lunes, 16 de diciembre de 2013

Marcos Polero-Miramar, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2013




DANI, GLADYS


Los dos niños están jugando calladamente sobre su cama compartida, mientras tras la cortina que separa en dos partes la casilla, su madre atiende un cliente como casi todas las noches.
 Dani y Gladis son extremadamente silenciosos, han aprendido a no incomodar a mamá cuando trabaja. Desde muy chiquitos, casi de bebés, están acostumbrados a los ruidos de la cama, a las palabras obscenas, a los gritos de orgasmos y jadéos fingidos. Tratan de desaparecer, aislarse, es la mejor manera de sobrevivir.
Al principio no entendían, se asustaban cuando alguien golpeaba a su madre. Ahora la niña ya cumplió once y el niño, diez. Se tienen el uno al otro. Se sienten una familia. Se cuidan, se defienden y comparten su mundo de juegos donde todo es mágico, donde no existe el sufrimiento ni el hambre. Sus hermanos mas grandes  a esta hora ya andan por los pasillos de la villa, tratando de tranzar porro o paco, menos Susi, la  mayor, de diecinueve, que se gana la vida como prostituta en Constitución para ayudar con los gastos.
Se abre la puerta, es el marido de mamá.
—Te dije que no volvieras por acá— se escucha la voz alcohólica.
—Pará, tengo plata, les va a venir bien— responde otra voz masculina.
—Te dije, hijo de puta que si te veía por mi casa te arrancaba la cabeza.
—Traigo la guita para pagarte todo lo que te debo.
—Y para pasarla con mi mujer, ¡Rajá!, antes que te mate, dejá la plata y tomátelas.
Los niños escuchan en silencio, como bien saben que deben hacer, estas cosas pasan seguido, sin embargo están atentos, nunca se sabe.
El cliente se viste apresuradamente, deja el dinero encima de la mesa y se va. El hombre carga contra la mujer:
—Te gusta ese hijo de puta, perra— dice y la golpea una y otra vez. Ella grita, suplica, llora, en un ritual repetido. Sin detenerse, él se le hecha encima y la viola, solo una vez, la borrachera no le permite continuar, eso parece enfurecerlo. Sigue golpeándola hasta que no se escuchan más los gritos ni los llantos. La mujer parece desmayar.
El hombre se incorpora. Se calza bien el pantalón y la camisa. Entra en el baño, orina. Va hacia rincón que hace de cocina, abre la heladera, come con la mano un poco de fiambre, bebe de la punta del tetrabrik. El vino tinto frió parece revivirlo. Se envalentona.
De pronto, repara en los dos niños: — ¿Y ustedes que hacen que no están durmiendo? Vení, vos; si, vos, vení— Y Gladis se acerca muy despacio y temerosa.
— ¿Qué tiene mamá?— pregunta a la vez Dani, y sin esperar respuesta abre  las cortinas, trepa a la cama e intenta despertar a la mujer, que yace inanimada y con sangre en la boca. El hombre no le presta atención.
—Estás crecida, ya casi sos una mujer, estás linda— la toca lascivamente, la aplasta con su cuerpo, trata de montarla, la niña grita, lo insulta, llora, esto parece excitarlo más.
En ese momento, un golpe seco, un dolor punzante lo deja fuera de combate. Antes de desplomarse toca el mango de la cuchilla que tiene incrustada en el costado debajo de la tetilla. Comienza a sangrar por la boca. Cae.
—Mamá me salvó— piensa la niña y se incorpora. Pero la madre sigue sin animación, tirada en la cama y un hilo de sangre va manchando cada vez más las sábanas.
Los vecinos llaman a la policía. Un crimen aparentemente pasional. Se confecciona el informe. No toman huellas digitales ni hacen demasiadas investigaciones, no vale la pena, son dos villeros menos. El expediente caratulado “Riña seguida de muerte, móvil pasional”, es archivado con celeridad.
Una vecina, que vive a dos casitas de distancia, termina haciéndose cargo de los dos chicos, su hermana mayor ayuda con dinero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta noche, leí el cuento de mi amigo Marcos. He quedado sorprendido. Posee una linea temática que en ningún momento decae. Atrapa al lector y lo va llevando hasta descubrir lo que va a suceder. Lectores, Marcos es, con orgullo, un escritor argentino. No lo olviden, en el transcurso de los años esta pluma nos va a llamar más aún la atención. Tiene todas las condiciones otorgadas, para que así sea. Felicitaciones amigo. Abel Espil

Marta Susana Díaz dijo...

Marcos:
Ese submundo que está ahí... a la vuelta de la esquina. Sórdido, triste y en peligro de "expansión". Bien relatado, de manera atrapante y con un final imprevisto. Te felicito amigo.