LAS CONSECUENCIAS DE UN BUEN VINO
Él preparó cada detalle, su camisa blanca hacía composé con sus zapatillas, pero su sonrisa fue el gesto más bonito de la noche. Decidió cocinarle un jugoso bistec con papas rústicas acompañado de un Zimfandel que tenía reservado solo para ocasiones importantes.
Ella llego a las 20:30 hs. como habían quedado con un postre de frutillas con crema, era la primera vez que lo preparaba, pues la reunión lo ameritaba. Cuando él abrió la puerta quedo deslumbrado al verla en ese vestido de broderie blanco, como si se hubiesen puesto de acuerdo para congeniar; Se quedaron boquiabiertos por un momento sin poder deletrear palabra alguna. El beso en la mejilla fue el más dulce que ella había recibido en años.
La mesa estaba preparada y en el medio unas velas aromáticas que daban un toque romántico. La luz era tenue y de fondo una música que invitaba a tararear su melodía. Comenzaron a intercambiar historias conociéndose un poco más, ya que en las redes sociales muchas veces conectar, lo que se dice conectar no es preciso que se dé genuinamente.
Hablaron por horas mientras cenaban; sus cachetes se tornaron de un rojo aterciopelado, el alcohol estaba haciendo su trabajo. Y las risas eran contagiosas, pues ya habían entrado en confianza. El postre estaba deliciosamente frio, mientras lo deleitaban compartían sus gustos musicales, no estaban tan distantes de lo que a cada uno le gustaba. Estaban tan entretenidos que el karaoke no se hizo rogar, paso un tiempo y quedaron desplomados en el sofá.
Ella propuso ver una peli, ambos concluyeron en una de terror; El la abraza y ella delicadamente se acurruca en sus brazos. La mira fijamente, deslizando su mirada hacia sus labios susurrándole suavemente -intuyo que no vamos a ver ninguna peli; a lo que ella le responde con voz temblorosa y desconcertada, queriendo sin saber eso que él le propondría, pero no llego a terminar la frase cuando El, la callo con un beso tan apasionado que algo dentro de ella se estremeció; Su piel se erizo y sus latidos iban al son de las manecillas de una brújula sin rumbo. La tomó en sus brazos y la llevo directo al camino de la locura. Comenzaron con unas sutiles caricias que recorrieron todo su cuerpo, el dulce néctar de sus labios fueron atravesando cada punto clave hasta llegar al oasis de sus sentimientos.
Ambos mordieron el deseo que escondían hace mucho tiempo, todo se volvió exótico. Ella se hallaba al borde de la perdida de la cordura, sus piernas temblaban y se aferraban aún más a él. Sucumbieron al placer de saciar lo insaciable, en un lago de miel profundo fundiéndose en una eterna lumbre.
Ella sabía que esta era la última vez que llegaría a este éxtasis cuando él le susurro a su oído sin querer, que veinte años de diferencia no son nada. Yaciendo en sus senos tan plácidamente, no queriendo soltarla nunca más. Dormitaron entrelazados acariciando su desnudez disfrutando de sentirse la piel, hasta que el sol entrara por la ventana, advirtiendo que era hora de terminar con la más bonita odisea que jamás imaginaron vivir.
2 comentarios:
me quito el sombrero...! señora!!! excelente historia... está magistralmente escrito, guardaste para el final lo mejor... de eso se trata la narración... creo que este tipo de prosa te va al dedillo... la estructura narrativa, el conflicto de lo culinario, el encuentro del clímax y el desenlace... perfección señora!
Ese postre frío que calienta almas y tu relato que invita a querer vivirlo. Muy lindo mariel. Tq. GB
Publicar un comentario