A los que supieron
Ábranse tumbas,
pártanse lápidas,
levántense espíritus,
vuelen sobre la patria.
Próceres luchadores,
austeros e idealistas,
vean su tierra árida y griten la injusticia.
Miren desde su altura
la bajeza horrenda,
donde se arrastran seres sin conciencia.
Aclárese el horizonte
y ustedes sean nuestro ejemplo,
con limpios clarines de verdades.
Levántense paladines de glorias,
proclamen sus palabras,
y generaciones enteras
revivirán la historia.
Caballeros de honor,
no duerman serenos,
sacudan las fibras
de sus herederos.
San Martín dijo a Merceditas: Deja volar a esa mariposa, hay lugar para tres.
Aparición
Caminaba todas las tardes bajo los árboles del gran parque, era como una sombra suave, lentamente, se oía el canto de los jilgueros, las palomas no huían de él, como si perteneciese a ellas mismas, sus cabellos blancos, con sobretodo, era para él un gran mundo que lo rodeaba… como una estampa. En los claros del follaje levantaba su cabeza como para recibir los rayos del sol, la gente pasaba indiferente a su lado, llegué a contar sus pasos, pensaba que yo sola lo veía “alucinada”… cada árbol alcanzaba a hacerlo desaparecer sólo un instante, fugazmente, regresaba, todos los días ahí estaba, uno de aquellos tantos, acarició la cabeza de un niño, entonces comprendí que no era una aparición… tenía en mí una atracción especial, lo soñaba y sentía que era un viejo príncipe alargando su vida entre bosques. Llegaba como relax, yo volaba junto con el perfume de las azucenas, guardiana del lugar sólo veía aquel señor elegante representando los tiempos de valses en salones con movimientos galantes, me transportaba, nunca creí que fuese real. Al anochecer me alegaba en busca de mi hogar y obligaciones, mi mente en bruma, me decía estoy trastornada, no voy a volver… una tarde más apoyé mi cuerpo contra un tálamo, desde allí ví como se paraba frente a la estatua de mármol en homenaje a la madre, dije, es un ser viviente e intelectual… Pasó cerca de mí, vi que llevaba un libro en su mano, un atleta que corría le gritó chau Doctor… abaniqué mi rostro con un suspiro.
Tal vez Dios quiso dejarlo acá como figura de los grandes médicos que pasaron y pasarán por nuestra tierra…
Aquellos que cuidaron en trincheras a soldados, acarician a un anciano… toman la mano de un bebé, con sacro amor a sus convicciones, luchan con tenacidad muchas veces con pocos recursos.
El grito de humanidad corre por sus venas.
En homenaje a ellos recuerdo a Ricardo Gutiérrez, médico y poeta, dijo que no debe haber una cuna vacía, en ellos está la grandeza de la Patria.
1 comentario:
Hola Ofelia !!, muy interesante tu relato, y tu poema.
Besosss Josefina
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