martes, 27 de septiembre de 2011

ÁLIDA JORJA ALLOCCO-Provincia de Córdoba, Argentina/Septiembre de 2011



 CLAUDICACIÓN


Me han arrojado adentro de este otoño
sin que yo permitiera
esta insolencia.

Desde octubre fue todo primavera
Y me niego a aceptar
esta afrenta amarilla de los fresnos
y este absurdo crepúsculo que ensaya
una nueva manera
de parecerse al sol.

Me niego a este despojo.
Les digo mi protesta.
En cada hoja que cae
me están robando un mundo
que me perteneció.

Repudio esta torpeza .
Ya no existen ni ráfagas de espigas.
Exijo que devuelvan el calor.

Celeridad del viento en la zona de fuga
donde la primavera se hace añicos
sin Dios.
Se desnudan los álamos callados
y la plata resbala por las ramas
que el frío amordazó.

No soporto asistir imperturbable
al pasivo estertor de cada flor
a la mutilación dorada de las hojas
a esta claudicación.

Me debato entre soplos de llovizna
tratando de frenar esta hojarasca.

Me agobia esta amenaza de letargo
de espera para nada.

Salvo que sea
hasta otro nuevo octubre de las rosas
que cicatrice el verde los tilos
en que el hechizo de la primavera
conjurando los velos del misterio
se atreva
a derrotar las sombras

