martes, 24 de julio de 2012

AVISO IMPORTANTE, POR FAVOR LEÁNLO

Hace un mes la cuenta revistaliterartedigital@gmail.com ha sido hackeada y desde la misma han enviado a todos los contactos que allí se encontraban, un mail a mi nombre pidiendo ayuda monetaria, les ruego tengan a bien no responder al mismo. Además no puedo acceder a dicha cuenta por lo tanto me he visto obligada a abrir una nueva, de ahora en más los textos deberán enviarlos a revistadigitalliterarte@gmail.com   como así también todas las comunicaciones entre ustedes y  Literarte la haremos mediante este nuevo correo.
También debo pedirles que difundan este cambio entre todos sus contactos para que puedan tener nuevamente acceso a las publicaciones e informaciones que devienen de Revista Literarte.
Les agradezco profundamente la atención y les pido mil disculpas por este inconveniente.
Saludos para todos
Graciela Diana Pucci

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012

PERLAS DISGREGADAS


Me topé con enemigo amable
que creía en mi atravesada lógica
para delinear el combate
Asi juntos desandamos
el camino no marcado
vaciamos cantos en alforjas
y risas iluminadas


Destapamos la alegría
envasada en nuestra alma
Quedaba lejos el cercano ruido
de metrallas y morteros


D e pronto se cayó el cielo
sobre mi amable enemigo

Quedé solo en la algarabía
del incruento destino

Cristina Villanueva-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012

En el peso liviano de la luz armo a mi niña caída en fragmentos indescifrables, con palabras en la punta de los dedos.






Alejandra una niña perdida en un jardín de signos
Se abraza a las palabras y resiste.
Pierde cuando la lengua ya no le responde.
Encuentra la sed muerte en vez de agua

Oscar Alfonso Vera-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012

 Organito
Entre tango y Calesita


Organito de mi puerto, de mi barrio, de mi aldea
fuiste rey de los bailongos de malevos y arrabal,
cuantas veces en las tardes de frondosas primaveras
animaste los bailongos con chamuyo y de percal.

Te trajeron a mi patria dos hermanos con cariño
Pascual La Salvia, y su hermana, te dieron vida, compás,
fuiste el difusor del tango con manivela y cilindro
siempre algún organillero hizo al arrabal vibrar.

Cadencioso en conventillos con la paica y el garufa
fuiste pinta y compadrito, corazón y libertad
organito de mi infancia que en calesitas pitusas
alegraste a los pebetes, calle, tierra y lodazal.

Fuiste capo en los bulines con tu son aletargado
viniste de los suburbios, o de un puerto a divulgar
los delirios embrujados de tu ritmo acompasado
con tus cortes y quebradas, fuiste un digno cachafaz.

Es por esto que te extraño, organito enamorado
de una  hembra bien diquera, en un bailongo fulero,
con tus ochos garuferos, en suburbio endemoniado
hice astillas mis tamangos, y me brindé con esmero.

Organito de mi vida, que en tardes de calesita,
entre tango y melodía yo me sentía volar,
y tomado de la mano de mi madre mi “viejita”
junto a los pibes del barrio, allí, allí yo aprendí a soñar.


María Elena Soria-Chilecito, La Rioja/Julio de 2012


AMORES LOCOS

AMORES LOCOS EXISTEN
DESDE LA PRIMERA HORA,
EN ESTA TIERRA BENDITA,
DONDE ESTAMOS
DONDE AMAMOS.

AMORES LOCOS, PROHIBIDOS
SENTIMIENTOS ENCONTRADOS,
AMORES LOCOS, DIFICILES,
AMORES DESESPERADOS..

AMORES DE PURA ENTREGA,
NO EXIGEN NINGUN LEGADO,
AMORES QUE SE REFLEJAN
 EN CORAZONES TRABADOS..

AMORES DE AMOR SENTIDO,
CALIDOS…ESPERANZADOS...
DONDE LA PURA PASION
TIENE AL CORAZON PRENDADO.

