martes, 17 de diciembre de 2013

Luis Gallardo-Chile/Diciembre de 2013


EL LUSTRABOTAS. (Oficios)
                     
   Miré mis zapatos con detención, pensando inmediatamente que necesitaba lustrarlos. Un polvillo los cubría por una  larga  caminata por  las  calles  del centro de Valparaíso y, a menudo, la gente se fija en esos detalles.
  Encaminé mis pasos hacia la plaza Victoria, recordando  con nostalgia a un antiguo conocido que trabajaba como  lustrabotas: El cojo Santoro,  fallecido hace largo tiempo.  Apodado así por  la amputación de una pierna que suplía con una muleta hecha con tubos de bronce.
  Su lugar estaba en  una  esquina, ahora lo ocupa otro personaje: Miguel López, heredero del sitio y de algunos de sus clientes.
  Estando en ese lugar, mientras espero mi turno de atención para lustrar mis zapatos, observo el trabajo prolijo del lustrabotas: sus cajas de betún de diversos colores, botellas con anilinas y paños para brillo y un trozo de felpa, como el empleo final dejando el calzado reluciente.
  No puedo dejar  de  reflexionar que  la  vorágine  del desarrollo finalmente devorará a este lustrabotas, debido a la escasez de personas que usan zapatos de cuero y por imperio de la moda o comodidad,  las zapatillas están ganando la batalla del consumismo. (Grupo Literario LiteRatis)

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