Alba Bascou-Argentina/Septiembre de 2011

                             Vuelta al corazón

                                                                 A mi querida vieja.
.
        Es un día de verano, y bajo mis ojos se dibujan las montañas en zigzag, revestidas sus cimas de un blanco celestón. La hora hace que dentro del azul del cielo, vislumbre el rosáceo del atardecer. Amarrada al asiento del avión, me pasean nerviosos Santiago, el volcán de Villarrica, Pucón con sus artesanías de madera y las flores rojas que me llevo,  pensando que alguna vez, las imaginaste para mí. Nuevas caras se me asoman en los flashes que tengo desfilando y entre ellas,  las de mis hermanos. El  otoño, con ocres, dorados y rojos quedó atrás, pero lo recuerdo porque forma parte de mi otoño. Otra mano, la de mi compañero, aprieta la mía.
         Hace mucho tiempo que no te escribo. Es mi segunda carta, ya que de chiquita lo que hacía era hablarte cara a cara con la foto de la mesita de luz. Esa foto similar a la que debes seguir teniendo al frente de tu última cama.
          Ya no puedo decirte papá porque me gusta más viejo, ya que hoy, me siento tu padre, y vos llevás casi una centuria en la aparición.
           Como verás, te escribo desde el mismo lugar interior y exterior. Desde mi corazón que siempre estuvo y quedó en el barrio de Belgrano. Pero a partir de un 25 de agosto de hace dos años, algo cambió en mi relación con vos. Ya no me carcomen las dudas ni me lastiman las sorpresas, sino que asisto a tu nueva llegada desde otro lugar, de manera distinta. Será que una foto de mi infancia, también parejita con la de la casa de mi vieja, encastrada en un antiguo reloj longines de cadena hizo que se me arrugara el corazón. Mi corazón está lleno de heridas pero siempre tiene la fuerza de revitalizarse y continuar funcionando en este mundo en el que vivo, que no es el que elijo, ya que espero otro diferente.
            Aquél día, dos hombres engendrados por tu sangre me entregaron el viejo recuerdo que guardaban desde ese 16 de octubre del 56. Pensaron que me correspondía a mí, porque estaba en él y porque debiste algunas veces llevarme en tu bolsillo. Guardada. Como toda mi vida y la tuya. A Oscuras. Porque hasta el fondo de un bolsillo no llega la luz, sólo cuando querés ver la hora. Y las horas las viste. Vaya, si las viste. Lo que sucedió es que el famoso reloj, tenía dos tapas. Y yo permanecí sepultada en la que no llegaba la irradiación del día ni de la electricidad, ni aún de las lámparas a querosén.
                Sólo después de tantos años, ellos, me buscaron y me encontraron y conocí huecos enormes de tus andadas, que me hicieron reír porque se me acabó la época del llanto. Y ellos también rieron con el manojo de las anécdotas que guardaba de tus aventuras de hombre picado por la araña negra, como dicen los chilenos,  relatadas por el anecdotario familiar.
                Hace un año, uní tres puntos importantes de tu historia, posiblemente me falten otros tantos. Buenos Aires, lugar elegido para la aventura con una bailarina amante de mi abuelo, y más tarde donde conociste a MI vieja, la amaste, me diste vida. Montevideo había sido tu lugar de nacimiento y adonde regresaste, cercano al adiós,  buscando quizás las raíces o por simple espíritu aventurero. Santiago donde también te refugiaste y fecundaste a los hombres que hoy me toman de sus manos. Y fue como un viaje en globo. Inflado, temeroso, imponente, sentada en la escotilla, avistando lo inesperado. Temblando.
             Las Malvinas y los hielos del Atlántico Sur y del Pacífico distrajeron y llegaron a entretener mi emoción, alejándome de pensamientos fantasmas que siempre tuve munidos a mi espalda, compañeros en el viaje de mi vida. La soledad de los fiordos chilenos y los atardeceres con la mirada perdida en figuritas de carne que andaban por los andariveles del barco que semejaban un museo de cera, sacudida por la caricia o la palabra de mi hombre, o la espera de noticias de parte de mi carne, me devolvía a la realidad.  El paisaje me acompañaba todo el tiempo como metido dentro de mí, para no escuchar quizás vocablos internos y desviar los ojos de los muñequitos yanquis que se movían ajetreados por cruzar el estrecho de Magallanes, llenos de collares y pulseras como si estuvieran por asistir a su fiesta nacional.
             Y Valparaíso apareció una mañana de sol, entre apurones de los que queríamos llegar a tierra y los despistados de siempre. Y allí, hubo cuatro manos agitándose antes del abrazo emocionado. Fue como si  esa incertidumbre mezcla de melancolía y miedo, empezara a despejarse. No sé, si fueron las lágrimas las que hicieron que no acercáramos más, o la potencia de unos brazos en los otros, apretando nuestros cuerpos, pero algo estalló que venía dormido desde muchos años. Desde que te buscaba y preguntaba por vos a tus hermanas, Cata y Tona, con mis escasos doce años consultas a las que ellas no contestaban. Desde mis juguetes regalados por mi madre y los abuelos y que me hacían creer que me mandabas, porque eras el Gerente de las Bodegas “El Globo”. En realidad, fue un cargo que nunca abandonaste, ya que viajaste en Globo, dentro de la realidad, raptando la hermana monasterial y llevándola al Brasil, encamándote con la Lupe, tu prima hermana,  apareciendo por televisión uniformado porque no tenías agallas para volver a la casa de tu madre, escondiendo en la guantera los pañuelos con la forma de los labios, impregnados de color rojo y que hoy lucen deslucidos y amarillentos junto a unas cartas en el ropero de la vieja. Y no sé cuántas cosas más. Haciéndote cargo de la fonda de mi abuelo con tu hermano, en el viejo San Telmo, sin pagos finales. Buscando los tesoros de los piratas por Coquimbo, que estarían entre las piernas de las lugareñas, y no dudo que serían preciosos y preciados; siendo juez de paz en Pucón o regenteando las líneas de colectivos de Villarrica a Temuco…Regresando a la tierra donde creciste y dejando otros dos frutos de tu esperma amoroso en Chile, mientras emprendías odiseas en la búsqueda de las fortunas de las goletas uruguayas, enterradas allá abajo, muy abajo, en la profundidad del mar.
            Algo pasó con vos. ¿O no? Los años, el amor por tus muchachos a los que acercaste caricias, abrazos, ausencias. La enfermedad. Elisa, la madre de ellos, tu otra mujer.  ¿Pero,  fue más fuerte  el grito de Ianoff?
        Debió haber sido muy poderoso recordar los 14 de julio, a las siete de la mañana, la Revolución Francesa con Gilberta, tu madre, metido en tus pantalones cortos,  mientras te obligaba a enarbolar el brindis con  una copa de champagne, al grito de la Marsellesa….
            Más allá de tus hazañas, creo que representaste para mí, la patria grande, sólo que me faltaría encontrar algún bolivariano que cerrara la ronda, o por qué no y en éstos años, una hermana del Matto Grosso que nos ayudase en nuestro   MERCOSUR.
            Viejo, el tiempo huyó. El abandono quedó abandonado en ese tiempo. Y el maltrato que produce tuvo su metamorfosis. Hoy, puedo contarte que no sé cuándo algún día o cierta noche, volveremos a encontrarnos transformados en partículas minúsculas que giran con el viento, empujadas desde el fondo de la tierra uruguaya y de cenizas extendidas en el Río de La Plata. Allá lejos, una ráfaga de aire fuerte te acercará a mí y con su silbido nos hará imaginar dos palabras, que se llevan desde que desembarcamos en este mundo: hija… y yo,  recién entonces lograré balbucear un pequeño y corto papá.
            Desde siempre, y hasta hace poco me preguntaba cómo iba a enterrarte, hoy sé que pude, que con mis pensamientos hice el hueco en la tierra, arrojé tu cuerpo y lo llené de flores. Siempre vivas.
            Pero sabés una cosa, hoy también depositamos el cajón de mi vieja en medio de la tierra y le pusieron una cruz, y estoy llena de dolor porque no veré más su carita arrugada y blanca, sus ojos grisáceos, chispeantes; no escucharé su voz ni contestaciones certeras y alzheimicas a la vez, pero la tengo adentro de mis venas, guardadita en mi corazón y en mi pensamiento. Y sin llamarla, todas las mañanas, me despierta.
            Me olvidé de decirte que se llevó con ella no sólo flores y recuerdos, sumados a nuestro amor sino una foto con vos, porque lamentablemente, ella no te pudo borrar de su memoria, como vos.
           Me falta contarte que sobre ella crece un pasto colmado de enamoradas del sol, y a los costados de su nombre se abren y cierran –constantemente -las siempre vivas. Pero, siempre vivas, por siempre.



