COMPAÑEROS EN  APUROS
Los protagonistas; el y ella, no se conocían; una mañana, típica  estampa de una convulsa ciudad, salían de sus
pisos, atorados por un inusual retardo. 
Estaban con los nervios al borde pues tenían que llegar a tiempo a sus
trabajos.  A èl le tocaba  subir una cuesta serpenteada por frondosos árboles
que desembocaban en una amplia avenida; ella emergìa de un callejón, difícil de
precisar a vuelo de pájaro.  Ya en la
avenida aceleraban el paso para coincidir en la parada del bus.  El tiempo jugaba en su contra, los  nervios desentonaban el buen ànimo
matinal.  Pròxima estaba  la tan ansiada parada, ambos ya la divisaban
sin aspavientos; por travesuras del 
destino estaba arribando  el bus a
su acostumbrado paso, pero adelantado en algunos minutos. Què casualidad!  No habìa pasajeros esperando…  Nuestros 
héroes  de una cotidianidad urbana
emprendieron  una  veloz carrera contra el cruel tiempo…
Corrìan  sin tregua a ver quièn
alcanzaba  al vehículo en   marcha. 
Agitaban  los brazos como si
fueran  unas enloquecidas aspas  de molino 
en plena furia de un temporal … había  
un  urgente interés  por 
llegar  al  devenido oàsis.
-Eh!  - Espere! Eh…! -
Chofer!  - Detèngase un momento…!  -Por favor…!    -Alguièn 
de los pasajeros oye…!
-Eh! –Pare…!
-Quièn le avisa al chofer…!  
-Pare…!
-Se lo suplico…!
Reglas son normas o còmo quiera entenderse… los pasajeros no se
percataron  de los atribulados
chicos.  Nadie se dignò en girar su
cabeza. Para colmo de males, ninguno de los usuarios pulsò el botón de
solicitar la parada.  El chofer, al no
observar la señal acordada, pisò el 
acelerador y siguió su recorrido dejando atrás a nuestra circunstancial
pareja con los crespos hechos…   era como
ver partir la suerte sin que èlla tuviera un chance de  retorno.
-Coño! –Coño con este cabròn! –Coño! – se desahogò  èl, mientras trataba de retomar el aliento
luego  de la estampida en dos patas.
El  pobre daba làstima, la camisa
fuera de los pantalones,  profusas
manchas de sudor en las axilas y pecho, el rostro rubicundo; sudaba a  chorros. Hablaba con voz  entrecortada .
-Què desgracia! –Còmo harè para estar puntual…!  Se lamentaba ella, mientras se  secaba el rostro con un  delicado pañuelo.
No había nada que hacer… se reponían del percance; tenìan  una sola oportunidad : esperar el
próximo  bus.  La estaciòn del Metro quedaba distante de la
línea de autobuses; resultaba en vano marchar hasta ella.
-Menos mal que no extraviè el pasaje…lo sujetaba con la mano durante la
alocada carrera… Sòlo èsto me podría haber faltado como regalo del dìa…! –
se  quejaba èl mientras se acomodaba la
camisa. –Què vaina… ningún pasajero se molestò en voltearse…! -  seguía con sus comentarios.
-Asì pasa…! – respondió  èlla
con  resignación. –Veo que no tiene con
què secarse el sudor  de la cara… si
quiere… tome mi pañuelo…! -  comentó ella
al detallar  las copiosas cataratas en el
rostro  del   compañero 
en el  casual contratiempo.
-Se lo agradezco…! – se sorprendió el 
chico.
La obligada espera  permitió un
deshielo en la charla de ambos; un motivo suficiente para iniciar una
conversación con sus altibajos al fustigar al impasible chofer del
autobús.  No había otra solución puès
iban  a llegar con retraso a sus
obligaciones, sòlo quedaba avisar a los 
colegas  de la mala  nueva. Ambos compartìan el  impase, chispa suficiente para iniciar un
cotilleo. Se hacìa trizas una prefabricada etiqueta  por la sociedad,  por lo demás de una plàstica factura;  bastaba ver el aspecto  lamentable 
luego  de la endemoniada  persecusiòn. 
Fluìa una conversación entre ellos, 
se entendieron con el mágico lenguaje 
de  la solidaridad  y compartir un problema en comùn.  Brotò de la nada una química por lo demás
hasta hoy enigmática.  Se  detenía el nuevo bus en la parada, ambos
subieron con un humor diferente.  El  acompañò a 
ella  hasta  su parada, en la travesìa  habían acordado  una cita 
esa tarde.

No hay comentarios:
Publicar un comentario