BREVE DISQUISICIÓN SOBRE EL SIGNO Y EL OBJETO
¿Qué es primero, el signo o la idea? ¿Cuál será el asunto de esta disquisición? Esta hipótesis planteada lleva primero a pensar en el signo según Ferdinand de Saussure, y el concepto de signo de Sanders Charles Peirce. Para el primer pensador, el signo se estructura en dos unidades: significado y significante, o concepto e imagen acústica; y su sucesión es lineal, es mutable e inmutable a la vez; se caracteriza por sus relaciones asociativas y sintagmáticas, es decir, que en primer caso su significante como su significado, se vinculan en el pensamiento humano de acuerdo a la similitud de sonido con otro signo, y de concepto, también con otro signo. En lo que se refiere a la relación sintagmática, el signo se combina con otros en el acto de habla, en el sintagma; y como dice Saussure: “Lo propio del habla es la libertad de las combinaciones”.
Hay que destacar, siguiendo a este lingüista, que en el pensamiento de las personas, los signos lingüísticos se manifiestan sin necesidad de escribirlos o hablarlos; es así como expone el filólogo y lingüista suizo: “Sin mover los labios ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitamos mentalmente poemas”. Se hace notorio que el signo lingüístico aparece como idea sin necesidad de concretarse “materialmente” en la escritura así como en el habla.
Esa relación entre idea y signo la consideró también el semiótico norteamericano Peirce, quien en su concepción trinitaria del signo: signo-objeto-representente (o interpretamen, no confundirlo con quien interpreta el signo), este último se identifica con una serie de denotaciones y connotaciones de una expresión (significante para Saussure), por ejemplo: Las ideas representadas por el objeto /fuego/ en el interpretante; estas ideas también son signos por lo que el interpretante se convertirá en otro signo generándose una relación de semiosis por la cual un signo remite a otro, además de realizar la significación del signo y sus tres elementos: signo-objeto-representente. El signo/fuego/, siguiendo el pensamiento peirciano, sugiere en su denotación y connotación: “elemento de la Naturaleza”, “calor”, “algo sacro”, “Prometeo”, “mito”, et cetera. Parece quedar claro que para ambos pensadores el signo se manifiesta como idea de algo, de un objeto, de un hecho o factum, de una definición o concepto... El signo para Peirce puede clasificarse en signo lingüístico, símbolo, ícono e índice, este último, a diferencia de los otros no tiene “emisor”, por ejemplo: “la calle mojada” es indicio o índice de “lluvia”.
Hasta el momento, de acuerdo a estos dos pensadores, la relación signo-objeto se muestra indisoluble, en una simbiosis.
Piénsese ahora en el filósofo Platón y su mito sobre la “reminiscencia”, las almas, antes de encarnar en este mundo cuyas coordenadas espacio-temporales las condicionan, “contemplaron” en el “Topos Uranus”, o sea, el mundo de las ideas, las esencias intelectuales, los conceptus sugeridas por los objetos y las verdaderas ideas de los objetos, materiales u abstractos, en cuestión, así como las definitones conceptuum, (definición de los conceptos o significados).
Cuando el alma se ha reencarnado, le resultará relativamente fácil, bastándose con un poco de esfuerzo, para aprehender esas ideas que moran en el “Topos Uranus”, y recordarlas por medio de la reminiscencia. Basta con poseer una predisposición espiritual, realizando algunas preguntas hacia la “esencia del objeto propuesto” para que estas se manifiesten en su mente. La dialéctica platónica consistirá en una serie de intuiciones sucesivas sobre la idea o el concepto del objeto o el “factum” para que estos sean iluminados posteriormente por la razón. La dialéctica consistirá en preguntas y respuestas con el objetivo de ir depurando la idea sobre el objeto en cuestión para que este se manifieste.
