RASCANDO EL FONDO DE LA OLLA, ENCONTRÉ…
Tomé el detergente, esponja de acero, desincrustante, y abrí el agua caliente.
No era mi trabajo habitual, pero se me había ocurrido introducirme subrepticiamente en la cocina para intentar preparar una buseca con varios ingredientes de efectos desconocidos al final de la cocción a fuego máximo, al menos para mí. Ergo, había quemado la olla.
No me quedó otra que solucionar los inconvenientes ocasionados.
Rasqueteé hasta el cansancio. Como a mí esa posición de pie y semi inclinado me provoca dolor de cintura, el cansancio en realidad apareció a los cinco minutos y me fui a sentar al patio – medio escondido - para trabajar exclusivamente sobre los deterioros, fundamentalmente unos tremendos lamparones negruzcos, tanto fondo como laterales.
Como soy demasiado ansioso y no había resultados rápidos, intenté con un papel de lija y la punta media mocha de la rasqueta que había olvidado el pintor.
Tampoco encontraba resultados. Tomé un punzón y el martillo y entré a darle con todo. Hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Se abrió un agujero en el fondo de la olla… y oh sorpresa…
…por allí empezaron a surgir – con fechas de calendario antiguas - ravioles de ricota, pollo a la cazadora, sopa de verduras, colita de cuadril mechada con zanahorias, arroz con hongos en risotto… y hasta un sobre salpicado de perejil y ajo que tenía escrito “Abrir solo en caso de emergencia”.
Era mi caso. Rápido lo abrí y me encontré con una tarjeta que decía….la cocina es solo para los que saben…
Ya me imaginaba quien era la remitente.
Me saqué el delantal adornado con toros que habíamos traído de Madrid y me fui con la olla agujereada al bazar de la esquina… quisiera por favor una igualita que ésta le dije al empleado… pero por favor no la envuelva para regalo…. es para un reemplazo forzoso y si es posible inadvertido.
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