MÁS QUE UN VIAJE
Ha finalizado el día de trabajo.
En mi agenda reunión con mis amigas Ana y Lucía.
Ya en la calle, camino y apresuro el paso para llegar a la parada del colectivo, unos minutos de espera y allí llega.
Comienza el viaje. Un trayecto de 45 minutos. Avanza lentamente.
Es un alivio estar sentada. Veo que acelera un poco, por suerte.
Anochecer de una tarde cálida de fines de marzo.
Por fin viernes, todo el "mundo" en la calle.
El sol escondiéndose, y las luces de colores de las vidrieras comienzan a encender. Abro la ventanilla y una brisa fresca envuelve mi rostro.
Siento también el olor a combustible, el aroma a caramelo del pochoclero allí parado y el perfume a flores de aquella plaza que acabamos de pasar.
Mucha congestión de tránsito, propio del horario y de un fin de semana que se aproxima.
Vuelvo a ver aquella casa de arquitectura Victoriana, entre un estilo gótico y romántico, sobre esta calle empedrada aún. Siempre despierta mi curiosidad y una extraña sensación, no sé por qué.
Esa niña, siempre ahí, mismo lugar, tan pequeña ella, vendiendo artesanías, una más, de tantos niños en la calle.
Veo ya brillar las luces de las avenidas, amo este paisaje, la noche de Buenos Aires.
Admiro la majestuosidad de algunos edificios, la arquitectura, su historia y la modernidad de otros con sus vidrios espejados.
Apoyo la cabeza en la ventanilla, en las calles y veredas la gente bulliciosa o ensimismada en sus pensamientos.
Mi imaginación me atrapa. Recorro con la mirada a las personas que están a mi alrededor. Comienzo a pensar en cómo serán sus vidas, de dónde vienen o a dónde van, sus historias, en fin... seguramente muy parecidas a la mía, a la de algunos, a la de todos, solo transitando la vida.
¡¡Uh!! nos tocan todos los semáforos en rojo, miro el reloj, voy con retraso.
Faltan unas cuadras para encontrarnos en aquel bar, el de siempre.
Bajo del colectivo y camino. Fue un lindo viaje, lo hice tantas veces...
Cierta nostalgia me invade, con el recuerdo de otros tiempos.
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