Corazón/Cerebro
No sé dibujar. Pero me gusta admirar el dibujo de los demás. Y apropiarme mentalmente de aquellos que me llevan a un recuerdo. Porque responden a una realidad que alguna vez viví. Intentaré contar en pocas palabras que vi en éste dibujo que bajé de internet.
Hace mucho tiempo, conocí a una adolescente de 16 años. Yo tenía 17. Una chica no tan bella pero con un aura que atrapaba. Algo que no podría definir pero que enamoraba. Un sentimiento que a esa edad no era muy entendido, al menos por mi parte, que recién terminaba un secundario pupilo de varones.
Comenzamos a salir. Era silenciosa, de sonrisa tímida, muy segura en sus afirmaciones. Yo enseguida me subí a la calesita del romanticismo y en cada vuelta trataba de sacar la sortija de un beso pero me encontraba siempre con una pregunta…¿Vos leíste a Borges?
Pasaron los días. Poco a poco me di cuenta que estaba saliendo con una intelectual. Creí que era un filito que me esperaba con mariposas en el estómago pero no, era una chica muy auto-didacta que hacía constantemente equilibrio entre el corazón y el cerebro, y más de una vez se balanceaba hacia el lado del cerebro. O sea, fluctuaba entre la pasión y la razón.
Me hablaba de Picasso, Cortázar, Mozart y la música ensoñadora de Tristán e Isolda. Me dejaba sin respuestas. No podía meter nunca un bocadillo. No podía durar mucho y no duró.
Esto me trajo a la memoria el dibujo. Ahh…me olvidaba. Ahora tengo en la biblioteca la colección completa de Borges. Nadie me pregunta si leí todos los tomos, pero me gustan mucho algunos de sus cuentos o dichos. Y además yo llevo escritos nueve libros de relatos y poesías. Capaz le hubieran gustado y me hubiera subido el puntaje en su medición cultural. Ya no importa ahora. Soy muy feliz con un nuevo amor de muchos años y una vida que no se detiene solo en algunos estancos, sino que abreva en todos.
De aquella chica ni noticias. Una vieja amiga de ella me comentó que se recibió en la Sorbona y que en París es una prestigiosa crítica de literatura latinoamericana. Repito. No hubiera andado. Aun así, sesenta años después, recuerdo gratamente un chemise de rayas de todos colores y las caminatas por las calles de Villa Luro.
Fue y es difícil conjugar corazón y cerebro. O hay que ser una muy buena equilibrista como la chica del dibujo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario