martes, 19 de febrero de 2019

Lucía Lezaeta Mannarelli-Chile/Febrero de 2019


PELOTA AZUL

       ¿Por qué ahora brilla el mar diferentemente? ¿Por qué los barcos ya no inspiran el menor interés a fuerza de tanto mirarlos y observarlos anclados ahí? O quizás no son los mismos, pero, al fin, en la mísera casa encaramada en las cumbres del cerro. ¿Qué más da que sean o no? Lo tangible es, lo que antes inspiraba entrañable afecto, ahora produce violencia en mí. Sobre todo ésto. - ¿Cómo está la vecina? ¿Y Carolita...? – Igual. Tal como la traje del hospital. Y la otra, y la otra. Y todas preguntando estupidamente lo mismo. Sí, ya se fueron al colegio los demás. –Y qué precioso está el mar hoy, ¿No es cierto? –Sí, ya está haciendo calor. Claro,  está haciendo calor y no está ni siquiera el refrigerador en su sitio. Partió siguiendo el camino del tocadiscos y la cocina nueva, flamante, adquirida con facilidades. Una ganga, fíjate, así por lo menos si la casa es modesta, no faltarán comodidades. –Sí, pues alguna satisfacción hay que darse. No todo será trabajar y criar chiquillos. Y ahora...-Pero, ¿Cómo no van a encontrar un comprador? – Sí, mujer, encuentro pero chipeado. De a diez mil pesos mensuales.- Y la operación vale veinte millones.
            El día rutilante, insolente de luz y sol. También hay que pensar en hacerle comida al marido y los demás niños...Se percata que en el subconsciente los trata con cierta modificación afectiva; como si toda su familia estuviera ausente del comportamiento emocional que la aqueja. Le dan vueltas en las circunvoluciones cerebrales los ruegos de su madre. No, hija. ¡ No! Tiene que haber justicia. Un Dios está mirando. Pero, ¿dónde está Dios ahora? Si ella casi no se atreve a entrar a la pieza oscurecida. Tapada la única ventana que recibe luz, aire, sol y el precioso panorama con el precioso mar, allá lejos. No habrá de bajar más a lo de los comparendos. Ni abogados, ni citaciones al juzgado. Y toda la casa en un desorden indescriptible. Los nervios de punta. El dictamen de la justicia: accidente, fortuito, menor de edad, casualidad. La pelota azul que escapó y Carola corriendo tras ella y el muchacho que venía con velocidad la empujo. Tres metros. Sí, tres metros y sin baranda. Los cinco años de Carola con ese nombre y algo de baile. Carola Barcarola. Carolín Cacao Leo Lao. Así jugaba. Su cabecita destrozada. Sus vértebras cervicales quebradas donde no pasaría más la savia vital. La médula que daba el tono a su parloteo, cantos y juegos. -Mamá ya sé contar: Uno, dos, tres, siete, cinco, ocho.- Pero no Carlotita, Carolita, Carolinita. Mi pichoncito que bajó del techo. Te comiste el cuatro y el seis. ¿Dónde los metiste? Y lo repetía hasta aprenderlo y ambas reían felices... ¿Justicia? ¿Estás en este mundo? ¿Dónde encontrarte? Un buen abogado. Pero el padre del muchacho puede pagar uno mejor...
            -Llévesela, señora. Hemos hecho todo lo que la medicina puede. De ha hecho todo. Es cierto. Tres operaciones. Médicos, enfermeras, hospitales, ambulancias. Tratamiento especializado Tránsito de una unidad de internación a otra. Cotejo de diagnóstico. Profesionales de enlace. Informes “Determinada la alteración de la integridad de su campo de conciencia...”
            Esa extraña placa de platino incrustada como en la cabeza  de un horrible ser espacial, en la caja craneana de la niña. El retroceso de su mente a la primera etapa infantil, sin control de esfínteres. Los terribles ojos fijos y sus gritos... El temor de volver a escuchar aquel grito, aterroriza...Abre la puerta. Ahí está el pequeño bulto, vendado, inmóvil a fuerza de calmantes. Durmiendo, en el límite indefinido e indefinible de la normalidad y la monstruosidad. Con el cerebro totalmente alterado. Felizmente no durará mucho... ¿Es qué una madre puede pensar así? ¿Es que la capacidad para sentir tiene validez solamente en el placer? Pero ¿por qué no existe la misericordia? Carolita, rubia, graciosa, inofensiva, jugueteando como los ángeles con sus hermanitos, alegrando la pobreza, repitiendo los cantos del último cantautor. (Cómo le daba risa ese nombre). ¡Cántalo! –decía Carola al verlo en la tele. ¡La Tele!  El desgarramiento que sintió al ver cuando se la llevaron  también por el camino de las compraventas de ocasión que habían seguido los demás artefactos electrodomésticos y hasta los flamantes cubrecamas a telar... -Primero está la salud, hija- había dicho su madre. Pero aún con todo eso no se podía comprar la salud, la vida, la inteligencia, la normalidad y nada es devuelto cuando se ha perdido. “Traumatismo Encéfalocraneano Múltiple”, “Cerebro dañado. Como una información conjetural, claro está.” El diagnóstico se le quedó grabado como una fulminante razón. La más cruel de las respuestas. Accidente. Toda bajada  debería tener barandas. Es cierto. Pero ningún municipio tendría ítem suficiente para proteger cuanta escala, quebrada o precipicio existe... ¿Por qué haberle regalado esa maldita gran pelota azul, de plástico? Quizás nada habría sucedido si la puerta no hubiera estado abierta...O tal vez sí. Esos muchachos en cualquier momento podían empujar a un niño pequeño. ¿En qué estaba ella que no se dio cuenta cuando la niña salió corriendo? Fue un instante, un minuto o un segundo, lo preciso para que sucediera. Seis meses de agonía, gastos, carreras, noches, noches y noches sin sueño ni reposo. Y el muchacho ese riendo insolentemente  con los compañeros de juegos, como si nada...Tiene ya dieciséis años. Físicamente puede ser hasta padre de familia ya...La primera reacción: ¡Matarlo! Que ese padre y esa madre sufrieran lo mismo que ella...- No, Hija. ¿A qué desgraciarte? ¿Quién cuidaría los otros niños y el marido?- Nadie podrí librarte de la Correccional...Es fácil aconsejar...Palabras y palabras. ¿Son algo ante este infierno?
            El mar está demasiado azul hoy. Azul como aquella pelota...Como los azules ojos de Carolita cuando le brillaban al reír...
            ¿A qué misteriosas leyes obedece el mundo que, de súbito, puede perder su armonía? Reflexión, sensatez. Rigen solamente si todo está normal. Pero ahora...Ese volver los ojos blancos y prorrumpir en estertores con la cabecita vendada como un lastimoso fardo o una momia que, por equivocación, no está tranquila en su sarcófago...Y esa mirada sin expresividad que no encontrará resonancias ya ni siquiera con el afecto...-No durará mucho-...Fue el consuelo del doctor al entregarle el pequeño bulto. Pero ya era mucho. Demasiado. Sufría, sufría y todos sufrían. ¿Hasta cuándo? Podría darse el caso, como habían explicado, que durara años en ese espantoso limbo... ¡NO! ¡No era posible! Felizmente la casa está sola a esta hora...Suave, suave...el almohadón fue cargado con más fuerza...y la pequeña respiración que aún mantenía el latido y el contacto con la vida, dio un solo sobresaltado aletazo final...  




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