martes, 27 de septiembre de 2011

Raúl Barrozo-Argentina/Septiembre de 2011

     Fideos negros

     Es hora de almuerzo. Sé que no es hora de añoranzas. Con el estómago vacío una se vuelve más vulnerable, más desprovista. Pero soy una tonta. Y no sé porque digo esto, si lo único que yo quiero es sincerarme un poco: explicarme por qué nos alejamos, porque nos separamos… por qué te fuiste, Javier. Porque si vos decís: “Me traicionó con Cacho”, no sería nada raro. Si lo dijeras vos. Pero lo dije yo. Porque vos me traicionaste con Cacho. Vos me cambiaste por Cacho, vos te fuiste a vivir con Cacho, Javier... Que me dejaste todo. Pero por favor... ¿Qué es todo, Javier? ¿Los doscientos compact acaso? Que seguro que ya estarás armando una nueva colección con el tarado ese que lo único que sabe hacer los domingos es meterse  en el Parque Rivadavia a hablar de lo más rarito de la música contemporánea, sin darse cuenta que el rarito es él. ¡Que va! Y pensar que yo misma te lo presenté. Que me iba a imaginar yo que con esa carita de niño bueno, con ese pelo tonto sobre los hombros, que finalmente se iba a salir con el monstruo de adentro. Y pensar que te lo presenté yo misma. Yo, que lo conocí en la clase de jazz en el bar ese de Recoleta donde un par de nostalgiosos acompañan a otro nostalgioso que habla de jazz y de Fats Fernández, de Baby López Furst y de la Porteña Jazz Band y de los orígenes negros del jazz y de nueva Orleáns y de Misisippi. Como si el hecho de ser negro te reivindicara como creador. O como más bueno. Está bien. A fuerza de ser sincera, yo también alguna vez lo sentí. Pero sólo fue una circunstancia eso del amor por todo lo afro americano que vivimos juntos en Bahía. Pero no para que se instalara en toda mi vida sino sólo por esos días tan placenteros contigo en el Brasil. Así están las cosas. Vos te fuiste con el Cacho y yo llorando por los rincones como una histérica. Y encima, a la hora del almuerzo. Pero todo pasa. Lo estoy superando. Hoy, por ejemplo volví a mis andanzas culinarias. Y también a los fideos negros que compramos un día en Coto, como una joda, te acuerdas?. Y que nunca te los hice. Bueno. Hoy los cociné. Se los preparé estupendamente a mis sobrinos. Recién se acaban de ir, y no dejaron nada. El único problema es que no sé si se consiguen ahora, porque son importados y peor aún, en caso de que así sea, no sé si están al alcance de mi bolsillo. O sea que, en el hipotético caso de que por esas cosas que tiene la vida, tu vuelvas, lo abandones al Cacho ese y vuelvas y me los reclames, perdonáme, no creo que ya pueda volver a hacértelos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus cuentos Raúl, siempre tan bien relatados, Fideos Negros, deja ese sabor, entre risueño y melancólico.
Pero sabroso en su desarrollo.

Muy bueno!!!!

beso Jóse

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Raúl: un nuevo y excelente cuento. Un abrazo,