martes, 23 de abril de 2019

Efraín Muyurico Alaka-Bolivia/Abril de 2019



LO INEVITABLE

Noche anterior a aquel juicio, nos servíamos de una taza de leche con chocolate y buñuelos, Aurora jugaba entre nosotros con tierna mirada, mientras nos servíamos, inicié una conversación de algo que me afligía y no podía ocultar de mi esposa esa situación. Lo inevitable era lo inevitable, no se podía hacer nada para cambiarlo.
—Mis enemigos nacieron, lo ineludible queramos o no, sucederá —dije aquella noche del día antes de la sentencia, además de mis cumpleaños número treinta— está marcado en el destino de mi vida.
—¿Cómo así? —Contestó mi esposa— ¿no habrá modo de impedir acaso?
—Lamentablemente no lo hay, está trazado así en el vaticinio, ¿te acuerdas? ¿te conté verdad? Tras nuestro primer encuentro cuando recién nos vimos aquella noche —no pude evitarme de un profundo suspiro—. Pero mis suspiros llevarán tu nombre siempre, noche día, en amaneceres y atardeceres.
—¡Te defenderé con uñas y dientes si así tiene que ser mi amor! —Mirándome a los ojos con triste mirar, me expresó— ¡No dejaré que te hagan daño una vez más! ¡No lo dejaré!
—Es una profecía, no podemos evitar que suceda, cariño, no podemos evitar; aún no sabemos qué vaya a pasar en el Tribunal mañana, pero pase lo que pase, será un detalle para que la predicción marcada dé su curso.
—¡Mi amor! Me entristece el alma oírte decir eso. ¡Dime! ¿Qué debo hacer para ser fuerte en tu ausencia? 
—Solo dejar que me vaya el día que me convoquen al lugar donde será el destino final de mis días en vida, ¡no impedir que viaje a Egipto! —Cerré mis ojos, mordí mis labios para reprimir lágrimas, luego continué— por favor, cuando llegue ese día, ¡no me detengas!
—¿Cómo quedarme sola desde entonces? De llorar no dejaría, noche día, quizás hasta quedarme ciega.
—¡Aún falta mucho para eso, mi amor! Solo eso sé ahora, son etapas las que debo ver pasar, la primera es que nacieron mis enemigos, se desarrollan, se harán fuertes quizás de aquí a dos décadas; aunque eso me desuela, tu amor me consuela; debemos estar preparados, fortalecer también nuestro amor, amarnos más día a día que pasa.
—Probablemente te amaré más que ahora, aquel día en que te marches, además de seguir enamorada como fue desde el primer día. Pero si te vas, ¿cómo vivir sola? ¡Me harás mucha falta! ¡Lloraré en tu ausencia!
—¡No estarás sola mi reina bella! No lo estarás.
—Los hijos solo son hijos, ellos crecerán. Tú eres mi compañero de vida, ¡mi hombre!
—¡Son nuestros hijos, te cuidarán!
—¡No será por mucho! Harán sus vidas, también se irán, ¡entonces me quedaré sola! ¡Eso no quiero para mí! ¿Comprendes? ¡No!
—¡Aurora no te dejará nunca! —le dije entre lágrimas que no pude evitar que se deslizaran por mis mejillas— por eso se llama así nuestra niña hermosa que para entonces será toda una señorita, la llamamos así porque será tu despertar, tu sonrisa, tu consuelo, la suave brisa en momentos de tu aflicción. ¡Te amará como te amo yo! ¿Sabes? ¡Te amo mucho, ella lo hará igual!
—Me da pena quedarme sola después de todo lo que estamos construyendo —me dijo también con lágrimas que se deslizaban por su rostro.
—También yo me pongo triste en momentos, —le abracé—. Cuánto no quisiera evitar que eso pase, ¡pero no puedo!
—No sabré cómo vivir, el sol se apagará para mí, no podré soportar el dolor, tu ausencia ¡porque no soy tan fuerte! ¡abrázame fuerte por favor! ¡no me sueltes nunca! ¡nunca!
