lunes, 22 de febrero de 2010

Raúl Fernández-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2010



Madres y abuelas


Existe una problemática que se viene agravando a través del tiempo y que se ha transformado en una patología. El problema de las madres adolescentes. Muchachas que van generalmente de los 15 hasta los 18 años. A este problema hay que sumarle uno aún mayor y son las madres de esas chicas. Mujeres que van de los 35 a los 50 años.

Esas mujeres, que de la noche a la mañana se transforman en abuelas, aún siguen manteniendo muy vigente, como es lógico, su sentido de madres. El problema reside en que esas abuelas, en la mayoría de los casos, se transforman en madres de sus propios nietos.

Esto sucede porque las adolescentes tienen relaciones sexuales pero no están preparadas para ser madres, entonces delegan casi obligatoriamente sus deberes de madres en sus propias madres y, como se supone que las madres saben mucho; además como necesitan seguir siendo madres, comienzan a desempeñar un rol que no es el que deberían. Esto lo podemos ver más que nada en todo el conurbano bonaerense y en los alrededores de otras grandes ciudades de nuestro país, en loS colectivos, en las calles, en los hospitales, en las salitas de primeros auxilios. Son las abuelas las que cargan con los críos y no las verdaderas madres.

Éstas, pobrecitas, no saben ni dónde están paradas. Es evidente que sufren el shock de haber parido a tan temprana edad. No tienen la capacidad ni la mentalidad para hacerse cargo en forma adulta, por ellas mismas, y sin depender de sus madres para lo que deben hacer. Ellas abrieron las piernas y eso es todo. Puede parecer cruel pero es así.

Abuela, o el término abuela, es otra cosa.

Lamentablemente, estas adolescentes deben someterse a esta situación porque no les queda otro remedio. Deben vivir en la casa de sus padres, comer de su comida, pues en la mayoría de los casos no saben valerse por ellas mismas. No pueden hacerse un aborto porque no lo pueden pagar, por eso estos casos se dan en la franja de la clase media baja. La clase media o la alta lo puede “arreglar” de otra manera.

Tampoco las madres de esas adolescentes son culpables pues sus propios problemas, las condiciones en las que viven, el tener que ir a fregar pisos para mantener la familia y el poco cerebro les impiden prevenir o preparar a sus hijas, aconsejarlas o contenerlas. Es así como estas niñas transformadas en madres deben delegar algo tan preciado como un hijo en su propia madre; y ésta, joven aún, necesita seguir siendo madre y asume un papel que no sólo no le corresponde sino que perjudica en forma sustancial a la criatura. Pues ¿quién es la madre en si?

El Estado se encarga de las campañas de prevención y la distribución de preservativos. Pero el Estado ¿tiene conciencia de que un adolescente puede tener sexo todos lo días y que los preservativos no alcanzan y que el joven que embaraza a una adolescente ni siquiera tiene dinero para comprarlos aunque quisiera? ¿El Estado tiene conciencia que esos jóvenes no pueden pagar la habitación de un hotel y tienen sexo en cualquier parte? ¿El Estado tiene conciencia de que la higiene en la que vive esa adolescente con su criatura está completamente ausente?

Esa criatura, que tiene una madre que apenas le lleva 15 o 17 años y una abuela que le lleva 35 o 40 años, criado en esas condiciones ¿qué puede esperar de la vida?

No quiero meterme con las organizaciones que se llenan la boca hablando contra el aborto o designan un día del “niño por nacer” y mucho menos con las religiones porque de hipócritas el mundo está lleno.

Me interesa abordar el tema de esas niñas-madres y de esas abuelas-madres porque este es un Asunto de Estado.

Muchas veces, cuando las veo como si fueran un pollo mojado, con la mirada y la mente casi ausentes, y al lado de ellas las madres portando sus criaturas me pregunto ¿cuál de las dos es la madre? Es difícil de distinguir.

Somos un país subdesarrollado no porque no tengamos tecnología, producción o fábricas o grandes profesionales. Somos subdesarrollados porque no tenemos parámetros para saber cómo encarar este tipo de patologías y porque al Estado o al gobierno de turno o a nuestra iglesia le conviene que sea así, que siga así y que nunca cambie, y que si cambia sea para peor, porque en los países subdesarrollados cuanto más ignorante sea el pueblo mejor para ellos; aunque el discurso sea otro.

A esto debemos agregarle el fenómeno de las madres separadas o divorciadas, que cuando “su nene” o “su nena” de 16, 17 o hasta 20 años consiguen novio o novia pasajero, hacen lo imposible para que estos estén en la casa y se sientan cómodos. Muchas de esas madres hasta le compran una cama de dos plazas (“para que los chicos duerman bien, pobrecitos”) sin darse cuenta que son relaciones pasajeras. ¿O son madres que quieren tener otro hijo cuando ya se les pasó el cuarto de hora o quieren vivir la vida de sus hijos? Y “los nenes”, varones y mujeres, aprovechan esta “coherencia” de sus madres sin darse cuenta de lo patético de la situación. Entonces no crecen. Están, solo están.

Muy adultos para tener sexo ellos, eso si, dormir en cama de dos plazas también. ¿Y lo otro? El crecimiento individual ¿Dónde está? O cuando esa relación se rompe, esas madres ¿Piensan un segundo en que a sus hijas/os les queda un espacio vacío en la cama? ¿Creen que eso a sus hijos no les afecta? ¿Qué tienen en la cabeza esas madres? NADA, ABSOLUTAMENTE NADA. Los psicólogos y los psiquiatras desde ya muy agradecidos.

Por supuesto que la culpa de todo esto también la tienen los “norteamericanos”. ¿O no?



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