Jorge Sombra-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012


Píntame la libertad
del color que sea
tal que al mirarla yo
color de libertad la vea.
               Jorge Sombra




POEROTEMA
 


¿De qué color es la belleza?
pregunté cuando era niño
y mi madre me dijo; del color de la vida.
¿Y la vida es dura?
Es dura y es blanda a la vez.
¿Y la vida es fría?
Es fría y es cálida tambien.
Entonces pregunté:
¿Porqué la paloma vuela?
Porque tiene alas.
¿Y porqué yo no tengo alas?
Porque no las necesitas.
Entonces;
¿Puedo volar sin alas?
Claro, puedes hacerlo con la imaginación.
¿Y de qué color es la imaginación?
De todos los colores _ respondió mi padre_
¿Y todas las preguntas pueden ser respondidas?
Solo aquellas que tengan el color de la vida.
Pero entonces la vida;
¿Es color de verdad?

Hoy que soy un anciano, me pregunto,
¿Será gris el color de mis sueños?
y una voz dentro de mi, me responde;
Solo si lo deseas.

Y cuando te mueras, ¿Vas a ser azul _ pregunté a mi padre.
Si, voy a ser azul, porque es el color que imaginas.
Yo también voy a ser azul, cuando me muera.

Loreto Silva-Chile/Julio de 2012

Helga   

Él estaba pasado de tragos; antes que yo terminara de despertarme se durmió. Recordé que doña Eduvigis, mi suegra, había invitado a pernoctar durante unos días a un amigo suyo. Era un alemán joven,  que venía a la capital buscando una casa para traer a su reciente esposa. Lo conocí a la hora de la cena, imaginé lo que habría ocurrido, después que me retiré ella lo invitó a un trago bien conversado y ¡claro!, la Doña es capaz de beberse una botella y seguir tan campante.
Con seguridad estaba ebrio, debió ir a su habitación, confundiéndose entró a la mía... y a mi cama. No soy mujer de escándalos de modo que medité qué hacía para librarme de esa comprometedora situación.
Pensé en mi marido, un hombre mayor que andaba de viaje y no era buen amante. En mí, que carente de mayor experiencia ansiaba tenerla. También me di tiempo para pensar en el pobre hombre, tan correcto y gentil. Que vergüenza pasaría al abrir los ojos en lecho ajeno, esto, si acaso conseguía despertarlo.
En estas divagaciones y con la vista ya acostumbrada a la luz de esas horas inciertas comencé a observarlo, era grandote y atractivo. Si al verlo vestido me hice la idea que era  panzón, al levantar la sabana entendí mi error, vestía solo un slip ceñido que le sentaba muy bien. Reconozco que el placer de observar a este inesperado compañero iba en aumento. Con su juventud y varonil entrepiernas  algo me ocurrió, algo así como un calorcillo íntimo derivó mis pensamientos del origen del hecho, a cual sería su destino. Me sentía a medias, entre el error  y la infidelidad, y dudaba de querer que se marchase.
Mis dudas se transformaron en certezas cuando aún dormido se sacó el slip y dejo ver una gloriosa dotación natural que estaba al máximo, esto me produjo una singular atracción y estremecimiento en ciertas partes anatómicas. Atragantada con el espectáculo me sorprendió al comenzar a emitir leves chillidos, golpeando con manos y pies, la cama tal cual si un niño pequeño tuviese una pataleta. Todavía mayor sorpresa me causó al girarse hacia mí, quitándome  la respiración con besos incesantes, manos que me quitaban la ropa y su miembro que ofuscado buscaba con desesperación. En medio de este arrojo ideaba desde huir evitando una posible y casi segura intromisión, a darme el permiso de gozar plenamente la circunstancia.
En la medida que pude mantener la cabeza equilibrada, decidí que en realidad no habría infidelidad pues en todos mis años de casada jamás logré una satisfacción siendo “misionera”; y he aquí el desacierto porque el alemancito ya había despejado las selvas instalándose en el juego ancestral de entrar y salir de paseo en el jardín de las delicias.
Por mi parte estaba adquiriendo contexto de una forma que nunca había imaginado, mi cuerpo comenzó a disfrutar. No sé si era por bríos, tamaño, ritmo o novedad; pero lo cierto es que fui conducida al placer sin otro aporte que mi presencia. Después de unos minutos el alemancito y yo estábamos lanzando  ¡ay!, ¡oh!, ¡ah!  al unísono. Silenciosa esperé a que se durmiera, continuó despierto y decidí salir de ahí. No me resultó en absoluto pues una mano vigorosa me secuestró, poniéndome de jinete sobre un cuerpo firme que había recuperado toda fortaleza en pocos minutos, ¡esa era mi posición!, sacudida de las limitaciones éticas y agradeciendo el trato deferente ya otorgado, devolví el servicio y en ello lucí todas las proezas de las cuales me sabía capaz., segura de enfrentar a un contrincante capacitado para devolver todos los saques. Mi actuación sobresaliente la selló con unos: “Linda Helga”, “¡Bien Helga!”, “¡Esa es mi Helga!”... y otros términos alusivos a la susodicha que por íntimos no voy a divulgar.
Por segunda vez  salí de la cama, en ese momento me tomó y  acercándose con el fin de besarme se puso frente a mí, entonces le dije:
- ¡Dedica eso a tu esposa!
Los ojos vidriosos, la forma en que retrocedió y posterior caída de la cama, me hicieron verlo tan desconcertado que solo atiné a indicarle la puerta de su cuarto. Contrariado, se dirigió allí. Pensando en la mejor manera para zafarme de la situación resolví hacer pasar todo lo ocurrido por una pesadilla. Esperé a que se durmiera fui a su dormitorio y regué su ropa por todas partes como si las hubiese lanzado desde la cama. Al regreso en mi habitación seguí disfrutando, a solas, de esa noche inesperada y llena de fragor.
Los días posteriores coincidimos en desayunos y cenas, siempre con doña Eduvigis presente, así no existieron oportunidades de comentarios ni siquiera una posibilidad a fin de realizar la más mínima alusión a esa noche. Parecía que para ambos no había existido, lo cual agradecí pues me evitó incomodidades. Regresó mi esposo y puse en práctica gran parte de lo aprendido. La nueva experiencia me hizo mejor amante.
Antes de irse a vivir a una casa, el alemancito trajo de visita a su amada esposa, una aria bella y dulce, una verdadera muñequita de nombre Arielle. Los acompañaba una mujer de edad indefinida, terca de rostro, áspera y fría en el trato. Dijo estar en su familia hacía años y ayudaría a los recién casados de ahí en adelante, al despedirse mi esposo le dijo:  
- Adiós señora... señora...
La mujerona, carente de toda gracia, mientras le tendía la mano, respondió cortante:
- ¡Helga señor!, ¡Helga!

