El abrigo
El clima no le impide salír una noche más a la puerta de su humilde vivienda. Hace mucho frío y allá viene ella, como todas las noches, y pasará delante de su casa y de su presencia, y una vez más seguro que ni lo mirará, con su único saquito de lana azul o negro, es tan tenue la luz de la calle; y apretará contra su pecho la cartera como para protejerse un poco más del frío. Sí, allí viene, y él sueña con comprarse un sobretodo.
Día a día va ahorrando el poco dinero que puede. Cuando me lo compre, la seguiré y la cubriré con él, sigue soñando.
LLega la noche en que la espera con el deseado sobretodo puesto, la vé venír con su cuerpo delgado, algo encorvado, la cartera apretujada contra el pecho y el inconfundible saquito oscuro.
Se anima a seguirla a pocos metros de distancia. Las calles sombrías están solitarias; a lo lejos se escucha el ladrido de un perro. Ya es muy tarde.
La chica continúa su camino sin percatarse que alguien la sigue. Se la vé ensimismada y ajena de lo que pasa a su alrededor.
Hasta que llega a un puente y allí se detiene. Se acerca a la baranda inclinando su cabeza hacia abajo, por donde pasan los automóviles a gran velocidad, mientras el viento golpea su cara una y otra vez como intentando despabilarla.
Armando teme lo peor. Está detenido a escasos metros. ¡No lo hagas! le grita. Ella ni lo escucha. El insiste en su desesperado pedido cuando una voz le ordena: ¡Retrocede!
Imposible, se vá a tirar, gime él.
No avances, es inútil luchar contra el destino, le manda la voz.
Desoyendo el extraño mandato que lo sigue atormentando y le impide avanzar, se quita imprevistamente el sobretodo y con impulso lo arroja hacia ella. El abrigo parece desplegar alas y con liviandad llega en su vuelo hasta la joven, quien lo recibe extrañada entre sus brazos.
Armando se acerca y la cubre con él.
El clima no le impide salír una noche más a la puerta de su humilde vivienda. Hace mucho frío y allá viene ella, como todas las noches, y pasará delante de su casa y de su presencia, y una vez más seguro que ni lo mirará, con su único saquito de lana azul o negro, es tan tenue la luz de la calle; y apretará contra su pecho la cartera como para protejerse un poco más del frío. Sí, allí viene, y él sueña con comprarse un sobretodo.
Día a día va ahorrando el poco dinero que puede. Cuando me lo compre, la seguiré y la cubriré con él, sigue soñando.
LLega la noche en que la espera con el deseado sobretodo puesto, la vé venír con su cuerpo delgado, algo encorvado, la cartera apretujada contra el pecho y el inconfundible saquito oscuro.
Se anima a seguirla a pocos metros de distancia. Las calles sombrías están solitarias; a lo lejos se escucha el ladrido de un perro. Ya es muy tarde.
La chica continúa su camino sin percatarse que alguien la sigue. Se la vé ensimismada y ajena de lo que pasa a su alrededor.
Hasta que llega a un puente y allí se detiene. Se acerca a la baranda inclinando su cabeza hacia abajo, por donde pasan los automóviles a gran velocidad, mientras el viento golpea su cara una y otra vez como intentando despabilarla.
Armando teme lo peor. Está detenido a escasos metros. ¡No lo hagas! le grita. Ella ni lo escucha. El insiste en su desesperado pedido cuando una voz le ordena: ¡Retrocede!
Imposible, se vá a tirar, gime él.
No avances, es inútil luchar contra el destino, le manda la voz.
Desoyendo el extraño mandato que lo sigue atormentando y le impide avanzar, se quita imprevistamente el sobretodo y con impulso lo arroja hacia ella. El abrigo parece desplegar alas y con liviandad llega en su vuelo hasta la joven, quien lo recibe extrañada entre sus brazos.
Armando se acerca y la cubre con él.
1 comentario:
Que bonito cuento Dora!!!!!
Y un lindo final!!!!!!
Besosss Josefina.
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