Aristóteles hará uso de la “razón intuitiva”, que suscita, por medio de contraposiciones de opiniones, afirmando una proposición y que de esta surja la siguiente; es el origen de la lógica, que será la teoría de la inferencia, o sea, que se inducirá, se ascenderá por medio del método lógico al entendimiento de los fenómenos y de las leyes que los rigen.
En ambos casos, los dos filósofos, se sirven de métodos para conocer las ideas y los fenómenos que de hecho son signos como se expuso un poco más arriba. Por lo pronto aún no hay una respuesta a la pregunta inicial: ¿Qué es primero, el signo o el objeto? Platón argumenta que las ideas de los objetos, es decir, sus signos, se encuentran en un “mundo celeste” donde el alma las contempla en su verdadera e inmaculada esencia. Así la idea de /triángulo/ o de /silla/ o de /libertad/ se manifiestan vinculadas al objeto, unidas como la tierra y el mar.
Ahora bien, considero lo siguiente: cuando un orfebre va elaborando la pieza de orfebrería, va pensando en el instante la idea de su objeto, el cual poseerá una forma que representará algo. Lo mismo con el matemático que elabora una ecuación; la va construyendo en la medida que va pensando la lógica de los signos matemáticos y su relación entre ellos hasta que estos aparecen en la pizarra o escritos sobre el papel. El poeta posee un motivo para su composición el cual lo llevará, de acuerdo a un estado emotivo determinado y sirviéndose de un estilo particular, a la composición del poema con sus imágenes, métrica, figuras retóricas, et cetera; los signos lingüísticos aparecen de manera perceptibles; son signos, igual que las ideas, que se elaboraron en su mente y que fueron inspiradas por medio de emociones o de un “daimon” (entidad cuya naturaleza está entre los dioses y el hombre, y que para Sócrates era el elemento inspirador para pensar), y que se concretan en el poema por medio de la palabra, y así nace el poema que de por sí es también un signo. Lo mismo podríamos decir del historiador y su discurso histórico, del químico y su fórmula cuyos signos pertenecen a un determinado sistema.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando un fenómeno, o un hecho, aparecen antes de que el hombre lo conozca? Por ejemplo, un virus (una entidad, un agente que transita entre una identidad viva o no viva, la cual no se replica, no se reproduce, y sin embargo, se multiplica, eso no significa que sea una función vital, y que tiene genes y ARN, pero no se lo puede calificar como un “ser vivo”); y qué decir de los “exoplanetas”, cuyos nombres son asignados luego del descubrimiento. En estos casos los objetos preceden a la idea humana, luego de un proceso metódico se asimilará la idea del virus descubierto así como la del exoplaneta, poniéndoles un nombre, o sea, un signo. En este caso se podría arriesgar la afirmación de que el objeto es anterior a la idea. A diferencia de lo que se venía exponiendo y argumentando que tanto la idea como el objeto eran indisolubles, inseparables…
De hecho, una vez descubierto el fenómeno, ahí se produce el paralelismo entre signo y objeto, y su consecuente unión. Es de destacar que un signo necesita de otro signo para significar.
Se cuenta en la Biblia que Dios creó al hombre del barro a “imagen” y “semejanza” infundiéndole aliento para que viviese. El hombre, siguiendo esta creencia, es “imagen” del Creador, pero no es aún “semejanza”; porque al ser imagen se convierte en reflejo de la Prima Lux (Primera Luz), como en un espejo, y en el segundo caso no llegará a ser destello de esa Lux; por lo que el hombre posee algo de divino aún, la synteresis, (es decir, la “chispa divina”), después de haber sido expulsado del Edén; llegará a ser “semejanza” de la Prima Luz cuando se consustancie con el Creador por medio de un nuevo nacimiento espiritual ... Esta creación nos ilustra que Dios “pensó” antes de “crear” al hombre; o sea que tuvo primero la idea para luego crear el objeto. Entonces en este caso se podría afirmar que primero es la idea y posteriormente el objeto.
