EL
ÁRBOL CAÍDO
La voz sonaba agitada. Le
costaba hilvanar una oración completa sin tomar aire. Pero lo había ido a
visitar al geriátrico el nieto Esteban, un simpático quinceañero, y el abuelo
no quería perderse la oportunidad de contarle una historia que se parecía a su
vida, y entendía que era la mejor herencia que podía dejarle.
Acercáte Esteban, te relataré
una anécdota de cuando tenía tu edad…
“Allá en el campo donde vivía con mis
padres y hermanos, había un árbol que nació antes que yo y que dicen vive
muchos años, aunque por su creciente diámetro de su tronco y lenta inclinación
pareciera que en cualquier momento se fuera a caer. Los entendidos decían que
era una tipa. Nosotros lo apodábamos “el viejo”. Trepábamos por sus ramas,
armábamos precarias casitas entre su follaje, pero por lo que más lo queríamos
era por que cada mañana cuando salíamos de casa estaba allí, majestuoso, como saludándonos
con su ángulo oblicuo que semejaba una leve reverencia.
Éramos amigos de su silencio acogedor.
Reunidos a su pie contábamos historias, leíamos libros, besábamos amores,
pintábamos cuadros, gozábamos del fresco en verano y disfrutábamos de sus violentos
movimientos en las tormentas.
Te podría contar de mis estudios, trabajos,
picardías de la juventud, paseos a caballo por el monte, los juegos en el
tanque australiano, en fin, todo lo que le pasa a un hombre en 80 años, pero
entre las muchas cosas que se pierden de la memoria, preferí hablarte de algo
que cuando lo veas, te recuerde a mí, el viejo abuelo, que seguramente en poco
tiempo estará bajo tierra, quizás al pie del otro “viejo”, conversando con sus
raíces profundas y bebiendo el agua de las lluvias que le dan vida….Me cansé,
por favor alcanzáme la mascarilla del oxígeno que está junto a la cama….
Esteban le puso la mascarilla
al abuelo y vió que se dormía. Un descanso extraño, el pecho no se movía
rítmicamente, las manos demasiado tiesas y frías. En ese momento pasó la
enfermera, pegó un grito y dijo: -Este hombre está muerto.
Esteban, dolido pero fuerte,
le respondió: - Puede que sí, que el árbol se haya caído. La simbiosis entre el
abuelo y el “viejo” era muy fuerte.