Primer Premio Concurso de Relatos Eróticos Karma Sensual7-Italia 2011

Luis Siburu-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012

DENTRO DE CINCO DIAS…                        
…..cumpliré sesenta y ocho años.
Antes,
cuando estaba todo el día
en la fábrica o en la oficina,
el cumpleaños era un día especial
que te sacaba de la rutina del trabajo
y te hacía sentir alguien libre y feliz,
al menos por un solo día.
Ahora,
soy libre y feliz, todos los días.
Disfruto de las madrugadas
sin sueño, pero enhebrando poesías,
desayunos tardíos y las tostadas de mi esposa,
los almuerzos sin horarios  y  las siestas con películas.
Tardecitas interminables y  noches sin prisa.
Conversar con el verdulero, elegir la rúcula,
los morrones, la espinaca y la mandarina.
Quedarse largo rato observando
las vidrieras del barrio,  las revistas del kiosko,
al Oriental, preparando la parrilla de la esquina.
Darse cuenta que enfrente hay un vecino
y otro más y otro más , si doy vuelta a la manzana.
Gomería, peluquería, farmacia, cosas que antes no veía.
Hay para estudiar en talleres de pintura,
de violín, de yoga, de escritura.
Que no importa si está nublado, si hay sol,
o si de golpe se cae la lluvia,
que te olvidás si es martes o jueves,
que no necesitás pagar todo el día primero,
que podés recorrer el shopping
los días lunes, cuando nadie te tropieza,
cuando nadie te alucina.
Hoy disfruto de la libertad
de decir y hacer lo que mi mente imagina.
Por eso el próximo dos, yo no necesito torta y velitas,
ni regalos, ni saludos, ni visitas,
haré lo que se me ocurra pero siempre
con Lucía, a la que amo,
a la que aprendí en paz mejor a comprender,
acompañarla, necesitarla, sentirla a mi lado.
Y ese es el mejor obsequio que en septiembre
me dará la vida.
Apenas en pocas horas, dentro de cinco días.

