miércoles, 19 de junio de 2024

José Iván Bedoya-Junio 2024


 

DIARIOS DE UN AMANTE.  3 

(una despedida a Paquita, con quien conversé y a quien traté en forma muy cordial)

  

Hay cosas a las que uno nunca se puede acostumbrar. Vienen los acontecimientos tristes de una partida que nos ha dejado a todos por acá sumidos en el vacío. No queda sino el momento para recordar. Recordar es evocar, como te lo decía en cierta ocasión. Fueron momentos no sólo inolvidables sino de mucha alegría para mí. Encontré en tí un tesoro del que ahora sólo me doy cuenta. Tú eres como una mañana silenciosa que surge de pronto mostrando toda su belleza poco a poco. 

 

Me has dado muchos motivos para recordarte. 

Te recuerdo en todo momento. 

El recordarte me trae mucha alegría 

Por eso no lo quiero dejar de hacer nunca. 

No sé por qué no te conocí antes, 

si eres como una perla que, aunque pequeña  

encierra un valor invaluable por su calidad. 

 

Que todos los instantes vividos junto a tí 

nunca se olviden. Es que no pueden olvidarse 

porque me diste una nueva visión de las cosas. 

Tanta alegría y paz en tu acción, 

tanta bondad y sencillez en tu mirar, 

tanto encanto cuando estrechas una mano, 

cuando afectuosamente prodigas una caricia, 

cuando tristemente evocas lo pasado  

y que ya no volverá sino solo por la imaginación. 

 

Si alguna vez me sentía un poco extraño 

junto a tí era porque siempre me deslumbraba  

un encanto que es para mí imposible de describir. 

 

Separación como la de una planta de su terreno vital. 

Alejamiento de lo que fue motivo  

de alegría una y muchas veces.  

Disfrute encantador de un mundo  

de sincera felicidad al lado  

de personas que te aprecian. 

Una labor asumida en lo profundo  

de tus recuerdos buenos y llameantes.   

Un percibir un mediodía  

lleno de anhelantes porvenires 

Camino recorrido por un breve interludio. 

Unos intervalos interrumpidos  

por momentos de nostalgia entre murmullos. 

Quisiera que sintieras todo lo que se puede 

experimentar en una tarde  

con su crepúsculo ardiente y ondeante, 

lo que se escucha cuando uno se oye a sí mismo  

en un sendero bordeado de pinos  

arriba en la montaña,  

lo que se aspira cuando se abren los brazos  

y se pretende abarcar el universo con sus misterios,  

lo que penetra y produce escozor  

cuando se contempla  

lo inmenso de una hermosa noche de verano,  

y las humildes estrellas que a la distancia  

dejan traslucir su titilante lucidez. 

 

Te sentí tan cerca cuando te oía tiernamente  

en tu conversación cálida y confiada. 

Te sentí tan cerca como se siente  

el agua fría y sabrosa cuando cae  

a lo largo del cuerpo. 

Eres una margarita no deshojada ni cortada. 

Eres una margarita altiva y hermosa  

en el jardín florido. 

Eres una tierna flor de las que tomamos  

para hacer delicados ramilletes  

de pétalos entrecruzados. 

Eres más que la flor: eres florescencia  

que aparece en lo más hermoso del verano. 

Te presiento, te siento,  

te pretendo, me tiendo hacia tí  

tratando de no perderte.  

Te busco, te sigo, re recuerdo, te hallo.  

Y callo. 

 

Te miro en lo hondo de mi imaginación  

y veo más que tu silueta.  

Veo tu mirada acariciadora.  

Me penetra.  

Es como un rayo esperado  

para iluminar el frío escenario en que te percibo.  

Te persigo.  

Te alcanzo y siento en tí  

un inmenso latido de vida.  

Te siento plena: eres alegre y lo recuerdo. 

No me despido.  

Te conservo. Te tengo en mí.  

Todo me dice que tú estás.  

No lamento.  

Canto a tu sonrisa. 

 

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En el momento de estrechar un abrazo de una despedida se siente lo triste de la separación. Se siente un escozor incontenible que estalla en llanto. Es natural después de lo que se vivió y convivió en la sincera paz de unos cuantos días que se vinieron a convertir en algunos meses. Se recuerda la convivencia. Se recuerda lo bueno del encuentro. Se estremece el pensamiento cuando se mira hacia el pasado vivido pleno de vida y satisfacción. 

