domingo, 25 de octubre de 2009

Juan Carlos Vecchi-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2009


Los beneficios literarios de una comida casera

A Nselmo...



Ana; Pablo y Viceversa




Con un erótico apetito fluctuante, entre los ochenta y cinco y trecientos besos por noche, Ana y Pablo, en poco tiempo consumieron la pasión que se tenían, el uno por el otro.
Cuentan las mojarritas que, en su último encuentro, jugaron a la escoba de 15 apostando al sosiego. Mientras jugaban, Pablo comió dos bananas y palitos salados. Ana aceptó lo que había quedado del puchero de la noche anterior a la noche anterior.
Jugaron dos escobas: La primera la ganó Pablo y la segunda también. El citado aprovechó su buen juego y se puso a barrer los rincones mientras ella miraba el cielorraso. Ella vió como una araña perseguía otra araña (también pensó que bien podrían estar corriendo una carrera de arañas), pero no le dijo nada a Pablo pues si bien el tanque de agua del edificio era muy grande, su sed de venganza aumentaba con el embalsamado gateo de los minutos.
Hablando del verbo ocular, durante este último desencuentro, no se miraron nunca como sugiere Mary Poppins en su ensayo “La importancia de la sombrilla y como bajarse las enaguas cuando el viento sopla “FFF” por si algún baboso anda merodeando las verdes colinas” (Capítulo 365, Pág. 12.999), cuando nos dice: “Pon tus ojos en mis ojos y deja de mirarme los pectorales que asoman sobre las puntillas rosauras de mi casaca egipcia".
Ana, tapó sus ojos verdes con dos rodajas de pepino bis (solía llevar siempre en su cartera uno, entre cuatro a cinco mil cosas más), y Pablo recurrió al par de anteojos de sol por lo que nos obliga a considerar, estimado lector, el horario de aquel encuentro: tres menos veinte de la madrugada.
A penas hablaron y apenas pudieron escucharse a partir de una notable estrategia de Pablo; la de crear una atmósfera acústica insoportable y a todo volúmen, sin considerar todavía el contenido de la cinta: “Teoría y solfeo hasta dominar las latas de dulce de batata, cacerolas y/o garrafas vacías con dos palitos chinos”.
Entre el olvido y el sarcasmo, uno y otro “confundieron” el nombre del otro: Tres veces Pablo se dirigió a Ana como "Euridice", dos veces como "Felicitas" y cuando ella le pidió permiso para ir al baño pues necesitaba vomitar un poco, él dijo:
- Faltaba más, Renzo, mi depto es mi depto, pero vos sabés dónde queda el ñoba…
Ana no se quedó a la retaguardia del encono: Una docena de veces nombró a Pablo como “reloj cucú”, tres veces como “teclado” y en dos ocasiones “intitulado”. Saliendo del baño optó por un “gracias, Tribilín”.
La temática que mantuvieron en aquella noche de gatos dormidos fue espeluznante: dos minutos y medio sobre política nacional e internacional y la importancia del agujero desde el punto de vista de un queso gruyere (el doble de tiempo menos de lo que tardó Pablo en levantar el tubo del teléfono, apoyarlo sobre su oreja derecha, decir “equivocado, Sr. gendarme”, y volver a colgar el tubo en el aparato).
Un silencio de seis camiones estacionados en una playa de estacionamiento, cargados con bolitas de acero, al finalizar la cinta, desencadenó el resto: Pablo empujando a Ana con una escobillón hasta la puerta de su departamento y ella rogándole a Dios para que uno de los ascensores, al menos uno, la estuviese esperando vacante en el piso.
A la noche siguiente, cada uno por su lado y en nombre de la esperanza, juraron no pensar en el otro nunca más.
- Borrón y cuenta nueva, bebé - le dijo Ana a Antonio Banderas, quien aparecía en la tapa de una famosa revista sobre cineastas y carameleros, dejada como al descuido sobre la mesa ratona del living.
- No existís, Ana -dijo Pablo mirando el helecho serrucho que agonizaba de sequedad en un rincón de la cocina.
El movimiento circular del tiempo todo lo cura. Ana y Pablo, decidieron reabrir sus corazones. Ana se compró un gato y le puso de nombre “Gunchi”. Pablo se decidió por algo más barato y menos misterioso: un hámster, y le puso mucha viruta a la caja de vidrio, media hoja de lechuga previamente humedecida, tapa de frasco de mayonesa para las semillas y algo de lana y papel, siguiendo las sugerencias de la vendedora, quien era gorda y hablaba como si fuera flaca.
Ana fue feliz mientras Gunchi recibía su amor humano, pero el gato se cansó de tanta mimada de Ana y desapareció una noche de peluche luna. Una vecina, en la otra vereda de la historia, comentó:
- Seguro que el pobre gato se fue porque ella habla demasiado. Y ese tono que tiene, ay dios mío, ¿lo escuchó alguna vez cantar a Edmundo Rivero engripado?
Alguien comentó que el gato se había ido pues nunca se pusieron de acuerdo con Ana sobre la marca del alimento. Que muchas veces los escuchaba discutir al respecto. Por su parte, Pablo cambió su mascota por una figurita de Bernardino Rivadavia, un latita de azafrán y dos saumerios, a saber: reina de la noche y musk.
Al poco tiempo, la soledad comenzó a soplarle la nuca a Pablo y decide probar suerte con otras mascotas. Así fueron pernoctando en su departamento los siguientes especímenes: perico, caniche, cobayo, caballo de calesita, zorro polar, lobo estepario, koala gigante, un jabalí sordomudo, un oso hormiguero con los hormigueros correspondientes por el mismo precio, un mandril, y finalmente, una anaconda dando por terminado el asunto.
- ¿Qué animal podría comerse una anaconda, Don Jacobo? -le preguntó una mañana al portero del edificio-. ¡Nadie me dijo que convivir con una era tan peligroso!
- Ud. me cuelga en la pared una foto carnet de una hormiga silbando y le saco tarjeta roja, eh -le contestó el portero, harto de escuchar las quejas de los demás propietarios e inquilinos del edificio, durante las reuniones del consorcio.
Ana y Pablo conocieron a Mario y Daniela: hoy son Ana y Mario, Pablo y Daniela. En realidad, considerando que últimamente estoy escuchando tipo buda de cerámica, bien podrían ser las duplas: Ana y Daniela, Pablo y Mario, Rómulo y Remo o Copa y Chego. De todos modos, el cuarteto anda feliz aunque lejos de comer perdices porque se pasan el calendario comiendo comida chatarra. ¿Linda historia, no? ¿eh? ¿no? ¡ah!
¿Y si les dijera que son cuatro desdichados, pero se la pasan comiendo pastel de carne y canelones de verdura? ¿Prefieren los canelones de espinaca? ¿Sí?
¡Viva la comida casera!
(1)