Agosto de 2003. Bs.        

Raúl Barrozo-Argentina/Septiembre de 2011

     Fideos negros

     Es hora de almuerzo. Sé que no es hora de añoranzas. Con el estómago vacío una se vuelve más vulnerable, más desprovista. Pero soy una tonta. Y no sé porque digo esto, si lo único que yo quiero es sincerarme un poco: explicarme por qué nos alejamos, porque nos separamos… por qué te fuiste, Javier. Porque si vos decís: “Me traicionó con Cacho”, no sería nada raro. Si lo dijeras vos. Pero lo dije yo. Porque vos me traicionaste con Cacho. Vos me cambiaste por Cacho, vos te fuiste a vivir con Cacho, Javier... Que me dejaste todo. Pero por favor... ¿Qué es todo, Javier? ¿Los doscientos compact acaso? Que seguro que ya estarás armando una nueva colección con el tarado ese que lo único que sabe hacer los domingos es meterse  en el Parque Rivadavia a hablar de lo más rarito de la música contemporánea, sin darse cuenta que el rarito es él. ¡Que va! Y pensar que yo misma te lo presenté. Que me iba a imaginar yo que con esa carita de niño bueno, con ese pelo tonto sobre los hombros, que finalmente se iba a salir con el monstruo de adentro. Y pensar que te lo presenté yo misma. Yo, que lo conocí en la clase de jazz en el bar ese de Recoleta donde un par de nostalgiosos acompañan a otro nostalgioso que habla de jazz y de Fats Fernández, de Baby López Furst y de la Porteña Jazz Band y de los orígenes negros del jazz y de nueva Orleáns y de Misisippi. Como si el hecho de ser negro te reivindicara como creador. O como más bueno. Está bien. A fuerza de ser sincera, yo también alguna vez lo sentí. Pero sólo fue una circunstancia eso del amor por todo lo afro americano que vivimos juntos en Bahía. Pero no para que se instalara en toda mi vida sino sólo por esos días tan placenteros contigo en el Brasil. Así están las cosas. Vos te fuiste con el Cacho y yo llorando por los rincones como una histérica. Y encima, a la hora del almuerzo. Pero todo pasa. Lo estoy superando. Hoy, por ejemplo volví a mis andanzas culinarias. Y también a los fideos negros que compramos un día en Coto, como una joda, te acuerdas?. Y que nunca te los hice. Bueno. Hoy los cociné. Se los preparé estupendamente a mis sobrinos. Recién se acaban de ir, y no dejaron nada. El único problema es que no sé si se consiguen ahora, porque son importados y peor aún, en caso de que así sea, no sé si están al alcance de mi bolsillo. O sea que, en el hipotético caso de que por esas cosas que tiene la vida, tu vuelvas, lo abandones al Cacho ese y vuelvas y me los reclames, perdonáme, no creo que ya pueda volver a hacértelos.