 

Sólo queda el momento para agradecer todo lo que me aportaron, todo el sincero alojamiento que me dieron en ustedes mismos. Me siento acompañado aquí por ustedes, aunque se van, aunque nos dejan. Todo ahora en estos momentos es agradecimiento. Quiero que no sea sino ésto: porque lo otro sólo es afecto hacia nosotros. No hay nada más ensoñador que recordar todo este inmenso lago de satisfacciones pasadas, ocurridas, idas y ahora solo recordadas. 

 

Ahora viene el viaje. El viaje tan esperado y tan querido. El enlace con la casa buena y amplia de la familia. La casa. Nuestra casa: porque allí iré con mi imaginación a recordarlos. A llamarlos. No intento olvidarlos: los veré laborando para el futuro grato de la vida. Los sentiré inquietos en la construcción del porvenir. Un mañana hermoso que los espera para sentir y vivir y colmar y disfrutar y amar… 

 

Aquí quedamos quienes los quisimos. Aquí pernoctamos los que en el día solo recuerdan y sienten el vacío de la despedida. Aquí permanecemos los que serán su contacto con Colombia, su lazo con esta tierra amplia y cálida. Aquí.  Su tierra. Nuestra tierra encubierta por su presencia y su ausencia. Los ausentes quedan con nosotros. Los amamos. Los queremos. Los sentimos. No se han ido. Solo se han ausentado por unos breves momentos que aunque parecen siglos son instantes. 

 

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 Todo aparentemente ha seguido igual por aquí, pero tú sabes bien que una cosa es la apariencia y otra la realidad. Esta en efecto, es muy dura si miramos bien las cosas, ya que una separación siempre trae dolor para los que quedamos, expresado de una u otra forma. Es mucho lo que quedó sin hablar entre nosotros, a pesar de que siempre conversamos varias veces. Te tengo presente siempre en mi memoria. Fuiste como un llameante relámpago que pasó de manera rápida y tocó brevemente mi esperanza. ¿Te cuento una cosa? No sé por qué es tan grato para mí el recordarte. Es como si penetrara en un ambiente cargado de riqueza y paz. Presiento entrar en un lugar nunca antes conocido, pleno de dicha. Me traes la paz. La cambio por el desorden. 

 Cuéntame de tu vida reencontrada con tus lazos familiares. De tus nuevos encantos en tu tierra que es tan tuya. De tus risas en el retorno largamente esperado. Dicha compartida desde aquí por quien te recuerda. Espacio renovado al contacto de tu presencia y por esta misma compartido. 

 Tan consternados por la dicha que les sale al encuentro. Aturdimiento convertido en serenidad. Abiertos a la dulce novedad. Simbiosis desplegada como grupo de gaviotas sobre las aguas ondeantes. 

 Notas la carencia de las que, presentes alegraban la estancia. Solo nostalgias y pesares percibo en el antiguo hospedaje. Los viejos vuelven una y otra vez a su alargado suplicio compartido, mientras las jóvenes van y vienen constreñidas y pacientes. Queda la espera del tiempo, silenciador de distancias. 

 Todavía me parece recordar aquella venida del aeropuerto. Mientras tratábamos de divisar aún el avión en el aire sin cruzar todavía la cordillera, veíamos como las nubes grises presagiosas de lluvia acompañaban nuestro desconcierto. Brevemente alcanzamos la parte externa del terminal aéreo y tomamos un taxi. Los que esperaban la partida del avión y los demás familiares de los pasajeros se encaminaron a lugares distintos. Habían asistido a la ceremonia de la despedida. Ya había pasado. Todo quedó en silencio. En el breve trayecto hacia la casa veíamos las cosas de un cierto color: el color que las hace tristes. Sólo veíamos salir más carros. Otros llegaban. Comprendí que todo había vuelto a su lugar original y a su estancia habitual.  

Espero que te encuentres muy bien. Mis complacencias por ese armónico amor que los une y que sean cada día más felices. Que todos en tu casa se hallen bien y gocen con la presencia 

 

Pronto comprendí que mi profunda impresión  

solo fue asunto de instantes.  

Cuánto siento que aquellos momentos hayan pasado.  

Todavía creo vivirlos.  

Cuánto deseo vivirlos ahora intensamente. 

Veo en penumbra lo que me alegró una vez.  

Sólo una vez alcancé la emoción ya solo recordada.  

Lo sentido pasa cual un fugitivo crepúsculo  

tras sus ondeantes llamas.  

Cuán pronto anduve aquel camino  

transitado por tristes sombras. 

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