Huele a inmenso mar
Tengo en mis pechos
otoños guardados,
aun así el oleaje sinuoso
los toma como atracadero
de barcos,
algas,
cangrejos.
Una luna posada en mis colinas
sorbe el elixir del desierto
y con pudor las cubre.
Mis labios siguen atentos
al vuelo de las garzas,
su picoteo me despierta el alba.
Un manojo de lluvia amenaza
un encuentro,
pautado, postergado
más siempre esperado.
En la piel ese aroma de azahares
se esfumó,
curtida de soles,
huele a mar inmenso
a sed de arenas
a desnuda libertad carnal.
Te revelas como espejo en mi mirada,
que no me pertenece,
es la tuya
recostada en la línea del horizonte.
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