Osvaldo Spoltore y su comentario
bibliográfico a partir de “Sopita” de Rolando Revagliatti, Ediciones La
Luna Que, 6ª Edición, Buenos Aires, la Argentina, 2008,
publicado en el Nº 33, octubre 2009, de la Revista de Literatura “Tamaño Oficio” de la
ciudad de Buenos Aires.
A Rolando Revagliatti lo conocemos como un
trabajador incansable en el ámbito de la poesía y actividades relacionadas con
ella.
En esta ocasión tenemos la última edición
–la sexta- de su poemario “Sopita”, en donde hallamos la llaneza de su lenguaje
al servicio de lo poético, subyaciendo en varios de los textos de formas
sencillas, las materias profundas que él nos alcanza sin contenidos
disolventes.
Como se muestra en el mismo poema que da
nombre al libro:
Vos
crema de
garbanzos
no sos
sopita
y sos mi sopa
preferida
“Así es la vida”
incluso la mía
(espesa)
aunque es también
-oh, resonancias
fulgores
distorsiones-
sopita.
Sopita,
metáfora de lo simple, que no es lo mismo que decir simple metáfora, encarnando
la ambigüedad de la vida que aunque se desee espesa a veces, no es más que
distorsiones, una sopita.
Avanza el libro con ciertos “personajes”
que se reiteran: Eduardo y Mecha; Flavia (una nena), junto a ciertos temas como
el de la familia, las vacaciones, y las fotos en donde el poeta ve lo que él
sólo como tal puede ver y nos lo hace presencia, aunque sólo si hacemos una
lectura re-creativa de su trabajo.
En “4º Grado”, con enumeración y síntesis,
barre las hileras de una vieja foto escolar hecha ahora poema. Lleguemos al
clímax:
El más bravo, Carbone, sonríe
No todos
Yo no, la cabeza inclinada
Al lado de uno con apostura de jugador de rugby
uno huérfano de padre que a veces no traía delantal
Y este año el portero no se cuela en la foto
porque se murió.
El contenido es la
forma y a estas alturas, la foto y los niños quedan en la anécdota y, ¿qué
sentimos?, ¿vida crema espesa o sopita?
Sopita, como la vida no preferida, como
aquella que se nos ajusta a la medida de otros sin ser nuestro deseo:
Volar me gustaría –arguye la nena
viendo algo volar-
pero no soy un pajarito
No –admite su papá
y siguen caminando.
Pero no siempre es
así un pasar estilo “sopitas” como bien se aprecia en “Marina Mercante”, un
designio materno desacatado.
Y en una época donde se impone la
dictadura de lo mercantil, y hasta el arte se ha banalizado, no es sencillo
mantener una mirada nítida que es esencia para construir la poesía de los
espíritus inquietos, que no se dejan seducir por la “sopita”. Revagliatti nos
dice irónicamente así en “Mar del Plata”:
Boca abajo en la playa
codos en la arena
Mecha, divertida
Muy en segundo plano a la izquierda
agua y gente
A la derecha
gente y casino
Eduardo, bastante tostado
Los dos, lindos.
Sopita linda, ¿no?, cuando es vida sin toma de
conciencia, tan sólo reiteración de frases hechas, como un Así es la vida. O peor, cuando es repetir las vidas de otros tan
vulgares y “lindas”. Alejadas del asombro que es más común en la infancia,
repleta de Fantasmas, que aparecen y
desaparecen, cerca de las hormigas y la
menta / próximo a un caracol maravillo.
Sopita, no. Nada de sopita: mejor la sopa
crema espesa. Por ello, desde los tuétanos, todo artista hace esfuerzos para destilar
la pureza que pervive de la especie en su interioridad:
nos odien
o nos amen
Los huesos nos expulsan
suplican que los dejemos ir
Detestan que los retengamos
que los exijamos todavía
“No es humano”,
chillan.