AMELIA BLANCHARD, VENEZUELA/SEPTIEMBRE DE 2011

MI ALMA TE ESTA BUSCANDO 


Yo te amé profundamente 
y lejos estas ahora
la caricia de un otrora
se perdió eternamente
ya el sol no es resplandeciente
se interpuso un gran ocaso
se me cerraron tus brazos
cuando te quise alcanzar
nunca te pude encontrar
el tiempo venció su plazo


Hoy nos separan los mares
el silencio y el abismo
nos detiene el paroxismo
se presentan avatares
no se escuchan los cantares
nuestro amor ya se detuvo
el cielo nunca contuvo
la sombra del plenilunio
para mi fue un infortunio
no sé donde Dios estuvo


Mi alma te está buscando
anda descalza y desnuda
su semblante se demuda
a gritos te está llamando
asi mismo estará actuando
mientras a ti no te vea
buscará en las azoteas
y en los distintos suburbios
aunque todo se haga turbio
tras tus huellas se pasea


Como duele la tristeza
que penetra y hace llaga
con sus lágrimas apaga
los vestigios de nobleza
en verdad no me interesa
el mundo si tú no estás
nuestro amor se quedó atrás
derribaste los cimientos
no existirán más momentos
sólo existirá el jamás


Bajo el cielo derrumbado
tendré que batir mis alas
mi súplica ya no cala
del sueño no ha despertado
ella aún te ve a mi lado
aunque al mar dio su estocada
impetuosas marejadas
al amor fueron hundiendo
y en mi alma no comprendo
el por qué se hizo la nada

Miriam Brandan- Argentina, reside en Estados Unidos/Septiembre de 2011

             ROMANCE FUGAZ

Tan fugaz como las perlas del rocío
Que en un instante, se evaporan y se van,
Fue mi aventura con tus ojos soñadores,
Una mañana de verano frente al mar.

No me miraste, ni notaste mi presencia,
Yo al contemplarte, no hice más que suspirar
Por tu mirada que perdida entre las olas,
Había robado el azul-verde del mar.

Quise quererte y te ame por un minuto,
Fue suficiente, para que pedirte más?
 Si sin saberlo, ya me habías regalado,
Una aventura con tus ojos frente al mar.

Juan Pablo Goñi Capurro y Juan Carlos Vecchi-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

METÁFORA PARA UN 'FRÁGIL'/RONDA V/JUANPA Y JUANCA

Huesos prominentes
en este cuerpo
famélico, por verte
nuda o des,
citada o ex;
son flechas hacia arriba,
metáfora para un "frágil"
en- caja con destino
de cielo muerto por falta
de calcio.
  
Y la noche desvergonzada
exhibe escaparates discepoleanos
en cada vereda,
 en cada recuerdo sagrado
todavía no profanado por las dudas,
en celo y en vigencia
hasta nuevo aviso.

Alicia Adelina Casal-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

Déjame sorprenderme

en la apertura de un pimpollo,
en el diario resurgir soleado,
en el baño de mar fogeado.
En las aves del universo,
poblando el aire de mi ser.

En el azul tornado crepuscular.
Déjame sorprenderme!!!
Ante el rayo de luz,
donde destella la vida!!!

Libertad, permíteme beber!!!
el sueño extremo de la nostalgia.
Déjame atrapar del paisaje,
el nacer en una flor. Perfumar!!!

Sonidos de otros lares,
abarcan mi todo.
Y llega así, vibrando,
contagiando expresión musical.

Al abrazo simétrico,
de un corazón flotando en ese mar.
Dádme permiso
al vuelo de límpidas palomas.

.........melodía que circunda fibra,
que habla de melancolía,
convierte el todo, en más bello,
apasible naturaleza, verde, suave;
en caricia...........

Graciela María Casartelli-Provincia de Córdoba, Argentina/Septiembre de 2011

Fotografía


El matiz degradado en sepia, sobre uno de los ángulos,
en recorte abrupto oscurecido,
        enfrentado a un vaporoso volado blanco níveo.

Brillantes calzados, ajustando el apoyo,
aseverando la existencia terrena,
sólida, segura, entusiasta.

La otra figura, con brazo enlazado;
mirada firme hacia el centro.
Dos colosos de erguido realce,
iniciando la colosal carrera;
la jactancia sobre el paso dado,
con encuadre estricto en un tiempo
                                             y en un entorno.
Expectativas cubiertas e ilusión segura.

En un costado, abiertas sonrisas,
consumando el momento.
Rizos jóvenes sobre semblantes de porcelana,
iluminados de frente por la copa triunfante:
El trofeo escultural preparado para la fiesta.

Elegantes entalles en cuerpos esbeltos, tras extensos esfuerzos.
Manos ansiosas que tienden a lo alto,
esperando un sortilegio volante, de fines mágicos.


