado como consecuencia de un robo callejero ocurrido en el partido de Vicente López, me detuve frente a la escena que no pasaron en primer plano y dije: “seguro es el tipo que vi”. Lo primero fue alivio, porque la duda que aún tenía me producía culpa y, lo segundo, la confirmación de que, desde chica, me insistían en ciertas dotes de  adivina precoz o profunda observadora.

Nunca me cerró la expresión del cuerpo del que miraba, dentro del otro que figuraba  en las fotos pasivo y triste.

Ahora bien, tuve la impresión, desde el comienzo, de que López 2 quería que lo descubrieran, como que, a pesar de su buen aspecto, miraba por el rabillo para ver quién caía.

No oí nada más en los noticiosos, salvo la reiteración de que los vecinos que lo habían ayudado pensaron que era López y de allí el barullo que hicieron para ir a su encuentro. Volvieron a confirmar que no se trataba de él, sino de alguien muy parecido a quién, tras robarle por la calle, lo habían abandonado con las ataduras puestas.

 

Hoy me pregunto demasiadas cosas. Lo que relato sólo pertenece al área de mi imaginación que muchas veces me ha contestado preguntas de difícil respuesta. ¿Tan solo se sentiría ese hombre que necesitó hacer semejante puesta en escena para llamar la atención? ¿O es que estoy cargando este episodio con márgenes de psicologismo de entrecasa y debo escribir rápido otro cuento para que mi cerebro dé rienda suelta al pensamiento y ponga en la ficción estas fantasías que se me ocurren y que pueden lastimar a alguien cuyo único delito, por ejemplo, fue parecerse a López?

 

 

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