viernes, 24 de marzo de 2017

Nora Coria-Argentina/Marzo de 2017



BORROSA *
(Sin clientes no hay trata)

Enormes. Como globos. En blanco y negro. En primer plano. Y echada para atrás, su cara. Borrosa. Escondida atrás de los números. Así la encontré. Ofreciendo los servicios en un par de volantes mal hechos, pegados a un tacho de basura. Y el pelo largo. Nunca lo había tenido tan largo.
Un buen rato me quedé parado al lado del tacho tratando de disimular. De a ratos me sentaba en el banco de piedra que está ahí nomás. Tenía que disimular. La edad no me ayuda. Tenía que arrancarlos y que ningún otro se los llevara.  
Hice bien en buscar un tacho para tirar la botella. Y en esa cuadra era el único. No sé cuándo empecé a cuidar el medio ambiente... Será que me enseñaron de chico. Algunos dicen que las casualidades no existen. Pero yo nunca ando por ahí. Hice bien en buscar el tacho. Porque ahí la encontré. Ahí estaba su foto. Borrosa. Pegada a la mugre. Lástima cómo estaba... Se nota que se puso para la foto porque mira como si estuviera contenta. Pero no se ríe como yo me acuerdo. Cuando se reía conmigo mostraba todos los dientes.
Eran dos los volantes y estaban mal pegados. Se podrían haber caído antes de que yo pasara y la viera. Porque los pegan así a propósito. Para que los hombres los arranquen rapidito, sin que se note lo que están haciendo. Y para que se los guarden bien guardados hasta que tengan ganas. O se aprenden el teléfono y se deshacen de la prueba del delito, del papelito roñoso con la foto mal sacada y la propaganda de mierda… borrosa...
Me quedé un rato largo dando vueltas cerca del tacho, como un perro. Quería arrancar los dos volantes. ¡Son nuestros que ningún otro se lleve su cara ni se aprenda el número! Pero a esa hora anda mucha gente por ahí. Tenía miedo de que me vieran. La edad no me ayuda. Y a esa hora anda mucha gente por ahí... Gente bien vestida sale de las oficinas y de los bancos, los manteros de la calle Florida empiezan a levantar sus cosas, y los turistas andan buscando los cafés de la Avenida de Mayo. Pero ahí me quedé... ¡Que nadie me vea que nadie la vea que nadie me vea hasta que pueda salvarla!
Tuve que esperar. Pasó el barrendero bien pegadito al cordón, llevando la mugre de la calle para la esquina. Ahora sí, me dije. Pero enseguida… ¿No sabés si el 56 pasa por esta cuadra? Y ahí fue cuando me distraje... Y cuando volví la vista, una de las propagandas ya no estaba, o mejor dicho un pedazo ya no estaba.
Y ahí quedó la mitad de su cara. Borrosa. La nariz, los pómulos. Y sus ojos. Yo la recordaba o la soñaba con otra mirada. Y ahora descubría que ella podía mirar diferente. Me dio mucha rabia. Y despegué como una bestia lo que quedaba de la foto. Pero después saqué la otra con cuidado. Y ya no me preocupé por el basurero que volvía, ni me fijé en el chofer que esperaba al patrón al lado del auto negro. No sé si ellos me habrán visto, no sé si alguien me habrá visto...
Después de todo…  ¿a quién le importa un pibe que corre a salvar a su madre? 

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