En un apartado del recinto, otros semblantes en redonda:
Ansiosos, enjutos, alegres, distantes, turbios, degradantes;
                                                               que observan la escena.

¡Cuántos pensamientos entrelazados!

¡Cuánto sabor a nada y a confite sin aliño,
olor a prendas gastadas simulando un detalle distinto!

¡Cuán lejos todos de todos!
Entre alcoholes que se evaporan;
entre cigarros oscuros en los labios de machos de estirpe
y perfiles desabridos de mujeres hastiadas!

Un instante en el tiempo, sobre la misma repisa.

Ventiscas de años, propagadas
Entre calores ardientes
                                         y feroces inviernos.

¿Recuerdas ese entonces?


Perfiles perfectos que no sabían de muecas,
desilusiones, tormentos, mezquindades y abandonos.

Tiempo preso entre aquel idealizado tramo perfecto,
inmóvil, nostálgico, sublimado…

Qué poco entendía de desvelos,
de cunas hambrientas y cunas vacías.
Del enfrentamiento entre el tronco y una rama manceba.
Del cotidiano paso cansado del día tras día.
De la fatiga del músculo y la boca crispada.

Difícil el salto a nuevas escenas,
sin mutilaciones ni apegos, al pasado triunfante.

Difícil el velo sobre lo sin retorno,
que permitiera expandir las alas, hacia cielos nuevos.

José Mario Castro-Bolívar, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

ORO GRIS 

Si encontráramos lluvia.
Si encontráramos lluvia
                       pasando el terraplén.

Si alcanzáramos
                       uñas
                       almas
                       raíces
                       miradas.

Si inventáramos llover.

Si de sombras camináramos.
Si sembráramos pies.

La lluvia
lava el mundo.
Cuando llueve
vemos lo que hay
de bueno para ver.

No preguntes
qué sería del amor
si hoy te dijera que llueve.  

Laura Beatriz Chiesa-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

ARPEGIO FINAL



Condenso ilusiones y placeres
en inviernos distantes.
Nieves derretidas
en un tiempo de cambio.
Piar de un cóndor
con las alas cercenadas,
olvidado en la cima.
Indiferencia que anuncia silencio,
total silencio, en esa inmensidad de
mil horas desgastadas.
¿Podrán los minutos invadir
cortas auroras?
¿Sabrán los segundos ejecutar
el final de mi sueño?
¿Quién oirá el agónico arpegio del adiós?

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

EL VIOLINISTA DE LIMA

Llegaron de pronto. En medio de la noche. Tiraron la puerta abajo.
A gritos y empellones me sacaron de la cama donde dormía.
Mis hijas lloraban y mi mujer gritaba diciendo que yo no había hecho nada.
Pero ellos no escuchaban. Dijeron que cumplían órdenes.
Me esposaron. No me golpearon porque no me resistí. Me taparon la cabeza con una toalla y entre dos me sacaron a la calle.
Yo oía los murmullos de los vecinos agolpados en la entrada de mi casa.
Me metieron en el auto policial y ni bien llegamos a la comisaría, empezó el interrogatorio.
  - ¿Juan Oribe?
  - Sí.
  - ¿Nacionalidad?
  - Peruano.
  - ¿De que trabaja?
  - Toco el violín en la estación  Lima de la línea “A”
  - No me jodás viejo. Quiero la verdad. Para terminar pronto. Me quiero ir a dormir. ¿En qué andás? La verdad  y acabo con las preguntas. Te dejo tranquilo. Yo me voy a mi casa y vos te vas a seguir durmiendo al calabozo. ¡Hagámosla corta!
El oficial Ortíz, tenía un vozarrón grueso y golpeaba la mesa repetidas veces mientras vociferaba. Yo me sobresaltaba cada vez que gritaba.
  -¡Hablá boludo! ¿Dónde guardan la merca? ¡Cantá el nombre de tus cómplices! Vos estuviste metido en la operación “Rosa Azul” Tenemos información que fuiste el chofer del camión que transportó media tonelada de cocaína de la mejor de Salta a Villa Lugano. ¡Hay filmaciones en dos  peajes! Además, un cómplice tuyo cantó. ¡No perdamos más tiempo! Hablá y terminamos.
Yo quería decirle que no tenía nada que ver. Que es verdad que toco el violín en la estación Lima. Todos me conocen ahí. Pero ¿cómo explicarle a un irracional que cree que es el dueño de la verdad? Y encima, con la fuerza de su lado. Además, yo estaba tan asustado y confundido que sentía que no podía pensar claramente. El sudor me había empapado.
El ventilador apenas largaba un aire caliente y pegajoso.
El ruido de las aspas al girar chirriaban con una  cantinela inaguantable.
Las esposas me lastimaban las muñecas.
Cada tanto un mosquito revoloteaba delante de mi cara.
Un fuerte olor a hamburguesas grasientas se había colado por el ventilete inundando toda la habitación.
Por momentos me parecía que estaba soñando.
      -Bueno, dijo Ortíz. Te doy una última oportunidad. Si no cantás en los próximos diez minutos,  vamos a la  salita  del fondo y ahí si vas a cantar.
¡Aunque no quieras vas a cantar! Y a temblar también – agregó casi en un susurro que sólo yo pude oír.
Se paró atrás mío.  Encendió un cigarrillo y se dispuso a esperar que pasaran los diez minutos.
                  -Oficial: quisiera ir al baño. -Y me incorporé como pude para tratar de ir.
            Yo no se si eran los nervios, pero sentía que la vejiga me iba a estallar.
  - Oribe. ¡No me joda! ¡Méese encima, pero hable!
  - Oficial. Disculpe. Mi apellido es Uribe. Soy Juan Uribe.   Y llame a un agente para que me acompañe al baño por favor.  
          Con el apuro de ustedes por sacarme de mi casa,  no pude traer mi bastón blanco.
                                          

