DANI, GLADYS
Los dos niños están
jugando calladamente sobre su cama compartida, mientras tras la cortina que
separa en dos partes la casilla, su madre atiende un cliente como casi todas
las noches.
Dani y Gladis son extremadamente silenciosos,
han aprendido a no incomodar a mamá cuando trabaja. Desde muy chiquitos, casi
de bebés, están acostumbrados a los ruidos de la cama, a las palabras obscenas,
a los gritos de orgasmos y jadéos fingidos. Tratan de desaparecer, aislarse, es
la mejor manera de sobrevivir.
Al principio no
entendían, se asustaban cuando alguien golpeaba a su madre. Ahora la niña ya cumplió
once y el niño, diez. Se tienen el uno al otro. Se sienten una familia. Se
cuidan, se defienden y comparten su mundo de juegos donde todo es mágico, donde
no existe el sufrimiento ni el hambre. Sus hermanos mas grandes a esta hora ya andan por los pasillos de la
villa, tratando de tranzar porro o paco, menos Susi, la mayor, de diecinueve, que se gana la vida como
prostituta en Constitución para ayudar con los gastos.
Se abre la puerta,
es el marido de mamá.
—Te dije que no
volvieras por acá— se escucha la voz alcohólica.
—Pará, tengo plata,
les va a venir bien— responde otra voz masculina.
—Te dije, hijo de
puta que si te veía por mi casa te arrancaba la cabeza.
—Traigo la guita
para pagarte todo lo que te debo.
—Y para pasarla con
mi mujer, ¡Rajá!, antes que te mate, dejá la plata y tomátelas.
Los niños escuchan
en silencio, como bien saben que deben hacer, estas cosas pasan seguido, sin
embargo están atentos, nunca se sabe.
El cliente se viste
apresuradamente, deja el dinero encima de la mesa y se va. El hombre carga contra
la mujer:
—Te gusta ese hijo
de puta, perra— dice y la golpea una y otra vez. Ella grita, suplica, llora, en
un ritual repetido. Sin detenerse, él se le hecha encima y la viola, solo una
vez, la borrachera no le permite continuar, eso parece enfurecerlo. Sigue golpeándola
hasta que no se escuchan más los gritos ni los llantos. La mujer parece desmayar.
El hombre se
incorpora. Se calza bien el pantalón y la camisa. Entra en el baño, orina. Va
hacia rincón que hace de cocina, abre la heladera, come con la mano un poco de
fiambre, bebe de la punta del tetrabrik. El vino tinto frió parece revivirlo. Se
envalentona.
De pronto, repara
en los dos niños: — ¿Y ustedes que hacen que no están durmiendo? Vení, vos; si,
vos, vení— Y Gladis se acerca muy despacio y temerosa.
— ¿Qué tiene mamá?—
pregunta a la vez Dani, y sin esperar respuesta abre las cortinas, trepa a la cama e intenta
despertar a la mujer, que yace inanimada y con sangre en la boca. El hombre no
le presta atención.
—Estás crecida, ya
casi sos una mujer, estás linda— la toca lascivamente, la aplasta con su
cuerpo, trata de montarla, la niña grita, lo insulta, llora, esto parece
excitarlo más.
En ese momento, un
golpe seco, un dolor punzante lo deja fuera de combate. Antes de desplomarse
toca el mango de la cuchilla que tiene incrustada en el costado debajo de la
tetilla. Comienza a sangrar por la boca. Cae.
—Mamá me salvó—
piensa la niña y se incorpora. Pero la madre sigue sin animación, tirada en la
cama y un hilo de sangre va manchando cada vez más las sábanas.
Los vecinos llaman
a la policía. Un crimen aparentemente pasional. Se confecciona el informe. No
toman huellas digitales ni hacen demasiadas investigaciones, no vale la pena,
son dos villeros menos. El expediente caratulado “Riña seguida de muerte, móvil
pasional”, es archivado con celeridad.
Una vecina, que
vive a dos casitas de distancia, termina haciéndose cargo de los dos chicos, su
hermana mayor ayuda con dinero.
2 comentarios:
Esta noche, leí el cuento de mi amigo Marcos. He quedado sorprendido. Posee una linea temática que en ningún momento decae. Atrapa al lector y lo va llevando hasta descubrir lo que va a suceder. Lectores, Marcos es, con orgullo, un escritor argentino. No lo olviden, en el transcurso de los años esta pluma nos va a llamar más aún la atención. Tiene todas las condiciones otorgadas, para que así sea. Felicitaciones amigo. Abel Espil
Marcos:
Ese submundo que está ahí... a la vuelta de la esquina. Sórdido, triste y en peligro de "expansión". Bien relatado, de manera atrapante y con un final imprevisto. Te felicito amigo.
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