viernes, 21 de junio de 2024

Luis Tulio Siburu-Argentina/Junio 2024


 

EL DIENTE DE ORO 

 

El octogenario Juan Merlo se mira esa tarde al espejo. No lo puede creer. Se observa de vuelta, aunque sabe que la vista no le puede haber fallado. Es verdad. Falta el diente de oro, ese que enfrentando el botiquín del baño, ocupaba fotográficamente en el espejo el puesto de wing izquierdo. Seguramente, debe haber sido en la caída de esta mañana en la vereda y no se dio cuenta.

Merlo memoriza. Ocurrió cuando tenía apenas veinte años. Domingo a la mañana. Bajo Flores. Cancha alquilada. Mi equipo de fútbol y un barrio contra barrio. Los otros eran de Almagro. Nosotros de Caballito. Once amigos de vereda, cine, baile y café. Una camiseta celeste y roja elegida por el gordo que iba al arco. Como él no podía hacer nunca un gol había que darle o que sea esa satisfacción.

Fue un cruce violento en el medio del campo. Irían veinte minutos del segundo tiempo y ganábamos uno a cero. El 5 de ellos levantó la Sacachispas y me la enterró en la cara. No supe más nada. Por suerte, porque si veía la sangre me desmayaba de vuelta. Me desperté en el Piñero, el hospital de la avenida Varela. El médico de guardia, que en aquél tiempo era argentino, sonreía bastante satisfecho…la sacaste barata flaco, apenas dos puntos en la mejilla para contarle a las minas una historia de taitas y malevos…ah… y un diente menos en el frente del mostrador de sonrisas.

Los diez que quedaron festejaron el triunfo a pesar de que les faltaba el peón de brega y aprovecharon el asalto de la noche de festejo para una colecta pro diente del 8 accidentado. Por supuesto se adhirieron las chicas de la cuadra que estaban detrás del rubio jugador fachero , más toda la parentela de Merlo. Ya el lunes temprano lo apretaron a Valenti, el estudiante de odontología de la calle Cachimayo, quien abrió presuroso el consultorio del padre.

Pasaron veinte días. Con lo recaudado más algunas cadenitas que fueron a fundición en la joyería de Don Moisés, un futbolero de ley, le encargaron a Valenti el trabajo. Así fue como Merlo volvió a la esquina sonriente con un diente de oro.

Hoy Juan recuerda y calcula. Ya no están los muchachos del equipo, Valenti se recibió y se fue a EEUU y Don Moisés se murió por tantos impuestos. Y hablarle de una colecta a los jubilados del club de bochas me parece irreverente. Con la devaluación un diente de oro vale una fortuna. Paciencia. Igual falta poco para ir a jugar al cielo. Además, si aquél partido lo ganamos con diez, también yo me puedo quedar para siempre sin el wing izquierdo del espejo alcahuete.   



 

 

 

 

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