Inma Diez-España/Septiembre de 2011

HORAS DE TORMENTAS

Mi amor se va en la sombra que oscila en la tormenta
envuelto en desaliento, cabizbajo y vacío,
sabiendo que enlazados, tu corazón y el mío
nacen al desamparo, de un sueño que despierta.

Estrella extraviada de la melancolía
aquella que hice mía, queriéndola alcanzar
hoy siento el espejismo en la inquietud del mar
que escondo en el silencio de ésta playa vacía.

Sordo rumor de olas del alma entristecida
que aleja de mi vida lo que no habrá de ser
dejándome un abismo entre noches desiertas.

Acaso no comprendas en ésta despedida
que aquella vieja herida, ya vuelve a renacer
en cada atardecer, y en horas de tormentas.

Juan Disante-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

Capturar la obra



Desmalezo el arte cuando encuentro sus silencios,
cuando me acerco a sus límites,
cuando arribo al extremo de esa frontera
donde la materia se transmuta.

Sigue estando
aunque cambiada,
si pudiera conocer el cómo y el por qué,
alguna finalidad,
el sentido,
su dirección.

Algo en la obra se resiste a comunicarme
su significado,
ver lo uno en lo otro,
lo extranjero,
me acerco en puntas de pié y cuando más me acerco, mayor confución,
son sólo manchas,
el objeto resbala.

Cercano a los desbordes infranqueables de sus límites
el fuerte tiza de su color hispano,
el derrumbre herrumbre del espesor
se propasa,
la obra escapa a la clandestinidad.
¿Cómo representar lo irreal...
cuando lo que se ve no es exactamente lo que se ve?
Invisible subversión.


Donatien Alphonse/Septiembre de 2011

Idilio Armónico



La música sin recelo como el mar
es carrusel de emociones constantes
en olas en forma de ondas de cristal.

La música sin recelo como el mar
puede engullir al sol en alegría
y a la luna en melancolía alumbrar.

La música sin recelo como el mar
como el rey de los cielos en su vuelo
¡ se pierde en el confín semicircular !

¡ La música sin recelo como el mar,
que inunda los ríos como las venas
y el corazón parece hacer estallar !

Es la música sin duda como el mar
inescrutable y profundo misterio
duerme en calma y también sabe bramar.

Es la música sin duda como el mar
desde la efervescencia de su seno
hasta el puerto del alma donde ha de anclar.

Es la música sin duda como el mar
apacible se mece en un sitio
y en otro es como aguerrida tempestad.

¡ Es la música sin duda como el mar !
ha visto al hombre infante hacerse viejo
y lo acompañará a la eternidad.

Lilia Elena Durand-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

FRAGILIDAD

No puedo ver sus alas
volátiles  nubes
                     cabalgan relámpagos locos
duerme el día tallado en la piedra

se apaga   indecisa
 no sabe elegir  en qué orilla
habrá de dormir
que es morir

No sé
no puedo ver
me detiene el resplandor errante del silencio insondable

círculos en el agua
qué bello es verla luchar
flotar sin límite ni destino
capullo   
            caer en la trampa
            de un sol  que en cenizas
la hunde en el horizonte.

