jueves, 20 de junio de 2024

Santiago Espel-Argentina/Junio 2024


 

El largo día del poncho de hilo amarillo

 

 

Eso que algunos poetas llaman jornada y otros días,

no es más que una débil tregua o cese imaginario

del fuego en la batalla, la pausa descarada de la vigilia.

Abrirá la puerta de la casa, traspasará el límite oscuro

como quien sale del sofoco del agua o del lejano

e inenarrable útero, y dejará inerte sobre la silla el saco

gastado por el rayo del sol o por la caricia de la lluvia.

Se dirá que los aspectos frívolos de su vida han alcanzado

ya un punto intolerable, un punto sin retorno, y cerrará

y abrirá instintivamente la mano como un corazón abierto

y anhelante de sacarse un peso de encima.

En el patio cuadrado y de reflejos presentirá el perfume

dulzón y esperanzado de los brotes nuevos, y cuando

el pájaro cante en la antena, como es costumbre,

el perro del vecino ladrará su encierro de todo el día.

Pensará en el paso del tiempo, y lo verá en los lunares

de los brazos, y en la humedad que sube decidida

por la pared del sur, la más angosta del patio cerrado.

Se sentará finalmente a la mesa y dejará caer unos pocos

y balbuceantes versos que reprobará con una mueca.

En ese momento, como un gesto indeclinable

del destino, sonará el timbre: una, dos y tres veces.

Abrirá y verá que está empezando a llover, y que la gente

corre a sus casas con las últimas y perentorias compras,

como quien busca refugio y sosiego, después de un

largo y tedioso día, apenas antes de la indolencia fatal

y socarrona del próximo, disciplinado, e inminente minuto.

1 comentario:

xxxx dijo...

Me gustan las imágenes que se potenciarían con menos adjetivos, me parece, tal vez me equivoque.