jueves, 25 de abril de 2013

Stella Mayol-Abril de 2013

LA   TRAICION


     Paulatinamente se iba acostumbrando. Será por poco tiempo le dijeron, quedate tranquila, es un lugar muy seguro. Es fácil decirlo pensó. Pero no les contestó. Después de todo ella sabía que sólo querían protegerla.
      Aquella fue la primera vez en que se había sentido cuidada, una sensación hermosa, sólo bastó el brazo de él rodeándole el hombro. Sólo eso. Hacía muy poco tiempo que lo había conocido. Ojos de mirada penetrante, pelo lacio, castaño que le dibujaba la nuca donde había jugado entrelazando los dedos. El rostro,con una arruga profunda que marcaba el entrecejo, revelaba determinación,  fuerza y una seguridad en sí mismo, que la cautivó.
      Al quedarse sola exploró el lugar. Una habitación sin ventanas, el baño y una cocina con la heladera bien surtida.
      Al principio también ellos se escondían. Sólo por hora y media, una habitación y el baño. Allí se amaban con el reloj apurando el placer final.Pero, él se fue. Urgente, como ahora debía irse ella. Lo estaban buscando y sabía mucho, tal vez demasiado.
      Por suerte había bastantes libros, pensó, son una buena compañía, los libros y la música, aunque la radio podía escucharla con auriculares, para que nadie perciba que en ese lugar había alguien.
     Con él todo era distinto, se rendìa a sus pies, le decía ella y los dos reían.
A él podía hablarle sin reservas, lo que sentía, lo que pensaba, sus más íntimos secretos y todo lo relativo a la militancia. Porque él también era un militante, porque él también le contaba, porque estaban hechos el uno para el otro.
      Se miró al espejo. El pelo teñido de rubio y los tacos bajos, ni ella se reconocía. Pero no pudo dejar de estremecerse al recordar el terror con el que hacía dos días había cruzado por debajo del puente de la General Paz. Estaba lleno de policías, policía federal, policía bonaerense, y policía de civil. Todos eran policías. Aparentemente ni la miraron. Ella, la que normalmente caminaba erguida, desafiante, esa vez ni siquiera se atrevió a levantar los ojos del piso.
       Con él nunca sintió miedo. Recordó esa vez en que estaban seguros de que los perseguían. Él la tomó del brazo y entraron directamente al primer hotel que encontraron como si eso estuviese planificado. Nadie caminó detrás de ellos. Y según él, fue por la seguridad con que se desenvolvieron.  Ésa vez se quedaron toda la noche. Llovía a cántaros y ellos, después de hacer el amor, apostaban como dos chicos a ver quién adivinaba cuántos segundos demoraba en resonar el trueno después que el relámpago iluminara la habitación. Siempre ganaba él.
       En realidad, el mayor temor no era el de perder la vida. Claro, cuando pensaba en sus padres le hacía mucho daño imaginar el sufrimiento de ellos si a ella le pasara algo.
Pero, su carga mayor era todo lo que conocía, era la infalibilidad de su memoria, eran los secretos que le habían sido confiados. Ante todo, temía no ser capaz de tolerar la tortura y contar , delatar … Al menos, si pudiese morir sin traicionar. Imaginaba a sus compañeros juzgándola:” no fue capaz de aguantar, nos traicionó, cuántos cayeron por su culpa”.
       Por suerte él se pudo exiliar, podría ser México o tal vez España.
Íntimamente  tenía la esperanza de que la enviaran junto a su hombre. Pero no se atrevió a decirlo, demostraría debilidad. Nadie se apiadaría de su llanto, nadie escucharía su sufrimiento. Todos la admiraban por su valentía.
      Faltaba poco, unos días más y llegaría el pasaporte, unos días más y no sólo se salvaría ella, sino todos los que podrían caer por su culpa.” Si me atrapan voy a matarme “, se dijo.” Si soy tan cobarde como para no suicidarme, también seré cobarde cuando ellos…No, no me va a pasar , no tengo que pensar así, basta”…”¿Cuándo vendrán, cuándo?”
        Escuchó pasos en el corredor. Su cuerpo se tensó. Sintió ese aviso de alerta que la invadìa cada vez que habìa un movimiento. Alguién se detuvo frente a la puerta. Los nudillos golpearon suavemente una vez, dos veces, tres veces. ¡Por fin! Ésa era la consigna. Y entonces abrió y ellos entraron. Primero fue la mordaza, luego cada uno la tomó de cada brazo, la levantaron en vilo casi arrastrándola por las escaleras. La lluvia había arreciado, la oscuridad era completa, el auto estaba detenido frente a la puerta, la sentaron detrás, entre los dos. Un relámpago iluminó el interior del Falcon y entonces lo vio, al volante, claramente reflejado en el espejo, con el pelo muy corto, pero con esa arruga profunda que le marcaba el entrecejo.
         La capucha cayó sobre su cabeza junto con el ruido del trueno, que trepitó estentóreo. Nunca supo cuantos segundos transcurrieron después del relámpago que lo había anunciado.

3 comentarios:

Constanza dijo...

Muy bueno !!!. Uno más de los tantos que lei tuyos. Felicitaciones Stella!. Un placer leer tus cuentos !. Un beso. Constanza y Adrian.

Alberto dijo...

Leí tu cuento y realmente es un buen argumento, muy bien detallado, y lleno de recuerdos de un tiempo que hemos vivido, donde debíamos cuidarnos muy bien en la universidad con quien nos juntábamos. Además, es muy bueno tu relato, para entender y llegar al corazón de los que de alguna manera fuimos y somos todavía hoy traicionados por nuestros ideales.Felicitaciones Stella, Alberto.

Solución Educativa dijo...

La escritura es una función social. Gracias por aportar un granito de arena para no olvidar. A veces desde la ficción podemos revisar las viejas heridas y hacerlas soportables.
Esperamos el próximo!
Noelia