Simón Esain/Septiembre de 2011

DEL POEMARIO EN PREPARACIÓN 

“BP TANGOS”

  de Simón Esain




        TANGO NÚMERO 30


                              a Rolando Revagliatti

revisa algo
                  diluido entre sus dedos
se inclina a verlo mejor
desde unos metros lo mira el otro hombre
parados ambos en la esquina de la plaza
que contiene como de fondo, a la infeliz Confitería del Molino
un lugar evocable desde cualquier punto y tiempos del país
y desde los otros lados del río
ahora resulta complicado apartar más la cámara
sería preciso al menos que, como un perrito
el ocular viajara a bordo de un satélite
y abarcara el estuario del Plata
los supuestos cuadros se redujeran a pizcas intersticiales
en los efectos visuales que provoca la digitalización
es probable que esta imagen rebotara
para terminar confinada
y a dialogar  /  dislocada  /  adherida
a un cavilar que en nada se le corresponde
reglada por este esparcimiento
                                                             /  Borges
le encontraría una profunda significación despojada de cualquier afecto
y tal vez previendo, la haya perpetrado preteridamente
la lente  
(ojo del que se agachó a la pelusa en su dedo)
permanece empantanada  /  permanece
un acuoso claroscuro
                                  /  refleja a la manera del ojo
de este costado de la vaca del Buda
(si alguna lo tuviere por dueño)

Buda podría explicar que inclinarse a ver mejor
también es causa
de que alguien, perennemente superior
se nos acerque

Abel Espil-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011



18 MESES

Lineal,
esmeradamente recta.
Al Sur,
dos piecitos de diez dedos,
clavados al vivir.
Al Norte
dos enormes ojos claros,
centinelas presentes al futuro.
Su voz diáfana,
pregona su nombre  : ¡ EMA !.
A los días venideros
en los que un abuelo...
estando presente,
se viste de testigo por siempre.
Tú, ángel blanco,
 te abrazo, estrella del Sur.
 Te pregunto tu nombre:
 me dices : ¡ EMA !.

Josefina Fidalgo-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

Me asomo al límite
      íntima penumbra
que no se detiene
      no tropieza      ni vuelve.

En la ventana desnuda
       la disciplina de la araña
comparte el silencio
       del vaivén de una percha

Noches de lunas y velos
       engaña  y  seduce
con sus luces y sombras
       promesas y olvido
esferas fingidas
       encastran mis dudas

Una gélida brisa tramontana
       sopla  mis cabellos
Se mete en mi boca
       de loba hambrienta.

