Los brotes de jazmines son rojos y caen en cascada, chiquitos, a punto de florecer, esperando un poco más para inundar de perfume el andén y los alrededores de la Estación Bella Vista.
Nosotros acostumbrábamos caminar por la placita cercana a la estación.
Si era Noviembre se cumplía el ritual.
Él solía armar un ramillete de pequeñas y olorosas florcitas blancas y, en un gesto plagado de romanticismo entregármelo, mientras acompañaba la ofrenda con un suave movimiento de genuflexión.
Del pasado con él quiero quedarme con lo mejor.
Tan sólo aquello que, al recordarlo, me dibuje una sonrisa.
Solo los momentos alegres. Y nada más…
Por ejemplo: Aquella vez que, en un arranque impensado, me levantó en sus brazos en medio de la calle y corrió conmigo alzada por la vereda del sol, sin importarnos la gente que nos miraba entre asombrada y risueña.
O aquella otra ocasión en que al pasar por la calesita, se subió y sacó la sortija en medio del griterío de los niños que lo miraban con curiosidad.
Luego se bajó.
Sacó varios boletos y los repartió entre los chicos para que dieran una vuelta más.
¡Que genio alegre y ocurrente tenía!
Los recuerdos me acosan. En este momento viene a mi memoria la tarde aquella en que lo vi abrazado a esa joven mujer desconocida y bellísima.
Pero este recuerdo no tenía que aparecer.
Este no…
Él nunca supo que lo vi.
Jamás le dije nada.
Me tragué el rencor y la amargura y seguí nuestra vida juntos como si nada hubiera ocurrido.
Así transcurrieron dos años.
No quería perderlo.
Ahora que lo perdí definitivamente, corto un ramo de jazmines. Y se los llevo.
Nosotros acostumbrábamos caminar por la placita cercana a la estación.
Si era Noviembre se cumplía el ritual.
Él solía armar un ramillete de pequeñas y olorosas florcitas blancas y, en un gesto plagado de romanticismo entregármelo, mientras acompañaba la ofrenda con un suave movimiento de genuflexión.
Del pasado con él quiero quedarme con lo mejor.
Tan sólo aquello que, al recordarlo, me dibuje una sonrisa.
Solo los momentos alegres. Y nada más…
Por ejemplo: Aquella vez que, en un arranque impensado, me levantó en sus brazos en medio de la calle y corrió conmigo alzada por la vereda del sol, sin importarnos la gente que nos miraba entre asombrada y risueña.
O aquella otra ocasión en que al pasar por la calesita, se subió y sacó la sortija en medio del griterío de los niños que lo miraban con curiosidad.
Luego se bajó.
Sacó varios boletos y los repartió entre los chicos para que dieran una vuelta más.
¡Que genio alegre y ocurrente tenía!
Los recuerdos me acosan. En este momento viene a mi memoria la tarde aquella en que lo vi abrazado a esa joven mujer desconocida y bellísima.
Pero este recuerdo no tenía que aparecer.
Este no…
Él nunca supo que lo vi.
Jamás le dije nada.
Me tragué el rencor y la amargura y seguí nuestra vida juntos como si nada hubiera ocurrido.
Así transcurrieron dos años.
No quería perderlo.
Ahora que lo perdí definitivamente, corto un ramo de jazmines. Y se los llevo.
3 comentarios:
Marta... estoy en la estación Bella Vista y huelo los jazmines. El abrazo de siempre . Inés
Marta; la poesía es capaz de transmitir los aromas, al igual que los sonidos de la música. Tal su poder de transmisión.
Muy lindo relato, cordialmente,
Amiga Marta escribes poesía, en forma de relato.
Me encanto :la transparencia y poder oler el perfume de los jazmines.
Abel Espil
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