Anna Rossell-Cataluña, España/Julio de 2012


UNA DIVERTIDA LECCIÓN DE HISTORIA

Miguel F. Villegas
La cruz de sangre. Conjura contra las cortes de Cádiz
Padilla Libros Editores & Libreros,
Sevilla, 2012, 219 págs.

No es una novedad que escribir para un público joven requiere una fórmula específica, que reclama del autor una atención especial que le obliga a no perder nunca de vista la gama de edad de los lectores a los que se debe. Sin embargo la receta no es única; hay muchas maneras de atraer y mantener la atención del joven lector, el espectro de registros es amplio y hay ejemplos paradigmáticos –Harry Potter, por mencionar el más emblemático-, que han logrado ganar para el texto escrito a niños y jóvenes en un mundo en que casi todos auguraban la muerte de la lectura a favor de los juegos informáticos y el universo de la comunicación por la imagen. La apuesta más difícil sigue siendo la de enseñar divirtiendo, algo que muy pocos son capaces de conseguir.
Miguel F. Villegas (Jerez de la Frontera –Cádiz-), maestro, licenciado en geografía e historia, músico y escritor, es un pedagogo nato, motivado e ilusionado, que cree firmemente en el diálogo con las generaciones jóvenes y no renuncia a enseñar lo que por firme convicción cree necesario y responsable: los fundamentos de la convivencia. Villegas ya ha demostrado ampliamente con anterioridad que él acepta el reto y sale más que airoso del envite. Sobre todo en sus dos últimas novelas Tocata y fuga con Bach (agotada ya hace tiempo la 2ª edición) y Como agua entre los dedos (2010), el autor combinaba magistralmente entretenimiento y diversión con educación en los valores humanos esenciales: el respeto por la diferencia, la democracia constantemente mejorable, el conocimiento del pasado como herramienta fundamental para entender el presente y construir el futuro. Por ello en La cruz de sangre. Conjura contra las Cortes de Cádiz –“novela juvenil basada en hechos históricos”-, como reza su segundo subtítulo, sigue fiel a su trayectoria. Aprovechando el aniversario del bicentenario de la proclamación de la primera Constitución de España –La Pepa-, una de las más liberales de su tiempo, y midiendo con equilibrada premeditación las dosis justas de los ingredientes necesarios para atrapar en sus páginas a sus destinatarios, Villegas pergeña una historia de aventura y misterio en la que una pareja de adolescentes -chico y chica, con los que el lector se identificará- se ve implicada en un complot contra las Cortes de la capital gaditana en tiempos de la ocupación de España por las tropas napoleónicas. Atento a la necesidad de mantener la atención y la tensión, el autor compone capítulos breves, cuyo final deja en sopesado y premeditado suspense para provocar las ganas de seguir el hilo hasta el final. Las pesquisas y los peligros que han de superar los protagonistas parecen ocupar el primer plano de una novela que es, en realidad, también y en el mismo plano, una lección de historia, la que sentó los cimientos de la España contemporánea. La novela, susceptible de interesar a una amplia gama de adolescentes de entre diez y quince años y despertarles el interés por la lectura, es sin duda un instrumento educativo valiosísimo para docentes de todos los institutos de países de habla hispana, un libro que merece formar parte de los programas de lectura escolar, que se presta por añadidura a charlas y fructíferas discusiones en clase.
De Villegas se han publicado en España, además, La isla de los espejos (6ª edición), El monasterio perdido (3ª edición). Es también autor de poemas, obras de teatro para jóvenes y relatos. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura 2008, publicado por la Federación de Editores de España, Villegas es el segundo autor español más leído, entre lectores de 10 a 13 años.

