sábado, 25 de marzo de 2017

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Marzo de 2017



TIEMPO


                                                                                       Alfa y Omega, comienzo y fin, tiempo de vivir y tiempo de morir, sino inmutable de todo ser vivo, deslizar sinuoso de granos sólidos y pequeños, sílice del tiempo, transformación permanente, a la que no escapan ni siquiera las piedras y así en una perpetua transformación, todo cambia en su tiempo, en su periferia y en su profundidad, confundiéndose en acompasado ritmo como el tic tac de un reloj perenne, determinando cambios así como la arena, suerte de humanidad que va en camino desde las altas cumbres hacia el mar, grandes rocas al comienzo y más adelante quedarán convertidas en polvo silente que irá a pavimentar ese lecho marino, quieto y oscuro donde todo es reposo y quietud, sin embargo, en su largo camino, esas arenas han creado su propio cauce, como senderos prefijados por el Constructor que todo lo ha determinado y planeado, esforzándose en su largo camino en crear un devenir perfecto, en su iluso razonamiento, e incluso a veces en los remansos cree alcanzar la quietud serena de la brisa de primavera, pero la inclinación de su propio ángulo lo obliga a seguir, a veces  intentando  asir con  felinas garras alguna orilla, pero es un intento en el fracaso, pues solamente es una ilusión pretender lo inmutable, mirando a lo lumínico, envidiando a las aves su vuelo etéreo de libertad, libre de ataduras terrenas, que son las tuyas y las mías, sujeto a un deslizar sin parar, perdiendo poco a poco la esencia primitiva y en transformación de formas y estructuras para que la carrera sea en el ángulo más pequeño, pues aunque luches y te esfuerces, no es posible cambiar el sino terreno, no obstante saber que otros torrentes te acompañan y sentirás la sensación de cercanía, no obstante en lo tuyo, estás convencido de que te encuentras absolutamente solo, pero aun así, te consuelas con su presencia  que a veces se acerca, y otras se aleja y ya no la divisas, la angustia te sobrecoge, en ese momento tu compañera, la soledad, socava tu cauce y lo daña, entonces tu deslizar suave se acelera, y el camino se llena de baches que intentas corregir, pero sólo en la forma, porque en el fondo, esos otros ríos o arroyuelos ya se han perdido y sólo queda una herida que pretenderás burdamente remendar con hilos de olvido, pues la perfección no está en tu esencia y tampoco en la de los otros, incluso en la de aquellos que casi la tocan y convierten su cauce en un hermoso río de claras arenas que brillan con la luz radial del arcoiris, al hurgar en su interior también encontraras esos granos imperfectos y oscuros que tú bien conoces dentro de las tuyas y que siempre tratas de ignorarlo, aunque en tu devenir se van limando lentamente, con pericia de joyero, todas las aristas que sacaste de la alta montaña de tu origen, puesto que en tu rodada por muchos lugares diferentes, sorteando toda suerte de obstáculos has advertido que tu cambio es permanente y silencioso, y si en algún remanso te has topado con las inmundicias propias de la decantación, te convencerás que eres trascendencia de otras arenas y  de otros cauces similares a ti, que en tu carrera lo has aceptado dejando en tu torrente material, que recogerán otros que llegarán después de ti, no obstante las inclemencias con que te prueba esa Gran Mano que dirige tu curso y el mío, llegas a la conclusión de que es mejor someterse y optar por lo contingente, lo inmediato y la mirada histórica sólo para ocupar el archivero de tu mente y de otras mentes como una forma de elevarse con alas de imaginación y  sublimación de lo inevitable, que es el fin cierto de la carrera, pensando a veces ilusamente que eres el arquitecto de tu pasar, pasar que también indica tiempo, empeñándote en que tu ángulo sea un horizonte, pero, finalmente te percatarás que todo estaba previsto desde tu primer latido hasta la última expiración, hundiéndote en ese mar incierto de lo inconmensurable, cielo o infierno, de acuerdo a los dictados de tus creencias y profesiones de fe para esperar el fin, el gran cataclismo que te elevará de nuevo a las altas cumbres y bajarás nuevamente, pero ya no serás tú, sino otras arenas parecidas a ti y tu paso solamente quedará en la memoria de las arenas del tiempo en su carrera  inmutable hacia la eternidad.

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