(1): ¿Qué me cuentan del puchero de Dios que quita los pecados del mundo? ¡Ten piedad de nosotros, amor!




12 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantooooooooooooooo!!! jajajaja
Para el absurdo, Juan Carlos Vecchi!Maestro.Te felicito Juani, leerte es sentir aire fresco en la cara y.... risa, risa, risa, alegra leerte.
Besote, amigo querido.
Norma Guerra

Anónimo dijo...

Juan Carlos: muy bueno!!! me has deleitado con la lectura de su material. Un abrazo de Laura Beatriz Chiesa.

Anónimo dijo...

Queridas amigas Norma y Laura: GRACIAS por sus comentarios y me alegra gordamente que hayan disfrutado otro hecho en Juanca.

Un abrazo largo para ustedes dos (otro pala Graciela que se pasó con la ilustración :O)

Juanca.

Anónimo dijo...

Qué bueno! Me reido mucho con este texto! Qué ganas de comer algo casero...
Mirta

Anónimo dijo...

Hola y gracias por contarme que te reiste, querida Tamir; alegrome y mucho.
Sospecho que usté es buena cocinera, osea, ¿qué hiciste ñam ñam después de leerme?

Abrazo largo y cuidate mucho.

Juanca.

Anónimo dijo...

Puchero

Anónimo dijo...

¿El que quita los pecados del mundo y ten piedad de nosotros, amor?
Gracias por comentar estimado anónimo.
Abrazo Vecchi...

Mauricio D´Amico dijo...

Cuántos recursos Juanca. Se lee, disfruta, ríe, entusiasma a seguir...
Abrazo grande Maestro. Siempre es un lujo.

Anónimo dijo...

Gracias por tu comentar, cumpa Mauri y alegrome - como mucho -, tu disfrute.
Abrazo embarazado y lujo son los lectores que hay acá, eh :O)

Juanca.

Anónimo dijo...

Juanca, espectacular lo tuyo. Muy divertido! Es raro que escribas algo disparatado no?. Me encantò.
Besos

Anónimo dijo...

La del anterior comentario soy yoooo!! Viviana!!!! olvidé poner nombre

Anónimo dijo...

Querida olvidadiza Vivi jaja, gracias por comentarme, che. Y nones, no es raro porque escribir como escribo me hace feliz y uno, seamos honestros, escribe para el otro yo, che... el yo- lector que también somos, ese mesmo que corrije los textos del primer yo (escribidor).
Dicen que el estilo (formación artística o discurso) es el hombre. Simple. Y vos ya sabés cómo soy en la realidad jaja.
abrazote y nos vemos el miercodich.
Juanca.