miércoles, 20 de diciembre de 2023

Marcela Rositto-Argentina/Diciembre 2023


 

Zona de preembarque

Salí con tiempo para tomar el avión, pero en medio del camino había piquete, así que demoré más de la cuenta. Menos mal que había decidido viajar liviana sin tener que despachar, y que había hecho el check in en la web. Eso me daba margen.

Entré al aeropuerto casi corriendo, directo a la zona de pre embarque donde ya había varias personas. Mientras me acercaba a los controles, fui sacándome la mochila. Vi que algunos policías se movieron, se miraron casi incómodos, pero no entendí. Dí otro paso apresurado, me saqué el pañuelo del cuello, documento en mano

“Señora, hágase a un lado por favor. No puede subir con armas al avión”

Lo miré desconcertada: “Armas? Cuáles armas?”

“No se puede subir con elementos contundentes. Entregue su arma, lentamente. Colabore y no habrá dificultades”

A esa altura, temblaba. Uno de los policías me miraba fijo, con la mano cerca de su arma, atento. Otros dos se acercaron desde los costados. El resto de los pasajeros se hizo a un lado.

Miré mi mano como si fuera ajena, y ahí lo vi: “Esto? Esto es mi susurrador.. ve? Está hueco por dentro, para que las poesías puedan viajar con libertad, de uno en uno, como en secreto…” quizás moví un poco el susurrador, intentaba solo explicar su función, pero eso los alertó. El que tenía enfrente sacó su arma y me apuntó, los otros se acercaron al grito de “Señora, baje el arma… lentamente”

Estaba confundida y asustada, cuando quise darle el susurrador al que tenía enfrente, se me resbaló entre los dedos. Me agarraron enseguida, uno de cada lado. Pero el susurrador ya caía. Con el primer impacto del cartón contra la baldosa fría se disparó una frase de Juarroz, con el segundo, una de Pizarnik. Solo esas bastaron. Impactaron de lleno en el oficial que tenía enfrente. Le vi la cara transformarse, primero con uno, luego con el otro. Lo vi temblar debajo del chaleco antibalas, sentir aquellas poesías. Entonces entendí.

Dejé que me llevaran casi sin resistirme.  Lo último que vi fue su mirada, humedecida por capas de palabras. Sé que me miró, como víctima, como cómplice.

Lo vi caer como en cámara lenta. Arrastró su cuerpo hasta el susurrador y se lo apoyó en el oído. Así esperó a la ambulancia. Con los ojos cerrados,  sonriendo.

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