POR EL CAMINO DE LOS MAESTROS
Es
increíble el camino por donde debo ir, quizás en contra de mi voluntad,
dejando a mis seres queridos, especialmente a mi amada y mi niña, tras haber
recibido aquella revelación mientras dormía. Recuerdo aquella visión a detalle.
Me hallaba en un camino muy bien conocido, en plena oscuridad más negra y fría
de la noche, tenía que llegar a bordo de una bicicleta y acompañado de un perro
que en momentos me quería morder en otros me cuidaba de muchas personas que
querían golpearme; mientras seguía aquel recorrido, de un de repente en mi
delante aparece una dama más o menos joven, la miro de cerca, era conocida.
Ella me bloquea el paso y me pide que la lleve.
-Llévame, o de aquí no pasas -me ordena-. Llévame en la bicicleta al otro
lado de aquí que necesito llegar lo más rápido posible.
-No puedo -le contesto-. Porque un perro me sigue y no puedo deshacerme.
-Qué importa el perro, -me responde un poco enfadada-. Él nos seguirá si es su
deseo, de lo contrario regresará a su casa.
Y con todo el capricho ella se interpone contra mi voluntad, subiendo al
delantal de la bicicleta; no me quedaba otra más que llevarla. La oscuridad era
tanta que por más ancha que era el camino, tenía que tantear para no tropezar
con las laderas y los árboles. En el recorrido muchos perros nos ladraban y el
perro que me seguía, se aleja de nosotros. Llegamos a un cruce, en donde apenas
se podía divisar a mucha gente sentada, quienes platicaban con fuerte voz. La
mujer al oír aquello, se asusta a tal punto de temblar.
-¡Detente! -Me sugiere entonces con aires de desesperación-. ¡Debo quedarme
aquí!
-¿Por qué? -Le pregunto entonces-. ¿Qué pasa?
-Esa gente que está ahí, me odia me esperan para golpearme, ¡quizás hasta
matarme!
-Tranquila -trato de serenarla-. No pasará eso.
-No, déjame aquí, tú sigue el camino, a ti no te harán nada.
Ahí ella desaparece como por encanto; al continuar mi recorrido, logro
pasar por entre medio de aquella muchedumbre, que por un momento me miraban
recelosos, incluso intentando no dejarme pasar. La oscuridad era tanta que
después de pasar aquel obstáculo humano, aparecí como en la nada, como en
el infinito abismo del firmamento, intentando regresar al punto de partida, mas
no podía. Después de mucho esfuerzo, logro regresar, quién sabe por qué otros
caminos, porque ya no había dicha muchedumbre humana, no habían más perros.
Al llegar al inicio, es cuando me vuelvo a topar con mucha gente distinta a la
anterior, quienes se hallaban en una especie de fiesta, con grandes equipos de
sonido instalados a lo ancho del camino, mucha gente que parecía esperarme solo
a mí para iniciar con la fiesta; una luz tenue iluminaba aquel lugar, con
faroles de antiquísima tendencia; al verme, comenzó la algarabía, sonrisas se
dibujaban en los rostros de dichas personas y me daban la bienvenida. De entre
esas personas, sale una bien conocida, y me invita a acercarme a la tarima.
-¡Ven! -me señala con la mano-. ¡Acércate que que toda esta gente te espera
para escucharte, quieren conocer tu historia. ¡Cuéntales! Para que sepan quién
eres y qué es lo que pasó contigo.
-No es necesario -intento oponerme-, no lo es porque no son tan importantes las
cosas que me pasaron.
-¡Claro que sí lo es! Sabemos que es larga la historia que nos tienes que
contar. Pero si no deseas, por lo menos declámanos el poema cuyos versos
resumen tu vida. Toma, ten, el micrófono es todo tuyo. -Entonces me alcanza un
micrófono.
-¿Luego qué hago? -pregunto a aquella persona conocida-. ¿Qué viene después?
-Después de contarnos tu historia pon música y tú sigue el camino de los
maestros.
-¡¿El camino de los maestros?! -Me sorprendí.
-Sí, el camino de los maestros. -Me replicó.
-Claro que sí, claro que sí. -Digo entonces con el micrófono en la mano y en
voz baja. Y comienzo a declamar aquellos versos que resumían mi existencia, con
voz fuerte y dulce a la vez, todos me escuchaban atentos, a unos como que les
llegaba a lo más profundo de su sensibilidad, a otros les dejaba perplejos.
Después de unos minutos de haber declamado, abandono el lugar, dejando a toda
aquella gente en vilo.
Es justo ahí cuando despierto. Y es cuando entendí también que debo ir hacia el
camino de la sabiduría, donde en el final me esperan los maestros de la paz, la
tranquilidad para mi ser, no sé cuánto es el recorrido pero inicié con ello
hace unas horas recién, no sé cuánto tarde, no sé con qué cosas me toparé,
cuántas bardas más tendré que pasar. Hace poco mi amada acaba de llamarme para
saber dónde y cómo me encontraba, la verdad no sabía que responder, porque no
sabía en qué lugar exactamente me encontraba, para alegrarle un poco, solo tuve
que decirle que iba por la orilla de un río, un poco desértico el lugar, que me
hallaba tranquilo gracias a Dios después que noche anterior me molestaba un
horrible dolor de cabeza, al punto de que mis ojos se nublaban.
Por el camino de los maestros voy tras haber sido revelado que eso debía hacer
para encontrar la paz para mi ser que tanto deseaba. Aunque muchos de aquellos
que me estiman, me aprecian y comprenden mi estado, temen que en cualquier
momento pueda partir al lugar del eterno descanso por la situación delicada que
conllevo respecto a mi salud que cada vez se complica más, y temen ser
responsables por lo que pueda suceder conmigo, temen cargar con la culpabilidad
en sus espaldas; pero les aviso, les recalco, que el único responsable será
aquel cuya sangre corre por mis venas. Nadie, nadie más.
Por
el camino de los maestros voy, lugar donde quizás sea mi eterno descanso en paz
con quienes se me adelantaron, mi hermanita que se fue a su corta edad de un
año y medio, mi hermanito que también se fue a sus escasos tres meses. Son
ellos mis ángeles de la guarda quienes me guían en este recorrido. No tengo
miedo a la muerte, ahora sí tras haber sido revelado por dónde debo ir, no temo
por llegar allá.