Pintura de Marina Podgaevskaja |
ENTRE EL SALMÓN Y LA AUSENCIA
Entre el salmón y el tempranillo apareció él, casi perdido entre relojes y adioses.
Dos, tres años, no recordaba, si sabía cuánto había tardado en permitir su ida. En realidad nunca lo había hecho del todo, de modo que esta reaparición sólo era la presencia de alguien ausente a veces.
Despertaba pensando en su figura reflejada en el espejo, la cómica manera de tomar el cigarrillo, sus urgencias. Sabía que era el otro nombre, ese que debía cuidar de susurrar en la noche. Sabía tantas cosas.
No la había amedrentado la pobreza, ni la bohemia que seguía la anárquica silueta, sí la había retenido ser el otro nombre, la del café a hurtadillas en la mesa del fondo, la de los encuentros furtivos a deshoras.
Lo miró, tomó su copa y a modo de brindis la elevó, bebió tres sorbos y sin hablarle pagó su almuerzo. Se levantó y haciéndole un gesto para que no la siguiese, cruzó la puerta del restaurante.
Él se quedó sentado, seguramente sus manos jugaban con la servilleta.
Ella miró la calle gris, ante sus ojos había soles, niños, flores.
Respiró hondo, la vida se abría paso desde sus venas y le ofrecía una sonrisa triunfal, la tomó.
Claro- se dijo- comienza la temporada por eso el precio de los zapatos.
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