domingo, 15 de diciembre de 2013

Ainhoa Bárcena Escarti-Madrid, España/Diciembre de 2013

Resaca


Se despertó al medio día con sed, hambre y ganas de mear. Cual zombie, se dirigió primero a la cocina y luego al baño. Intentando demostrar que era capaz de hacer dos cosas a la vez logró cumplir con todas sus necesidades. Pasados unos 20 minutos, al fin pudo ser medio persona y abrir los ojos. Se lavó las manos, se miró en el espejo. Aturdida y asustada vio que le faltaban dos dientes y tenía un ojo morado. Se volvió a sentar en la cama. Miró centímetro a centímetro su piel buscando alguna señal más…. Las encontró. Tenía en un sitio ridículo un piercing con forma de corazón sobre un tatuaje nuevo. Aquello dolía más aún que los dientes o el ojo. Era extraño, solamente empezaba a sentir las cosas según las iba descubriendo. Parecía como si su cuerpo las descubriera con ella, como si aún durmiera plácidamente en un letargo parecido al estar drogado. Respiraba en una nube que lo emborronaba todo y le acolchonaba sus sentidos. Entonces se acordó. Empezó a buscar en su móvil. Llamó a su mejor amigo que le dio claves para saber qué había pasado. Las peleas callejeras, encontrar el amor de su vida…. Todo cuadraba en su cara, en su espalda (y en ciertos videos colgados en internet que vería días más tarde….) Se volvió a tumbar,  decidió volver a dormir un rato. Un ruido chirriante a música de reggaetón la despertó como si fuera el sonido de las trompetas que avisaban el fin del mundo. Tal si despertara de entre los muertos se puso en pie. Vio en su cocina a un altísimo joven que le sacaba al menos dos cuerpos. Nunca pensó que un organismo humano de ese tamaño tuviera la capacidad de entrar en su escueta cocina como la suya. Aun con los ojos pegados preguntó quién era. El individuo con gran solemnidad dijo:
 El único y verdadero amor de tú vida. Y aunque no me importen ver tus relucientes pechos, cogerás frío.
La estupefacción por momentos la llevó a asir con fuerza una botella de cola y beberse todo lo que quedaba de un tirón.
Minutos más tarde al fin estaba centrada. Se vistió, se fue de casa, llamó a su mejor amigo y le dijo:
 ¿Puedo quedarme contigo esta noche o varias?
El amigo le dijo:
 Claro ¿qué pasa?
Nada – dijo- complicaciones que no me apetece resolver.
Cogió una maleta. Se fue a casa de su amigo y le dijo al atlético amor de su vida:
Cuando te aburras, déjame las llaves en el buzón

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