Ana Romano-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012


 
Escenografía

 
Sentada
en la escalera
de la casa vacía
miro
cómo es que el agua
cae

Escucho
adormecida
cómo es que enuncian
las gotas dispersas
la tristeza del día

que se escurre
en el cenicero.


 

 

Ascensión Reyes Elgueta-Chile/Julio de 2012

EL HOMBRE DEL SACO
                                                                                                            Al caer la tarde una sombra se desliza por los caminos, lleva
consigo, tan sólo la soledad
 y el hedor del abandono;
 los niños le temen. (I.Espinoza)

            De andar cansino y mirada extraviada, el hombre caminaba lentamente en dirección a un grupo de rocas; desde allí se podía contemplar el mar, amplio, sin nada que estorbara toda su extensión. Era la hora del crepúsculo y aún se podía observar el reflejo desvaído del sol en su viaje al descanso.
            ¡Sí!, eso era lo que él quería, sentía que debía descansar, su vida nunca había sido plácida. Errores tras errores, parecieron  ser su sino. Ahora no sólo estaba totalmente ajeno al resto del mundo; carecía de familia que lo reclamara, nadie sabía de su existencia y su hogar fue siempre una casucha a punto de caerse. Por opción supo, desde que fue adulto, que sus inclinaciones hacia el alcoholismo le impedirían forjar lazos con alguna mujer, salvo esporádicos encuentros cuando era más joven.
            Sintió un escalofrío al observar el torbellino que se producía bajo el farellón rocoso que la oscuridad comenzaba a cubrir. En el espacio circundante todo se enseñoreaba de sombras, semejando espectros difusos, entre la neblina salobre que provocaba la violencia del chocar de olas. Se encogió entre sus raídos ropajes de pordiosero y luego se sentó en el borde de la fría superficie de la roca. Pensó - sólo un salto y nada más- todo terminaría luego de un pequeño ahogo tratando de respirar. Bien sabía que el inconciente siempre lucha por sobrevivir, tan sólo sería por breve tiempo, y luego, aquello desconocido a lo que se teme, totalmente innegable para todos los humanos; y ésto llegaría a su modo, como él lo había decidido.

            De pronto sintió un movimiento bajo sus pies. Trató de ignorarlo, no quería que nada lo distrajera de su propósito, ni siquiera los parásitos que a veces le mordían hasta su alma. Sintió unas pequeñas manitas peludas afirmadas en sus rodillas y unos ojos decidores de cordialidad, su mente no pudo evitar de encontrarse con ellos. Un pequeño perrito callejero requería su atención. El animal, inesperadamente, de un salto subió a su falda y sin esperar aprobación se enrolló manifestando frío con tiritones intermitentes. Horacio, inconcientemente abrazó al animalito cubriéndolo con su abrigo, como si se tratara de un niño pequeño. El perro alzó su nariz y su lengua agradeció la fortuna de encontrar cobijo entre los brazos del hombre. De pronto, recordó que aún le quedaba algo de charqui y pan duro. Rebuscó entre sus ropas y bolsillos. Al encontrar lo que buscaba, cortó ambos alimentos en dos porciones, una para él y otra para su nuevo amigo.
           
            Ya era noche cerrada cuando se vio entrar en la maltratada vivienda, la silueta de un hombre con aspecto de mendigo. Ya no iba acompañado solamente de su sombra sino también de un pequeño perrito, tan solitario y desvalido como Horacio, el hombre del saco, como le decían los niños.

