lunes, 22 de julio de 2019

Agustín Alfonso Rojas-Chile/Julio de 2019


EL LICANTROPO


El miércoles 2 de Abril, de emergencia se reunió el Directorio del Zoológico para tratar un extraño suceso al interior de éste.
Según los vigilantes de la noche, nada vieron o sintieron, que les hiciera pensar en algo anormal. Así lo registraba la bitácora... “guardia de 20:00 a 08:00 horas, sin novedad”.
Sin embargo, dos horas después, el propio administrador en su visita diaria a los diferentes recintos de animales, encontró que el corral de los camélidos había sido violentado. Un guanaco macho y una hembra yacían con el cuello roto, un gran orificio de dos pulgadas de diámetro penetraba hasta el corazón. No encontró rastros de lucha, sólo pequeñas gotas de sangre alrededor de los cuerpos, delataban que algo o alguien los había atacado.
En el corral de las aves seis gallinas New Hampshire, y dos de raza Lira, de un alto costo comercial, se encontraron muertas sin una gota de sangre en su cuerpo. No había rastros que delatasen la causa de tan desastrosa incursión...
                Varios meses atrás, un caso similar se había producido pero esa vez, las víctimas fueron los monos capuchinos. Por lo tanto, se trataba de una relapsis de alguna bestia, o un sicofante que rondaría el entorno.

                Al equipo de veterinarios que examinó los cadáveres, no le fue posible determinar si había sido un ataque de perros de la aldea u otra bestia.
                Alguien dijo:- Esta es obra del chupacabras...
                -No, a ese engendro sólo se le podrían atribuir las gallinas, pero los camélidos no, porque  a éstos, les fue licuado y absorbido el corazón”... dijo Guillermo, jefe del grupo
                Una corriente fría se desplazó por el cuerpo de los directivos que les hizo encogerse en sus asientos.
                Entre ellos, había una persona que profesaba el sincretismo y les dijo:
                -Señores, creo que es bueno que analicemos a la luz de la religión este extraño caso que se ha convertido en un verdadero meandro, de los últimos acontecimientos...
                Se acordó invitar a sacerdotes católicos, pastores de iglesias, popelícanos, cátaros, incluso un ecléctico y un hierofante, de la iglesia griega ortodoxa, para que en común, discernieran el caso.
                Constituido el comité, hicieron traer los cuerpos en un gran escriño, para la auscultación de los restos.
                Dijo el hermenéutico, dando una inflexión grave a su voz:
                -Debemos ser muy perspicuos en el análisis para que no quede sombra de dudas de nuestro trabajo...
                En tanto sin darse cuenta, y quizás debido a su edad, un silencioso borborigmo, se deslizó entre las piernas de los presentes, saturando el ambiente con un fuerte olor a azufre.
                -¡Por Dios! El hedor de estos cuerpos, nos demuestra la existencia del infierno- reflexionó el hierofante, junto con apretarse sus fosas nasales con los dedos. Sonrojado, se sacudió suavemente los pantalones y se alejó del lugar.
                De la discusión de tan conspicuas autoridades, se desprendió la necesidad de investigar con mayor acuciosidad, el lugar del obituario.
                Fue así que al visitar el mallado se encontró, por un lado, las huellas de zapatillas de esas que usan los atletas cuando saltan obstáculos. Sin embargo, por el interior sólo se encontraron huellas de las cuatro patas de un animal de la familia de los cánidos. Se siguieron los rastros, estos se perdían muy cerca del vallado, para luego ser ubicados, nuevamente, con dirección a la casa del administrador.
                Se interrogó a los vigilantes, no dieron mayor luz sobre el caso. Reiterando que nada sintieron, ni vieron durante su guardia, pese a ser una noche muy clara. Había luna llena, sólo el aullar de un perro y el vuelo asustadizo de los pájaros del bosque cercano. Fuera de ésto no observaron nada extraordinario.
                El hermenéutico, se embulló en sus libros para concatenar la muerte de los animales, el aullido del  perro, la luna llena, el vuelo asustadizo de los pájaros, los rastros de zapatillas por un lado y las huellas de perro, por el otro, determinando finalmente que:
                -Sólo un licántropo es capaz de tan atroz carnicería...
                                                                              
                                               ***************

                Durante tres días se izó varios  gonfalones en el perímetro del zoo, como homenaje a los malogrados animales muertos.
                Al día siguiente, cuando la luna se elevó en el horizonte, sobre el cerro “La Campana”, a las 2 de la madrugada, se escuchó un fuerte aullido, los pájaros volaron, los animales del zoológico se apiñaron, uno junto al otro, plenos de terror. Un gran can se acercó a la valla perimetral..., ¡se aprestaba a saltar!, el sacerdote católico salió de entre los setos, con la cruz en alto y le gritó: - “¡Retírate Satanás!”- dando un fuerte alarido y llevando los ojos inyectados en sangre, dio la vuelta y se perdió entre los árboles del cercano bosque.

                De amanecida, la esposa del administrador inquieta por la ausencia de su marido, salió al porche de la casa. Lo encontró desnudo y aterido de frío en la leñera. De su boca colgaba un hilillo de sangre. Lo condujo a la cama y lo amarró al respaldo del catre.
                Concluyó: “Sólo así evitaré que sonámbulo, dejes la cama a media noche”... La luna llena iluminó con mayor fuerza el bosque, mientras a lo lejos un clavicímbalo arrojaba sus notas al viento...


Nota: Las palabras destacadas existen, solamente que casi no se usan en nuestro lenguaje habitual.



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