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EL JAZMÍN
(Para mis hermanos Cachito y Kabaliu, los extraño)
En medio del jardín, el jazmín se alza,
con su fragancia celestial y misteriosa,
sus pétalos blancos, como almas perdidas,
susurran secretos de antiguas memorias.
El aroma del jazmín, dulce y embriagador,
me transporta a días de inocencia y amor,
cuando mis hermanos jugaban en el patio,
y el tiempo se detenía en cada flor.
Jazmín, testigo de nuestra niñez,
con su pureza sin fin en cada flor,
lleva los nombres grabados
de aquellos hermanos que yacen durmiendo
en eterno descanso, mi alma destrozada extraña a los ñaños.
Su fragancia primaveral llena el aire,
me envuelve en recuerdos de tiempos pasados,
la tierra mojada bajo el cielo oscuro,
y mi madre extrañando sus retoños maduros.
En la galería, bajo techo protector,
se tejía un lazo eterno entre hermanos,
y en cada suspiro retenido de vida,
un recuerdo grabado en los años tempranos.
El jazmín, símbolo de belleza y dolor,
refleja en sus flores la vida y la muerte,
sus metáforas danzan en la brisa nocturna,
susurran promesas de un amor inerte.
En cada hoja marchita, una historia se esconde,
en cada esencia perdida, un sueño desvanecido,
el jazmín solitario, testigo silente del tiempo,
que nos lleva por caminos de melancolía,
que revive en versos la eterna poesía.
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