sábado, 24 de octubre de 2009

Mer González-España/Octubre de 2009



Anne



Anne añoraba el cielo azul del verano del noventa y siete.

La añoranza crecía y se alojaba en los recuerdos, que conservaba en cajitas de metal que poco a poco comenzaban a oxidarse.

Anne había pensado que el tiempo era el mejor remedio para aquella tristeza.Que mientras el tiempo fuese pasando,las heridas dejarían de doler y sangrar.

Pero se equivocó.Una vez mas se equivoco.

Aun recordaba, el olor de las manzanas que había saboreado en las escaleras de la vieja casa.

Sentía el agua mojar su pelo y la risa de él.

Siempre pensó que lo tendría con ella, que serian uno.Dos niños que bailaban descalzos sintiendo la hierba bajo sus pequeños pies.

Que él le contaría aquellas historias de estrellas que cuidaban a los niños y de duendes que vivían cerca del lago.

Anne pensó que siempre serian tan felices, como en esos días en que bajaban con sus bicicletas y tras quitarse su ropa, nadaban en el enorme lago, donde vivían seres mágicos según él.

Pero todo termino y ella creció lejos de sus alas mágicas, de sus historias, del sonido de sus pasos sobre la madera de su cuarto

.Lejos de sus dedos haciéndole cosquillas, de sus besos a escondidas.

Y lo extrañaba.

Miró el cielo que presagiaba lluvia y aceleró el paso.

Cómo deseaba poder verle de nuevo y decirle que había leído cada una de sus historias.Que había disfrutado de las aventuras de sus personajes bajo el frío de esta vieja ciudad.

Deseaba tanto tenerle cerca como cuando eran niños y ambos parecían poder conquistar el mundo si se lo proponían.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Mer: qué bueno ese recuerdo de inocencia y realidad. Muy bueno, la abraza, Laura Beatriz Chiesa desde Argentina.