Sonia Figueras-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2011

El "Inca” seguirá viviendo

Un aire molesto me vuela los cabellos. Cada tanto saco el mechón incómodo que me tapa un ojo. Este cabello teñido se refleja en un espacio del vidrio de la ventana plagada de carteles con horarios y aunque no está de peluquería se le nota el brillo, el cuidado que recibe.
 Quiero no sentirme un pez fuera del agua. Cómo no serlo. Lo soy. Sus ropas, las de ellos, son sencillas igual que las mías pero hay algo. Me contrarío. Necesito sentarme entre ellos, mostrarme una igual, una par. No lo soy. Soy distinta. Pertenezco a la clase media, con posibilidades de estudiar, marido profesional igual que mis hijos, una casa confortable. Todo contrasta.
Vuelvo la mirada a la platea de figuras inmóviles, carentes, sentadas, de pie,  deambulantes a la espera de su turno.
Desde un triciclo, Emerson, se llama Emerson, me mira con sus dos añitos escasos y su sonrisa bolivianito hermoso, cara redonda mejillas rojitas tomate en sazón. Me animo. Toco su cabecita lacia muy lacia. La mamá pone su mejor cara de desconfío hasta que sus labios emiten el esbozo de una mueca sonriente. Me inflo como el sapo de peluche de la infancia de mi hija. Quiero levantarlo acariciarlo mimarlo. No.
Salgo de la sala de espera. Me ubico contra un pilar. A la espera, mientras observo.
Ella lo atiende como lo hace con todos. Con la mirada a los ojos del otro, fuerte, blanda, comprensiva a la vez. Está acostumbrada a la tez morena, al olor de la leña o el carbón que sale de las ropas inimaginablemente limpias y planchadas, a su trato amable y al de los que vienen a la consulta. Siempre prima el buen gesto porque ella invariablemente se adelanta con una sonrisa.
Yo lo detecté una mañana sentado en una piedra mirándose las manos. El cuerpo asténico, el torso cubierto de blanquísima camisa planchada a duras penas, jeans gastados con el remate de las zapatillas que pedían otras, con esa tristeza en los ojos brillantes acuosos que dan el hambre y la pobreza.
No indago mucho sobre él, por ética, pero sí sé que quiere estudiar. Cuenta alrededor de 18 años, indocumentado y no vive en el barrio ni en la villa. Él está detrás, en la quema, sobre las ratas, donde las casillas no tienen número. Y eso basta para apaciguar mi curiosidad.
¿Cuánto puede esa mujer joven con el beneficio inmenso de haber estudiado, hablarle de Freud, Lacan, del psicoanálisis, que sé que emplea como las condiciones lo requieren?. Me quedo en el prólogo que me refiere de la consulta en el camino de vuelta porque con ella y su conducta no hay acceso, justamente por principios.
 En mi imaginación audaz me figuro la desolación. La de ella por no responder con las soluciones necesarias y la de él o la de los demás, que los desespera el no llegar a algún lugar mientras la vida pasa al lado de ellos, con el infaltable “negro de mierda” “¿por qué no trabajan?” “¿a qué vienen?” “¿por qué no se quedaron en su provincia, en su país?”
Entonces recuerdo a mis abuelos catalanes ricos que vinieron porque no acordaban con la política española y a los otros, italianos, desembarcados igual que ellos en tiempos de guerra, que sabían de comer cucarachas o nada. ¡Cómo cambió la mirada hacia los inmigrantes de otras épocas con respecto de los de ahora! ¡cuánta exigencia! ¡cuánta indiferencia! ¡qué discriminación incomprensible!
Otra mañana vuelvo a verlo solo, como la primera vez y aguardo en la calle.
En la espera obligada y a la vez gustosa por ir a buscarla mis neuronas dan un paseo.
 Me pregunto por qué tanto odio, por qué genocidios al margen de todo juicio, de toda norma, de todo comportamiento humanitario. Me interrogo por la fraudulenta conquista latinoamericana, los genocidios nazi, armenio y el perpetrado en los penosos, trágicos años nefastos de nuestro reciente pasado que dejaron en el camino cantidad de vidas e ilusiones.
Es un tema que me quema y duele en su irracionalidad y con tantos resabios aún por la portación de rostro nombre raza.
En tanto con estos pensares hago tiempo frente a la puerta del Centro de Salud de la villa, allí donde se funden las miserias y las ganas, las ilusiones y los fracasos, el temor y el coraje, el amor y la violencia.
 Concibo miles de hipótesis con respuestas allí, donde corretean niños y perros, coches costosos y carros con jóvenes y hombres por caballos que entran y salen.
Me digo que si admitiéramos oír al otro sin que nos afecte el hecho no elegido voluntariamente de nacer en lugares y circunstancias distintas, más aún, si en verdad no lo menospreciamos al considerarlo “diferente”... el caso es que deberíamos sentirnos “iguales”...
...si tuviéramos una real decisión de aceptarlo, integrarlo con nuestras diferencias, desigualdades, en forma honorable, digna, contribuiríamos a que sobreviniera una humanidad  universal en desarrollo parejo.
 La mirada de ese chico, el muchacho de las zapatillas viejas, no único, no, en este mundo segregador queda dando vueltas en mi cabeza y de regreso sentadas en el colectivo entre corcoveos escribo unos versos.
 Alli / donde se funden la risa la tristeza / lápices estampitas / un alguien chiquito desconocido / allí / bajo la ciudad potente poderosa / allí / ¿una moneda?/  allí vos y yo / vos / empujás la puerta gira que te gira / yo / en las tinieblas de mi noche oscura y permanente.
Voy a leerle a ella si puedo entre tantos sacudones para saber su opinión. Considero su acuerdo muy importante para mí ya que  tan buena lectora es.
No lo hago, me suena a presuntuoso. Tampoco le pregunto por él.
En mis ojos subsisten los suyos, azabaches con su entorno mítico de mágicas virtudes y los llevo prendidos como protegiéndome con su ambarina opacidad.
Y me quedo con el recuerdo de esos ojos, su voz baja y tímida, los modales delicados devenidos del Inca, de nuestros pueblos originarios y me sobreviene una irrefrenable vergüenza.