El hombre es un signo inmerso en la Naturaleza, y, como bien ilustra el poeta Baudelaire en su poema “Correspondencias”: “La Naturaleza es un templo donde vivos pilares/ dejan salir a veces sus confusas palabras;/ el hombre allí pasa por entre bosques de símbolos/ que le observan con familiar mirada”. El hombre es un signo más en el entramado sígnico de la naturaleza y de la Realidad. Se deduce que el hombre es significación y al mismo tiempo intérprete y creador de significados.
Según palabras de Ángel Rama: “Mientras el signo exista está asegurada su propia permanencia, aunque la cosa que represente pueda haber sido destruida. De este modo queda consagrada la inalterabilidad del universo de los signos, pues ellos no están sometidos al descaecimiento físico y sí sólo a la hermenéutica”, (“La ciudad letrada”, Cap. I, La ciudad ordenada). Sin embargo, el pensador uruguayo parte de una existencia previa del objeto sobre el signo, aunque el primero desaparezca, el segundo continuará significando.
Se manifiestan las dos posibilidades de la pregunta inicial. Es como plantearse la tan manida interrogación: “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?” Se considera haber expuesto los argumentos según las dos posibilidades; queda en el lector sacar sus propias conclusiones.
Federico Rivero Scarani, 1974, Montevideo-República Oriental del Uruguay.
Docente de Literatura egresado del Instituto de Profesores Artigas. Traductor, poeta, ensayista, Periodista cultural. Colaboró en diversos medios Uruguay como El Diario de la noche, Relaciones, Graffiti, y también en revistas internacionales como Archivos del Sur (Argentina) y Banda Hispânica.com (Brasil), Carruaje de Pájaros (México), InComunidade (Portugal), Resonancias (Francia), entre otras. Publicó un ensayo sobre el poeta uruguayo Julio Inverso (“El lado gótico de la poesía de Julio Inverso”) editado por los Anales de la Literatura Hispanoamericana de la Universidad Complutense de Madrid, España. Participó en antologías de poetas uruguayos y colombianos (“El amplio jardín”, 2004) y Poetas uruguayos y cubanos (“El manto de mi virtud”, 2011). Mención Honorífica por el trabajo “Un estudio estilístico de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca”, 2014, Organizado por el Instituto de Estudios Iberoamericano de Andalusíes y la Universidad de La Plata (Argentina). Accécit 18º Concurso José M. Valverde, 2014. Fue docente de la cátedra de “Lenguaje y Comunicación”, en el Instituto de Profesores “Artigas”. Miembro de REMES (Red Mundial de Escritores en Español), y del sitio autores.uy. Promocionado por la “Biblioteca Nacional”, Ministerio de Cultura del Uruguay y “Biblioteca del Poder Legislativo”. Colabora con artículos, ensayos, traducciones y poemas en diversas revistas internacionales de Latinoamérica y Europa.
Obras: “La Lira el Cobre y el Sur “(1993); “Ecos de la Estigia” (1998);”Atmósferas”, Vintén Editor (Mención Honorífica de la Intendencia Municipal de Montevideo, 1999); participó en el CD “Sala de experimentación y trabajos originales”, Maldonado 2002; “Noctambulario”, CD con poemas del autor y del poeta brasilero Rodrigo Petronio recitados por Federico Scarani, digitalizados por el poeta y perfórmer Juan Ángel Italiano, (2003); “Synteresis perdida”(2005); “Cuentos Completos” (2007); “El agua de las estrellas” (2013); “Desde el Ocaso”, (2014) editado en las páginas digitales EspacioLatino.com /Camaléo.com; “Reflejos de la Oscuridad”, (2018), autores.uy. “Amor, Barniz Gris”, JustFiction Edition, Letonia, (2019), “Este no es un otoño más”, (2021), Ed. Rosae, “Antología de Poesía Negra”, Lima, Perú, (2022). “Lesbianas”, Ed. Rosae (2022).
No hay comentarios:
Publicar un comentario