LA POÉTICA EN GRECIA Y EN EL MUNDO ACTUAL.
Resulta indudable que la poesía fue considerada por los antiguos griegos como el elemento básico imprescindible para poder comprender su mundo. Fueron los cantores de inolvidables gestas, sobre todo Homero y Hesíodo, los más tempranos pedagogos de la sociedad griega: la Ilíada, la Odisea, Trabajos y días o la Teogonía se convirtieron en obras fundamentales (no escritas, transmitidas a través de la oralidad) no sólo para el desarrollo de la posterior literatura, sino también y sobre todo para la educación (paideia) de los más jóvenes, que crecieron al amparo de inmortales referentes como Aquiles, Héctor o Áyax.
Todo el lenguaje cotidiano de los habitantes estaba empapado, sumido en poesía. Existían varias razones; el idioma estaba en construcción en una sociedad saliente que buscaba sus guías y costumbres concluyentes y, por lo tanto, las palabras de un léxico amplio era como la búsqueda de mayores precisiones en la locución y en la lingüística.
El decir volaba muy alto. Fue así como el Ser Poético y su locuacidad dirigía su pensamiento a varios lugares y no a uno exclusivo. Muchos de los temas más corrientes del pensar griego eran filosóficos (quienes somos, de dónde venimos, qué hacemos, etc.), el universo, los mitos, la relación entre los dioses y la tierra, la importancia de la democracia. La inicial predisposición poética frente a la vida, facilitaba el entendimiento global y también las bases del progreso.
Una verdadera dimensión de despliegue de los mitos y ficciones que conducían a una exultante concepción creativa.
Dioses y hombres, por tanto, se encontraron inextricablemente unidos desde los más remotos comienzos de la cultura occidental. En este sentido, la poesía no tenía que ver, cómo a veces se interpreta equivocadamente desde el prisma contemporáneo como un mero entretenimiento o con un simple romantizar todo.
Desde muy temprano, a partir del siglo VIII a.C., la poesía adoptó en Grecia una fundamental función de cohesión social: fueron los poetas los que ofrecieron el material más adecuado y pertinente para que el pueblo griego estableciera historias y lugares comunes. Pensamos que la lengua poética fue anterior a la prosa.
Durante el día, las calles eran recorridas por oradores que alzaban su voz para transmitir novedades o circunstancias diversas (como supliendo a los que serían los periódicos). Eran rodeados por muchedumbres que escuchaban atentamente las palabras elegíacas que emitían los que en general eran narradores, pensadores.
Incluso los primeros filósofos, llamados presocráticos, no dejaron de ser poetas: Tales, Anaximandro, Heráclito o Parménides (conocido por su extenso poema sobre el ser) plantearon sus interrogantes a través de breves narraciones y versos que tenían mucho más que ver con el aspecto misterioso de la realidad que con extensos tratados al modo platónico o aristotélico.
La tan empleada como poco rigurosa expresión “del mito al logos” olvida que los primeros pensadores precisaron de la fuerza evocadora del mito (de lo legendario, de lo que no se deja englobar en la regla, en lo normalizado) para referirse a realidades y acontecimientos que escapaban de cualquier humana comprensión. La filosofía fue ganando terreno con el objetivo de abrir un dominio paralelo en el que nuestras potencias intelectuales pudieran dar cuenta de todo cuanto la propia poesía había cantado durante largos siglos.
Sin embargo, después de muchos siglos y con el surgimiento del Estado ordenador y representativo surgen las normas generales y las necesidades de las sociedades. Ocurriendo que esas nuevas uniformidades o reglas suelen estar alejadas de la imaginación creativa y la dimensión de despliegue valioso que aporta la cultura en cada uno de sus aspectos.
En nuestros días se percibe que la poesía, como una parte de esa cultura, se encuentra apremiada por la falta de atención, que éste mundo moderno, falto y urgido, le ofrenda.
Volver al estado poético que no deberíamos estar perdiendo.
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