lunes, 23 de mayo de 2011

Griselda García-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2011

PRÓLOGO de Griselda García para el poemario “Infamélica” de Rolando Revagliatti


Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis páginas, y ame instruido por sus versos.
Ovidio, El arte de amar

Famélico: del latín famelicus, hambriento, muy delgado, con aspecto de pasar hambre. Infame: del latín infamis, que carece de honra, crédito y estimación; muy malo y vil en su especie.
Una flaca mala, qué mejor. Cualquiera se enamoraría de ella. A pesar de que la mayoría de las mujeres llevan el imperativo “sé buena” como una marca, la maldad es tan refrescante…
La virtud de Infamélica es decir mucho con pocas palabras. De ser leído en clave de ars amandi puede llevarnos a buenos puertos en la conquista amorosa. En la travesía aprenderemos, por ejemplo, que es posible vivir una pequeña vida junto a una mujer y no conocerla: “No es imposible que sean treinta/ los años que hace que no la veo// Con ella convivo/ -no es imposible-/ desde hace treinta años// Mi ceguera/ y ella: / nada es imposible.”
¿Para qué busca un hombre conocer a una mujer si no es para dominarla? A las mujeres no hay que entenderlas, hay que amarlas, dijo alguien que puede ser desde Oscar Wilde hasta Ricardo Arjona. “No hay modo de conocerte/ no hay tampoco modo de desconocerte// No hay modo de conocerte/ en el sentido de que no hay modo de atesorarte/ si es que sólo accederé a conocerte.” Y es que el único modo de conocer es renunciar a atesorar. Como dice Mario Trejo, los recuerdos se hacen de mujeres perdidas. Sólo es nuestro lo perdido.
Quien se construye como mujer es habitada por una pequeña multitud. Revagliatti da cuenta de un variado catálogo de personajes femeninos vistos desde un yo poético fuerte, que no habla solamente, sino que además dice.  
Estos poemas desmienten el carácter “básico” del deseo masculino. Si en algunos casos el ser hombre es un acto continuo de demostración de que se es valiente y se puede, en Infamélica la voz se asimila a la de un antihéroe, ese individuo común sin atributos especiales que es por eso mucho más atractivo.
En el macro mundo que plantea esta voz, el sexo no es utilizado para eludir la intimidad sino para propiciarla y conectar con las emociones, terreno escarpado para algunos hombres: “Yo/ no te propongo/ ahondar el vínculo: / te propongo/ vincular las honduras.”
Cuánto hace que no me sorprendía un libro de poemas. Cuánto hace que no me dejaban pensando algunos juegos de palabras, con lo desprestigiados que están. Son los juegos de alguien que ama el lenguaje y no lo destroza como sí hacen algunos lacanianos tristes. Además, este libro me hizo reír. Y de quien nos hace reír no nos olvidamos.
Ojo con la vida no vivida hecha literatura, pienso a veces. Contagia y no hay vacuna admisible. Estos poemas desbordan plena vida vivida, tienen calle, hay un exceso que se hizo arte y eso es para celebrar.
¿Para qué voy a leer un libro que no me desea?, se pregunta Barthes. Infamélica destila deseo.



Griselda García
Buenos Aires, noviembre 2009

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