Rolando Revagliatti-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012

Transformaciones


Desde la esquina del antiguo bar Ramos me sonrió sin detenerse, o deteniéndose algo, lo usal, sola, pantalones azules (no de jeans), blusita, a punto de cruzar Montevideo. Interrumpí el paladeo de un Reval, desocupé la mesa pegada al ventanal, y de pie pagué al mozo la consumición y le agregué propina. Calor, impecables pantalones verdes, camisa con charreteras, la seguí hacia Paraná, y como retomando una conversación vivaz la empecé a conocer. Yo todavía tenía buena mi dentadura, así que la lucí, y de paso, los hoyuelos. Cenamos en Pepito cazuela de pulpos y popietas de pescado en un rapto de sólida y confluyente inspiración marinera. Estaba –me transmite- en una impasse sentimental con un señor nacido en la misma década que su padre, estudiaba psicopedagogía, trabajaba en computación, vivía en Belgrano, frente a las barrancas. Tras copa helada compartida, nos introdujimos en un cine. ¿Cómo no metaforizar señalando que éramos dos brasas durante la proyección, si justamente éramos dos brasas? Dirigiéndonos hacia Callao absorbí la información de que estaba menstruando. En el taxi que nos trasladaba a Parque Patricios me investigaba más –recuerdo- y me aprobaba. Dejamos de confluir cuando procuraba yo cerrar la puerta de calle de mi casa: su desacompasada avidez me avasalló como a un novato, pulverizando el júbilo, cediendo ambos a un coito rápido y desabrido. Cargando con la decepción y el enchastre (antológico), me dí una ducha insuficientemente reparadora, mientras ella hojeaba, encima de cuatro pliegos de un toallón, apuntes de la materia Psicología Enmendativa. Soñé esa noche. Soñé que me ahogaba en una laguna de sangre espesa, y que ya muerto, mis miembros se descomponían hasta alcanzar una condición líquida, y aun siguieron transformaciones de un orden seminal multicolor. Muerto, moría un poco más, y hasta mis gusanos se asfixiaban envenenados y rabiosos.





Remisson Aniceto-San Pablo, Brasil/Julio de 2012

Pluja

Un cos a taula -
i allà fora el dia plora
aigües de tristesa

…………………………Traducción al catalán: Pere Bessó

………
Jardín

Acerquémonos, pues, Gloria,
en medio del camino,
soñando  nuevos y viejos sueños,
que todavía ellos - los sueños -
no tienen edad ...
Seamos niños en un jardín de rosas
porque quiero quedarme contigo en la tierra
y dar gloria a las otras flores
más pequeñas que tú, querida
y menos bellas.
Gloria a ti, Rosa!
Quiero sentir tu perfume,
acariciar sus ramas
y poco a poco llenar
de besos sus hermosos pétalos,
tus ojos, tu pelo,
tu cuerpo,
mi refugio...
Tú y yo,
un jardín de sueños
donde me alimento alimento alimento
con tu aroma de sol y de luna
en el rocío de la mañana...
Y contigo son dulces mis días y mis noches,
dulce mi vida.
Sueño?
Y por qué, Dios mío, este sueño,
como muchos otros
y para mi mayor gloria
no puede convertirse en realidad?

Marcos Polero-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012

CONVERSACIÓN


— ¡Otra vez, Olivia! La ama nos matará a las dos, ya sabes que no puedes estar aquí.
— Ayobami, cuando estamos solas llámame Ayobami, y yo te llamaré Nomalanga.
— ¿De nuevo con esos nombres? ¡Baja la voz!
— Así me llamaban en la tribu. ¡Como extraño mi pueblo!, mi madre y sus consejos, mi padre el yamán, el hombre más importante después del rey…
— Pero eras muy pequeña, ¿todavía recuerdas?
—Si, y también recuerdo tu nombre, Nomalanga.
— ¿Y recuerdas cuando nos trajeron en el barco, entre muertos y apestados? Éramos dos niñas.
— ¡Cuántos muertos! Y el hedor, la sangre, los golpes, las cadenas… 
— Yo también recuerdo, pero más vale olvidar. Ahora todo ha cambiado. Pertenecemos a la servidumbre de Doña Matilde Soria, y debemos obedecerle si queremos vivir.
—Aún así, guardo mis momentos. Los atesoro. Aprender a leer y escribir me ha abierto otro mundo, un lugar maravilloso donde no hay penas, aquí en la biblioteca vivo tantas vidas, conozco tantos países.
— ¿Y quien te ha enseñado a leer? ¿El amito Norberto? Qué te habrá pedido a cambio.
— El cambio no tiene importancia, vale la pena. Además me enseñó muchas otras cosas, aritmética, astronomía, derecho…
Por eso los veo tanto tiempo juntos. ¡Cuidado! Qué a la abuela Gertrudis esa junta no le gusta nada.
—No sabes las maravillas que encierran los libros, por ejemplo éste: Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, sobre unos gigantes…
— ¿Gigantes?
—Seres enormes, grandes como la torre de la iglesia, y las cosas indecentes que se cuentan, dicen que la inquisición lo prohibió. Y este, Declaración de los derechos del hombre, ¿sabes qué dice? Que todos somos iguales, que tenemos los mismos derechos, que no hay razones que nos obliguen a servir a un amo.
— Pero solo son libros, fantasías, cosas que no existen.
— En un lugar llamado Francia, habrás escuchado el nombre por boca de los amos, ya existen estos derechos, costaron sangre, muerte, fatigas, pero existen.
—Francia queda muy lejos, Doña Clotilde, la tía del amo Alberto viajó a Francia y a España y ha  tardado más de  un año en regresar ¿Cuándo van a llegar esas leyes a Buenos Aires?
— Alguna vez…estoy segura.
— ¡Escucho pasos! Es la niña Matilde, escóndete que yo  trataré de distraerla.
— Gracias Nomalanga, te quiero como si fueras mi hermana, y siento que me comprendes, aunque me estés regañando todo el tiempo.
— ¡Rápido! ¡Escóndete! ¡Que no te vean!

