Mi niñez acude
a poblar el presente
vestida de vereda
y juegos inocentes:
de tinenti, bolitas,
pelota y bicicleta.
Por la tarde, temprano,
cuando llega la siesta,
me disfraza de reina
con corona de lata
y collares de menta.
Un rato más tarde
me lleva hasta la vuelta
donde espera mi abuela
con dulces y galletas.
Cuando ya dan las cuatro
despierta la persiana,
el almacén de la abuela
sonríe con ganas.
Yo también sonrío
y corro a esconderme
detrás de la barra
cuando los clientes
se acercan y hablan.
Yo, callada, escucho
todo lo retengo.
Recuerdo el aceite
que se vendía suelto,
la yerba, el azúcar,
legumbres, fideos…
En mi niñez adulta
todo está en paquetes
ella no quiere
estar allí dentro
entonces se despide
y dice en silencio:
“Esperame siempre
tal vez, algún día,
vuelva a sorprenderte”
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