domingo, 22 de junio de 2014

Rocío Herrera Carrera-Monterrey, Nuevo León, México/Junio de 2014


 INFIERNO GRANDE


La mañana helada rompe el silencio con las campanas que repican llamando a misa de seis. Ya los comerciantes preparan las vendimias y se apresuran a tener todo listo para cuando la gente salga de misa. Apenas acaban de acomodar  sus viandas, cuando ya la gente se arremolina comprando sus mercancías. Todos están absortos en sus cosas cuando una a una las personas paran de hacer sus compras  para ver algo que les llama la atención. En el pueblo de San Felipe Torres mochas Guanajuato, las gentes  ven a  María José Ixtlizochitl, mujer joven, y de facciones  indígenas. Noble de corazón, pero de carácter recio, que igual ofrece su mano para ayudar a quien lo precise, y que con la misma mano es capaz de aplastar a quien se atraviese en su camino. Todo San Felipe Torres mochas le tiene respeto, pero a la vez es la comidilla del pueblo al haberse convertido en la amante de Aristeo Moya, hijo del doctor del pueblo, y un  tipo venido a menos, sin oficio ni beneficio  que se enredó con la María José, sin tomar en cuenta antes, que con esta hembra brava no se juega.  Las gentes del pueblo la miran caminar presurosa, y notan que su cara enmarca un rictus de dolor y horror. Camina volteando angustiada como sabiéndose perseguida.  Todos se sorprenden al ver  que  va escurriendo un hilillo de sangre del bolso que lleva abrazado contra su pecho. Entonces, comienzan  las habladurías de las gentes.
-¡No!  Si bien decía doña Chole,  la María José va a terminar muy mal. Esos celos que siempre trae por el Aristeo, la van a mandar a la cárcel, o a la tumba. Decían unos. -No es bueno que la mujer se meta en asuntos de hombre. La mujer se debe a su casa y a su prole, no a cuidarle los gustos a su hombre. Respondían otros.
María José  llega a las puertas de la iglesia, y duda si entrar o no. Ella  abraza fuerte  el bolso como queriendo fundirse en él. Por fin entra a la iglesia y se dirige a los altares donde se inca. Pone con cuidado el bolso en el piso  y lo abre despacio, saca de el una daga ensangrentada, la pone bajo el pulpito y se desploma convulsionando en llanto. Tras  ella, llega una comitiva de hombres, es la gendarmería que le gritan a voz en pecho que se levante.
-¡Ponte de pie María José!, si no quieres que te peguemos de tiros. Tras de ellos, medio pueblo se arremolina queriendo saber qué es lo que pasa.
- ¡Obedece  María José!  ¡Te habla la ley!  María José  no obedece a los gendarmes, esta taciturna mirando las sagradas imágenes. Se agacha y abre de nuevo el bolso, cuidadosamente saca  un pequeño bulto manchado de sangre. Los gendarmes y la plebe se estremecen al reconocer lo que la María José trae en las manos.
 - ¡Jesús, María y José! ¿Ese no es él bebe de María José y Aristeo? ¡Dios mío! ¡Lo mato! Grita doña Chole arrancándose los pelos de la cabeza, en señal de histeria.
-¡No! si bien decía la gente. Cuando se entere  la María José, que el Aristeo se ha fugado  con Toña la de la cantina, no iba a acabar nada bien. Y pues  los platos rotos los pago la criatura indefensa. Dice la plebe.
El sacerdote se le acerca con cuidado a  María José y le quita al niño inerte de los brazos. Ya no había nada que hacer, la María José lo había apuñalado varias veces  cuando se enteró que el amor de su vida se había fugado con la cantinera. La  historia del  amorío entre el Aristeo y la Toña, era ya bien conocida en todo San Felipe Torres mochas.  Como también conocidos eran los celos enfermizos  que la María José tenia por el Aristeo. Pero lo que nadie se imaginó, era que la María José se vengaría de él  con el hijo que el Aristeo le había dado. Los gendarmes toman a la María José y se la llevan a la cárcel. La gente del pueblo se conmueve  y comienzan a rezarle al chiquillo que yace sobre el pulpito. Llantos y quejidos se escuchan por todos lados, que poco a poco se convierten en blasfemias de odio hacia la asesina.
-¡Esto no se puede quedar así no más! ¡Vamos todos! tenemos que linchar a esa maldita bruja.
-¡Si! ¡Vamos a quemarla viva!  lo que le hizo  a ese angelito es del puritito diablo.
-¡No!  Si bien decía la gente, esa tal por cual de la María José, siempre fue mujer de mala leche. Pues si ella bien que sabía que el Aristeo era de ojo alegre. ¡Y hay esta¡ dale y dale tras el hombre, pos si, ¿a quién le dan pan que llore? El pobre Aristeo ni modo que le dijera que no, ¡pos si es hombre! y como hombre, él tiene para todas. Dicen los hombres furiosos. La parvada de gente comienza a juntar antorchas y sogas, ya todos preparan palos y piedras para exigirle a la gendarmería que se la entreguen, la van hacer pagar por la afrenta.
-¡Vamos por ella!  Ahora va saber lo que es el castigo de Dios. Mira que matar a la criatura nomas porque el hombre anda haciendo lo suyo. No, si esta vieja va a pedir a gritos que acabemos pronto,  y lo que va a sufrir  no se le desea ni al peor de los mortales. Dicen las mujeres furiosas.
Y es así como el pueblo de San Felipe Torres mochas se une para tomar la justicia por sus propias manos. Tal como lo ordenan los usos y costumbres de la zona. María José va a pagar el crimen de haber matado a su hijo para castigar al hombre infiel. Y va a pagar caro  el haber amado hasta la locura en este pueblo chico, pero infierno grande.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente!

Eduardo dijo...


una historia muy creativa que sucede en los pueblos aun felicidades

Anónimo dijo...

CONMOVEDORA HISTORIA, NO CABE DUDA QUE LOS CELOS ES UNA DE LAS COSAS QUE MAS SE ACERCAN AL INFIERNO, MUY BUENA HISTORIA Y CON UNA MANERA DE RELATAR QUE ATRAPA. FELICIDADES!

Anónimo dijo...

Interesante historia, este relato aún en estas épocas resulta muy actual en ciertos lugares, Felicidades!

Anónimo dijo...

Muy bueno,¡felicidades!

Anónimo dijo...

Me gusto.