Y la negrita de veinte años, protegida por el amor secreto de su amito Norberto, tomó un ejemplar en cuya tapa podía leerse “Novelas Ejemplares, de Miguel de Cervantes Saavedra” y se escabulló por los rincones a la búsqueda de algún lugar tranquilo para seguir leyendo.

Humberto Pinho da Silva-Portugal/Julio de 2012

SEM APRENDIZES NÃO HÁ MESTRES



Vivo num bairro onde há casita bem cuidada, que pertence a homem que em anos de juventude fora carpinteiro. Artista de valor, reconhecido pela perfeição e trabalho esmerado.
Em tempos não afastados, o bom homem chegou a trabalhar para mim; depois, a idade e a doença, obrigaram-no a recolher-se a casa.
Anteontem, pela fresca da manhã, sai. Necessitava de cuidar de investimento, que para meu mal, pouco rende, já que financeiros e Estado encarregaram-se de o delapidar.
Por vezes cogito: se não me seria melhor ter gasto o dinheiro em viagens, divertimentos e outros prazeres, do que economizar; mas o mal está feito.
Como ia dizendo: sai. Mal havia dado curtas passadas, deparei com o carpinteiro, que fazia seu passeio matinal.
Saudei-o; ia afastar-me, quando este, carecido de convívio, mete-se à conversa:
- Isto está mau! Muito feio! Não há emprego, mas não falta trabalho! …Se pudesse ganhava boa fortuna na biscatagem!
Como não respondesse, prosseguiu: - Batem-me à porta e pedem-me, pelas almas, que vá consertar o armário ou janela, que empenaram; mas que quer? A minha coluna não permite….
Como lhe dissesse que hoje todos estudam, acrescentou:
- Pois é. No meu tempo não faltavam artistas por aqui, agora não se encontra um! Já não há aprendizes! Quer ver, vizinho: conheço camarada que tem um rapaz, que é negação para os estudos. Então pensou pô-lo a aprender arte. Sabe o que lhe disse o filho?!
Sussurrei um “hem” interrogativo, e o homem continuou:
- Que não quer trabalhar em Portugal, porque tem vergonha dos colegas. Já que não pode ser doutor, vai procurar emprego lá fora, onde ninguém o conheça. Veja!? Ter vergonha de trabalhar! No meu tempo, acabada a Primária, íamos de marmita na mão, para as obras, e as moças p’ra costura. Agora têm vergonha! …
Separamo-nos, com forte aperto de mão, e fiquei a pensar: têm vergonha dos colegas e preferem emigrar…
É direito inalienável que todos tenham as mesmas oportunidades - sempre me bati por essa conquista, - que é cristã e é inerente à democracia, mas ao escutar esse desabafo fiquei apreensivo.
É que sou do tempo em que o trabalho braçal era honra, e os filhos não se envergonhavam de coadjuvar nas tarefas paternas.