jueves, 14 de febrero de 2019

Eduardo Vladímir Fernández Fernández/Febrero de 2019


SALTO DE AGUA

Hay razones que gorjean en su oquedad
sin rasguñar la corteza
para decirte, amor, que te deseo.
Que te aguardo en el olor de los pasos imaginados
las palabras no dichas
las selvas corporales no holladas
que huelen a leña y días de fiesta
a gritos mudos
y sapiencias lejos del aforismo.
Que me haces rotar en coordenadas
sin redes, estrella polar, ni acimut.
La profundidad sedosa de tus cabellos
para soñar tu cuerpo como una aventura
donde sal y miel no son contrarios,
sino la fusión de lo propio.
Jamás polos, quizá alabanza de quejidos
hechos versos.
Desesperadas eyecciones en el envés
de las horas.
Un círculo común.
En fin, el imaginario de los contrahechos.
Hay razones como cascadas de pasión
-pues para el odio y la muerte las ha habido.
Traerte en mi conjuro a revolotear.
Juntos frente a las cegueras, etnias e ideologías.
Besarnos sin testigos ni artilugios
sin metrallas de estrofas
ni flores marchitas.
Luego de eones patriarcales
en unas nupcias interminables
que duren como momento inicial de la explosión
de todo el universo.
Cuando no había muros
ni evangelios
ni credos
ni roles.
y todos fuimos cataclismo de luces y tinieblas:
soles y lunas
volcanes y heladas.
Buscando el grial.
¿Santo grial?...
Hay esas razones inconexas
que nos hacen sufrir.
Locuras muy personales, ajenas a visados.
Sin alambradas, ni policía de frontera.
Para entregarnos desfallecidos
hasta un final de amorfa comunión.
Al margen del dictamen del censor a sueldo.
Hay razones para la justa cópula y nada más ...

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