—Hasta entonces habremos construido la torre de la felicidad, juntos, agarrados de la mano, aquella con que siempre soñaste, nuestro castillo de la fe, será la base de tu fortaleza, mi hermosa mujercita, y estará bien fundamentado en nuestro amor; ¡eso te mantendrá fuerte!
—Sí, pero tu compañía me hará mucha falta mi amor, será algo reemplazable, ¿comprendes eso?
—¡Aurora! Ella te guiará. Sé que no regresaré de ese viaje, acabarán ahí con mi vida mis enemigos; entonces te esperaré del otro lado de la vida, lo haré pacientemente, y desde allí te cuidaré, también te guiaré, ¡no dejaré que nadie te lastime! —no dejaba de llorar abrazado a ella y en sus hombros. Mi amada igual.
—Llora, ¡llora hasta no poder! —me animaba ella con su dulce voz también quebrada— ¿Sí? ¡Llora! Que sea lo que Dios disponga para nosotros. Y que sea lo que Dios para nosotros provea.
—Cuánto no quisiera que me dejes morir en tus brazos, ¡que nunca me dejes que vaya a Egipto!
—Así será, mi niño hermoso, ¡así será!, si tengo que hacer mil cosas para cambiar eso, lo haré.
—¡Cuánto no quisiera que nunca dejes que viaje allá ¡ni por más que me ofrezcan el mundo entero!
—¡Te amo! Solo sé que te amo, ¡nunca dejaré de amarte! —me dijo en su más tierna voz—. Vamos a dormir ¿Sí? Ya es tarde, mañana es un gran día, y debemos estar lúcidos.
—Sí, chiquita hermosa, vamos a descansar.
Recostado en la cama, ya con mi mujercita bien dormida en mi lado, no podía dormir, miraba a todos lados en plena oscuridad, escuchando el chirrido de algún grillo extraviado en el vergel de la casa. Pensaba y, no dejaba de hacerlo, mi mente no podía evadir aquel macabro pensamiento. Desde niño mi deseo fue viajar a Egipto, quizás por querer empaparme del misticismo en sus pirámides, luego al Tíbet para encontrar paz; luchar hasta cumplir con ese sueño, pero después que supe que sí viajaría y lo que ahí con mi vida pasaría, mi alma se turbó, mi corazón se entristeció sabiendo que ahí acabarían sus días en manos de sus enemigos; jamás pensé que esto sería así, jamás se me pasó por la mente, y hoy al consolidar que así será, solo debo aceptar. Mis enemigos crecen, lo sé, aunque aún no los he visto, quizás nunca los veré, es producto de este proceso que llevé adelante en contra de mi agresor; ya antes de entrar a la última sofocante etapa procesal, aquel a quien demandé, me dijo que todo lo que había hecho hasta ese momento, se me iba regresar como el bumerán que cuando se lanza a algún lado, regresa al punto de partida. Intentó intimidarme con veneno en sus palabras, expresando que él era inocente, que más bien yo era el maldito culpable, el responsable de todo lo que estaba pasando, y por eso debía ser condenado a muerte lejos de aquí donde nadie que me conoce, me vea morir; me lo dijo en mi cara en la misma puerta de la Fiscalía, que todo lo que estuve haciendo con él, lo harían conmigo tarde o temprano.
Cuando escuché la palabra “muerte”, algo en mi ser se desmenuzó, como que mi alma se enmudeció de miedo. Ahí recordé lo que estaba expresado en el vaticinio, y ahí me di cuenta que a esos enemigos los procreó él en alguna parte, con alguna mujer, por los cuentos que se supo de su actuar infiel a mi madre. Me da miedo, pero debo ser fuerte por quien me ama, por quien amo con todo mi ser. Y dejar que pasen las cosas y situaciones que tengan que pasar.

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