El reencuentro
Llegó tarde a la reunión de reencuentro con sus amigos de promoción del colegio, en un conocido restaurante en Barranco, donde ponen buena música de los noventas y sirven buenos tragos.
Todos estaban riéndose y acordándose de anécdotas viejas e inolvidables. Algunos estaban casi calvos, otros con canas, más gordos, unos llevaban su anillo de casados, y otros eran solteros o quizás divorciados.
Uno de ellos al verlo llegar gritó; ¡pero miren, si es el Rey de la puntualidad!
-Hola como estas, como casi siempre no acudes a nuestras reuniones anuales, pensábamos que no venias, pero ¡te acordaste del aniversario de la promo, que alegría de verte! otro amigo le dijo -¡pero que tal blazer, que ficha tu camisa y que buenas tabas!, oye esa ropa es cara ¿te la traes de Europa no? claro, seguro paras viajando por negocios y por eso siempre estás ocupado-. Miró a todos sus amigos, y sus manos empezaron a sudar.
-Tengo muchas personas que me ayudan, son muy profesionales- dijo él lacónicamente.
-¿Te casaste? o ¿seguro tendrás una nueva novia cada mes? preguntó el amigo que lo recibió.
-No suelo involucrarme con el personal del trabajo- respondió él, poniéndose un poco incómodo ante las preguntas.
-Vamos hombre, no seas modesto, si eres soltero puedes disfrutarlo como manda el Dios Baco, ya me imagino tus “fiestas romanas”- exclamó uno de los amigos que tenía un vozarrón que todo el restaurante escuchó.
-Otro le preguntó ¿Oe, por qué no tienes Facebook? no se te encuentra, ni en Youtube, ni en Google, nada… ¡Ah ya sé, seguro usas una red social solo para gente de billete!
-He estado muy ocupado estos últimos años- respondió sin querer decir ya ni una palabra más. Empezó a sentir como un vacío en el pecho.
De pronto llegó gritando un amigo, quien había sido el brigadier de la promoción y le dijo al grupo:
-No saben lo que ha pasado, es Ernesto, sí, se ha accidentado esquiando en Huaraz. Todos empezaron a hacer preguntas sobre el accidente. Él aprovechó ese momento y se fue alejando del grupo. Su celular sonó, él respondía solo con monosílabos y frases cortas.
Cuando intentaba llegar a la puerta de salida, una fémina lo abordó y muy coqueta le dijo:
-Hola, hace años que no te veo, que te parece si nos tomamos una copa y nos quedamos juntos hasta mañana- la miró a los ojos y siguió su camino.
Salió de la reunión, tratando de controlar su respiración, subió a un taxi, y le pidió al conductor que tomará la carretera central:
-Siga de frente, yo le aviso-
Al llegar a Chaclacayo, una zona alejada de la ciudad, de su bullicio y sus historias, el taxi paró ante una casa rodeada de paredes altas, con un portón grande de madera, allí lo esperaba un hombre, de cara bonachona, que llevaba un maletín, éste le preguntó:
-¿Cómo te fue?
-Mal- dijo él -sabes, no puedo hacerlo todavía, se me hace muy difícil entablar de nuevo relaciones con la gente, solo quiero dormir-.
-Entiendo, mira… ha llegado un nuevo fármaco, podríamos usarlo ¿qué te parece?- recomendó el hombre, mientras tocaba por segunda vez el timbre de la gran casa.
-Sí, está bien- dijo él con resignación. Antes de apagar su celular, le mandó un mensaje a su hermano: “Hola, he vuelto a ingresar”.
En la puerta dejó sus objetos personales, entró a una especie de habitación donde podía dejar su ropa, mientras se desvestía leía el cartel del lugar “Casa de reposo, BÁLSAMO DE PAZ, donde cuidamos y ayudamos a los tuyos”. Le dieron una bata, y lo acostaron en una cama que ya conocía. La enfermera le puso suero y el doctor con jeringa en mano, le pregunto; ¿Estás listo?
-Él le dijo, un momento, falta algo,
-¡Ah, si, me olvidaba! dijo el doctor, y de inmediato trajo una foto y se la entregó.
Al mirar la foto sentía una sensación de nostalgia, tristeza e incertidumbre, pues no sabía si volvería a despertar cuerdo.
-¿Ahora sí?- preguntó el Doctor
-Sí, mirando la foto, él quería que lo último que vieran sus ojos en esta vida, sea esa imagen, donde los rostros femeninos sentadas en el sillón de su antigua casa, dibujaban una sonrisa.
El fármaco entró por sus venas, tratando de darle paz. En unos minutos sus ojos se cerraron, mientras una pequeña lágrima caía por su rostro.
El Doctor le dijo a la enfermera:
-Dormirá de dos a tres días, cuando se levante le das una buena ración de comida
-Sí Doctor
El Doctor salía del cuarto, se detuvo, volteó y le dijo a la enfermera:
-Ah y no se olvide también de darle su mejor medicina
-¿Cuál Doctor?
-Un vasito de gelatina, con sabor a mandarina.
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